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¿Tratemos la malapráctica mental? ¿Cómo?

Del número de diciembre de 2022 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 12 de septiembre de 2022 como original para la Web.


Era una mañana de verano. Tenía mucho que hacer ese día y me desperté con un fuerte dolor de cabeza. No obstante, me tomé mi tiempo habitual para orar por mí misma y estudiar la Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Luego realicé mis tareas del día, y confié en que las ideas espirituales sobre el cuidado que el Padre-Madre Dios brinda a Su amada creación apoyarían mis actividades y el dolor de cabeza desaparecería.

Muchas veces había encontrado que este es un enfoque eficaz; genuina inspiración de Dios para luego seguir adelante con seguridad. ¡La convicción de que Dios es el que mantiene a todas Sus ideas espirituales tiene un poderoso efecto sanador! 

Pero este día, el dolor de cabeza fue empeorando cada vez más hasta alrededor de las dos de la tarde. Tuve que detener mis actividades porque me sentía muy enferma. Así que busqué una silla en el dormitorio, cerré los ojos y oré con todo mi corazón: “Dios mío, ni siquiera puedo pensar correctamente en este momento. Ayúdame”. De inmediato me vino una declaración sencilla y directa: “Esto es malapráctica”. Para ser sincera, en ese momento ¡era lo último que quería escuchar!

Los estudiantes de la Ciencia Cristiana aprenden a enfrentar la malapráctica mental y a orar acerca de ella. En pocas palabras, podríamos decir que la malapráctica es una forma errónea de pensar que parecería afectar negativamente o dañar a los demás. En los escritos de la Sra. Eddy, ella se refiere a la “malapráctica mental” 25 veces, pero solo con el propósito de neutralizar su misterio y mostrar que Dios es el único poder. (Un ejemplo está en la página 31 del libro Escritos Misceláneos 1883-1896, por Mary Baker Eddy.) 

Aunque quizá pensemos que conocemos los pormenores de cómo manejar la malapráctica, a veces puede parecer un poco extraño culpar de un problema a otros que tienen pensamientos negativos contra nosotros. O puede parecer abrumador sentir que esos pensamientos pesados y negativos están “ahí fuera” y no tenemos idea de dónde vienen y cómo defendernos de ellos. 

Ese día en particular tuve algunas de esas frustraciones: “Dudo que alguien esté pensando negativamente en mí, e incluso si lo están, me siento demasiado enferma como para hacer algo al respecto”. Pero esta alerta sobre la malapráctica parecía ser una respuesta directa a mi oración que pedía ayuda a Dios, así que nuevamente oré: “Está bien, Dios. Ayúdame a saber qué debo hacer acerca de la malapráctica”. De inmediato me vino otra declaración muy directa y simple: “Si tú no haces malapráctica, nadie te puede hacer malapráctica a ti”. 

Entonces recordé algo de mi experiencia como música. Cuando tocas una nota en el piano, otras cuerdas del piano resuenan en vibración simpática. Tomé ese concepto de la “vibración simpática”. 

Vi que en la práctica de la Ciencia Cristiana lo importante es estar solo en resonancia con la única Mente divina, Dios; no vibrar involuntariamente con un supuesto modelo mortal de muchas mentes, voluntades y opiniones humanas. En realidad, yo no era un pensador personal, sino la idea misma, el pensamiento mismo, de Dios, el Amor.

Mary Baker Eddy usa una hermosa analogía musical en su poema “Cristo, mi refugio”, que también es un himno muy querido del Himnario de la Ciencia Cristiana (N° 253). Habla de permitir que los tonos divinos impregnen nuestra consciencia: 

Resuena el arpa del pensar 
con la canción, 
que tierna y dulce calma ya 
todo dolor. 
(Escritos Misceláneos, pág. 396)

Pude ver muy vívidamente que de lo único que se trataba la malapráctica con la que estaba luchando era la creencia de que resonaba con pensamientos que no eran míos. La mayor parte parecía como si estuviera en simpática vibración con los pensamientos negativos que flotaban en la atmósfera mental del mundo. De repente me di cuenta de que tal vez muchas personas se sentían negativas respecto al calor ese día y sus supuestos efectos sobre la salud. Además, yo estaba particularmente consciente de que las mujeres y las madres pueden sentirse agobiadas y abrumadas, y supuestamente causar presión y tensión en los nervios. Por otra parte, era posible que alguien estuviera específicamente celoso de algunos pasos que había dado recientemente en mi vida, o a lo mejor me sentía afectada por esos desacuerdos entre los miembros de la iglesia. Finalmente, quizá esos comerciales de analgésicos en la televisión me habían convencido sutilmente de que el dolor es simplemente parte de la vida y que necesitamos ser medicados para ello.

