Faltaba muy poco para la graduación, y sentía la presión de tener que decidir qué haría a continuación.
O mejor dicho, estaba consciente de la presión de tener que decidir qué haría a continuación. ¿Pero realmente la estaba sintiendo? La verdad es que no. Había estado aprendiendo mucho sobre la importancia de dar prioridad a las cosas más relevantes, y había descubierto que las expectativas que otras personas pudieran tener de mí no estaban en mi lista de prioridades.
Déjame explicarte. El año anterior, durante un viaje de estudios al extranjero, había tenido una experiencia que me dejó profunda y eternamente convencido del amor perfecto de Dios por mí. Puedes leer más sobre lo sucedido en este sitio, pero uno de los muchos efectos maravillosos de esa experiencia fue la convicción de que no necesitaba hacer algo para merecer el amor de Dios. Y esta completa libertad y paz en el sentido de que Su amor está aquí mismo, en este mismo momento, me ayudó a darme cuenta de que mi verdadera prioridad era dedicar tiempo a conocer mejor a Dios y a servir mejor a los demás como una forma de honrar a Dios y Su amor por mí y por todos.
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