Hace varios años, comencé a experimentar un agudo dolor interno que en diferentes momentos se movía de un lado a otro, desde un costado hacia la espalda. Durante varias noches, me resultó muy difícil dormir. Llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana para pedirle ayuda y pude ir a trabajar y desempeñar mis obligaciones como profesora durante el día; sin embargo, por la noche el problema era todo un desafío.
En ese momento, sentía mucha presión debido a mi carga de trabajo, ya que era el final del semestre. Al acercarse las fiestas, mi esposo con mucho cariño me dio un regalo de Navidad anticipado: un día entero para mí sola en un hotel local para orar y estudiar. Cuando me registré, el número de la habitación que me asignaron me recordó un himno favorito, que comienza de este modo:
En silencio buscaremos
y hallaremos al Señor;
escuchando Su mensaje,
que el Alma reveló.
(Fay Linn, Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 237, trad. © CSBD)
Este tiempo dedicado a la oración resultó ser invaluable para ayudarme a acercarme más a Dios en el pensamiento. No recuerdo ninguna verdad específica con la que trabajé, pero para mí fue una ocasión para seguir esta directiva de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy: “La manera de extraer el error de la mente mortal es verter la verdad mediante inundaciones de Amor” (pág. 201). Encontré que estas “inundaciones de Amor” eran el antídoto perfecto contra el río que “el dragón” enviaría (véase Apocalipsis 12) con la intención de abrumarme con dolor y miedo.
Cuando mi estadía en el hotel terminó y mi familia vino a recogerme, tuve la fuerte sensación de que Dios cuidaba de mí, sin importar las circunstancias. A los pocos días, viajamos para visitar a unos familiares para las fiestas, y aunque el dolor no había desaparecido por completo, había disminuido sustancialmente; en una semana había desaparecido.
Un par de meses después, el dolor reapareció, pero con la ayuda amorosa de un practicista, sané por completo. El dolor nunca ha regresado.
A veces, durante el proceso de esta curación, me preguntaba si ayudaría o no saber el nombre de la afección. Pero unos meses después, otro practicista de la Ciencia Cristiana compartió una experiencia que me ayudó a resolver este asunto. Él y su esposa estaban caminando por el bosque cuando a lo lejos vieron lo que parecía ser un lobo. A medida que el animal se acercaba, vieron que llevaba un collar, por lo que asumieron que debía ser tan solo un perro. Más tarde, se enteraron de que el tipo de collar que habían visto en el animal se usaba para rastrear lobos. El practicista entonces señaló que probablemente se habrían sentido muy diferentes durante el encuentro si hubieran sabido que realmente era un lobo. Esto hizo que me diera cuenta de que la mente humana construye el miedo simplemente identificando algo por su nombre —en este caso, un lobo es más aterrador que un perro— y puede hacer lo mismo con la enfermedad.
Ciencia y Salud afirma, “...el magnetismo animal o hipnotismo es el término específico para el error, o mente mortal” (pág. 103). Para mí, no necesitaba ser más específica que eso al identificar la enfermedad. No permitir que el error tenga identidad —verlo como irreal y, por lo tanto, impotente— ayuda a destruirlo. De esta manera, también reafirmé mi confianza en la omnipotencia y omnisciencia de Dios —nuestra única Mente— porque para lograr la curación, conocer la verdad era muchísimo más importante que nombrar la enfermedad.
Al recordar mis primeras curaciones cuando era niña, estoy profundamente agradecida por la posición que mis padres tomaron al confiar en la Ciencia Cristiana para mi bienestar. Como resultado de este fundamento espiritual me he apoyado con firmeza en la Ciencia Cristiana toda mi vida. Como dice en Romanos, “Sabemos que para los que aman a Dios, es decir, para los que son llamados según su propósito, todas las cosas trabajan juntas para el bien” (8:28, según International Standard Version).
Cada curación es una oportunidad para crecer espiritualmente y revela nuestra perfección permanente y llena de propósito en el Espíritu.
Amy Lang
Tuscaloosa, Alabama, EE.UU.