Era una mañana de verano. Tenía mucho que hacer ese día y me desperté con un fuerte dolor de cabeza. No obstante, me tomé mi tiempo habitual para orar por mí misma y estudiar la Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Luego realicé mis tareas del día, y confié en que las ideas espirituales sobre el cuidado que el Padre-Madre Dios brinda a Su amada creación apoyarían mis actividades y el dolor de cabeza desaparecería.
Muchas veces había encontrado que este es un enfoque eficaz; genuina inspiración de Dios para luego seguir adelante con seguridad. ¡La convicción de que Dios es el que mantiene a todas Sus ideas espirituales tiene un poderoso efecto sanador!
Pero este día, el dolor de cabeza fue empeorando cada vez más hasta alrededor de las dos de la tarde. Tuve que detener mis actividades porque me sentía muy enferma. Así que busqué una silla en el dormitorio, cerré los ojos y oré con todo mi corazón: “Dios mío, ni siquiera puedo pensar correctamente en este momento. Ayúdame”. De inmediato me vino una declaración sencilla y directa: “Esto es malapráctica”. Para ser sincera, en ese momento ¡era lo último que quería escuchar!
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