Pero de repente nada de eso importó. No importaba si estaba resonando con los ignorantes pensamientos del mundo, las proyecciones comerciales o pensamientos específicos desagradables y envidiosos sobre mí, porque podía negarme a ser un pensador personal de pensamientos y responder solo a los pensamientos de Dios como Su expresión. 

La Ciencia Cristiana enseña la unidad y totalidad de Dios como Mente divina. Mary Baker Eddy manifiesta enfáticamente en “la declaración científica del ser” en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, pues Dios es Todo-en-todo” (pág. 468). Como la idea misma de Dios, y no un pensador personal, el hombre no está en el campo de batalla de la fluctuante acción mental, sino que es como la luz que emana del sol, y es gobernada, controlada e influida solo por su fuente. 

Ciencia y Salud explica: “La Ciencia Cristiana va hasta el fondo de la acción mental, y revela la teodicea que indica lo correcto de toda acción divina, como la emanación de la Mente divina, y el consiguiente error de la así llamada acción opuesta: el mal, el ocultismo, la nigromancia, el mesmerismo, el magnetismo animal, el hipnotismo” (pág. 104). 

Si realmente tenemos un Dios, entonces sólo podemos tener una Mente. Se necesita algo de humildad para dejar de ser un pensador personal y ceder en cambio a nuestra naturaleza como idea de Dios; sin embargo, ¿no es esto lo que Cristo Jesús nos estaba diciendo que hiciéramos? Él nos animó a abandonar el sentido personal de nosotros mismos por nuestra identidad como la expresión del único Yo soy, o Mente. Y como Pablo aconsejó: “Haya en vosotros esta mente que también estaba en Cristo Jesús” (Filipenses 2:5, según KJV).

Bueno, me está tomando más tiempo escribir esto que lo que me tomó vislumbrar lo que vislumbré al sentarme en mi silla. Pude ver exactamente a qué me había estado aferrando al ser una pensadora personal y pensar acerca de los demás: algunos pensamientos de preocupación acerca de mi familia, otros pensamientos críticos sobre temas relacionados con la iglesia, algunos pensamientos sentenciosos (sobre mí misma también), incluso deteniéndome en opiniones positivas sobre los demás, pero, no obstante, sumergida en pensamientos personales. 

En lo que puedo describir de la mejor manera como un giro de 180 grados de esta posición a una entrega categórica a ser el efecto y no la causa, abandoné totalmente esa postura y sentí mi lugar como la preciosa idea de Dios; yo reflejaba y expresaba a Dios y nada podía opacar este hecho. La inspiración se manifestó como la siguiente reformulación de la bendición que recibió Cristo Jesús: “Esta es mi idea amada, en quien tengo complacencia” (véase Mateo 17:5). Y entendí que era para todos. El intenso dolor de cabeza desapareció instantáneamente. 

En esos diez minutos de oración, de simplemente manejar la malapráctica al negarme a hacer malapráctica, me había apartado de esa falsa y fluctuante acción mental, y había sido liberada de vibrar en simpatía con el sufrimiento de los pensamientos personales. Y no fue una lucha grande, complicada y aterradora con el mal, sino que me mostró cuán importante y factible es manejar la malapráctica y ver una curación rápida. 

Fue maravilloso para mí darme cuenta de que dependía completamente de mí misma para hacer este trabajo, y que entrañaba la humilde disposición de tener un solo Dios, una Mente, y ceder a ser la idea de la Mente, y no un pensador personal. Desde esta curación, he sido más rápida para manejar la malapráctica en lugar de encubrirla o asustarme por ella. 

Qué alegría saber que podemos dejar que la Mente divina sea todo para nosotros, como lo fue para Cristo Jesús.

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