Un estudio más profundo de la epístola bíblica a los Efesios ha capturado mi pensamiento este año. En seis capítulos, leemos cómo “[despojarse] del viejo hombre”, una forma de pensar basada en la materia, y “[vestirse] del nuevo hombre”, una forma de pensar basada en el Espíritu, Dios (véase Efesios 4:22, 24). Este nuevo hombre es el hombre hecho a imagen y semejanza de Dios, como se expresa en el primer capítulo del Génesis. Es a lo que se refiere San Pablo cuando escribe: “Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria” (Colosenses 1:27, LBLA). Este nuevo hombre también se conoce, colectivamente, como “hijos de la luz” (véase Efesios 5:8, LBLA). Los hijos de la luz son aquellos que han dejado de lado las maneras oscuras de pensar y actuar, y se han consagrado a la luz del Cristo, la Verdad.
¿Pero cómo? ¿Cómo hacemos esto en un mundo que parece estar atormentado por el miedo, la enfermedad, la oscuridad y la muerte? Pablo nos da la respuesta en Filipenses. Él escribe: “Que esta mente esté en ti, como también estaba en Cristo Jesús” (Filipenses 2:5, según KJV). La mente que está en Cristo Jesús está llena de pensamientos de la Mente divina, Dios. Cristo Jesús reflejaba, o recibía, sus pensamientos de Dios directamente, y nosotros también, cuando pasamos de una percepción material de la existencia a lo que es únicamente espiritual.
Mary Baker Eddy, quien descubrió la Ciencia Cristiana, escribe sobre la necesidad de esta transición de pensamiento en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. Ella dice: “Actuar por motivos pecaminosos destruye tu poder de sanar por el motivo correcto. Por otro lado, si tuvieras la inclinación o el poder de practicar erróneamente y luego adoptaras la Ciencia Cristiana, el poder erróneo sería destruido” (pág. 452). Su uso de la palabra adoptar indica que si nuestro motivo para la curación es incorrecto —por ejemplo, si abordamos la curación desde la base de la materia en lugar del Espíritu— podemos cambiar nuestro enfoque, adoptar la Ciencia Cristiana y “el poder erróneo” es destruido. ¿Por qué? Porque hemos abrazado al Espíritu, a Dios, como el único poder.
Al orar acerca de lo que significa ser hijo de la luz, se vuelve más claro que las creencias falsas pueden eliminarse de la consciencia y el cuerpo mediante el poder de Dios.
Adoptar el poder de la Ciencia Cristiana es abrazar la ley de Dios, como lo enseñó Cristo Jesús. Es dar la bienvenida a nuestra consciencia —a nuestro hogar mental— al poder y la presencia de Dios. Es traer a nuestras vidas la totalidad de Dios. Cuando adoptamos la idea correcta, o la ley de Dios, estamos abrazando con eficacia Su omnipotencia. Entonces, simultáneamente, la falsa creencia de una ley opuesta a Dios se disuelve porque no podemos mantenernos sobre el fundamento de que tanto la materia como el Espíritu son ley.
Cristo Jesús practicó la curación desde la base del poder del Espíritu, Dios, sobre la creencia de que hay vida en la materia. Su carácter, pensamiento y acción demostraron que comprendía la “hermosura de la santidad” (Salmos 29:2), o en otras palabras, la perfección del ser. Esta perfección se origina en la Mente divina, Dios, y se expresa a través de la idea de la Mente, el hombre, el “varón y hembra” de la creación de Dios. ¿No podríamos entonces, por ser hijos de la luz, emanar luz divina también? ¿No poseeríamos una perfección y plenitud innatas recibidas de Dios, el bien? ¿No repudiaríamos naturalmente todo sentido de otro poder o inteligencia que se oponga a Dios, el bien? ¡Lo haríamos! Y lo hacemos, como imagen de Dios.
Al orar acerca de lo que significa ser hijo de la luz, se vuelve más claro que las creencias falsas pueden eliminarse de la consciencia y el cuerpo mediante el poder de la Vida, la Verdad y el Amor, los cuales son sinónimos de Dios. Cuando se ve que algo falso no tiene realidad, ya no se manifiesta como real. De esto habla Pedro cuando escribe que, como hijos de la luz, Dios, el bien, “los ha llamado a salir de la oscuridad y entrar en su luz maravillosa” (1 Pedro 2:9, NTV).
¿Qué es esta luz maravillosa? Es la luz del Cristo, la Verdad, que muestra el ser perfecto del hombre, la relación perfecta de Dios y el hombre. En esta luz no hay oscuridad, ni nada externo, ni inconvenientes. Esta luz maravillosa emana de la Mente divina, Dios, e inunda la consciencia con la Verdad, la realidad de Dios expresada como el hombre. Y así, podemos dejar que la luz del Cristo, la Verdad, esté presente en nuestro pensamiento, ¡porque en realidad ya está allí!
Como sabemos, la luz hace que las cosas sean visibles. Su iluminación se extiende sin esfuerzo incluso a los rincones más oscuros. La luz divina del poder espiritual luminoso y radiante, aclara nuestra visión, eleva nuestra perspectiva del Espíritu y nos establece en la Mente divina, el iluminador de todo el bien. Ciencia y Salud enseña: “Los rayos de la Verdad infinita, cuando se juntan en el foco de ideas, traen la luz instantáneamente, mientras que mil años de doctrinas, hipótesis y vagas conjeturas humanas no emiten tal fulgor” (pág. 504). El mundo se transforma hasta cierto punto cada vez que nuestro pensamiento individual es transformado.
La transformación espiritual tiene lugar con la quimicalización científica. La quimicalización no es una agitación en o acerca de la materia. Más bien, es el cambio de pensamiento —el cambio de la base misma del pensamiento— de la materia al Espíritu. A medida que el pensamiento se transforma, entonces nuestra experiencia también es transformada. La transformación que se produce es la curación.
Cuando una de nuestras hijas era pequeña, rara vez se animaba o participaba en actividades con los demás. Era más que simplemente ser tímida o una persona callada. Ella no parecía expresar la vivacidad y la alegría de un niño pequeño. Naturalmente, quería que mi hija fuera feliz, así que comencé a tratarla a través de la Ciencia Cristiana para ver su estado perfecto del ser como la niña feliz y activa de Dios. Me sentí atraída por esta declaración de Ciencia y Salud: “El hombre verdadero es espiritual e inmortal, pero los así llamados ‘hijos de los hombres’, mortales e imperfectos, son falsificaciones desde el comienzo, a ser desechadas a cambio de la realidad pura. En la proporción en que los mortales se dan cuenta de la Ciencia del hombre y buscan el modelo verdadero, se despojan de lo mortal y se revisten del hombre nuevo, u hombre verdadero” (pág. 409).
A través de la oración, comencé a ver más claramente el carácter y naturaleza espirituales de nuestra hija. Comprendí que ella era una idea en la Mente divina, que reflejaba energía, felicidad, perfección, plenitud y animación. Comprendí muy claramente que ninguna de las ideas de la Mente es jamás aburrida o inexpresiva. Cada idea refleja la belleza de la santidad y las glorias del Alma, Dios, con sus acciones, viveza, brillantez y vitalidad. Este era el verdadero modelo, el “hijo de la luz”, la perfección del ser.
La transformación comenzó a producirse muy pronto cuando adopté estas ideas correctas en mi pensamiento. Nuestra hija rápidamente se llenó de vida, optimismo, ánimo, vigor e individualidad. Comprendí espiritualmente que ninguna forma de oscuridad podía ocultar su verdadera identidad. Vi la transformación del “viejo hombre” al “nuevo hombre”, mientras se producía la curación. Su luz, el Cristo dentro de ella, fue revelado. ¡Hoy es activa, feliz, llena de energía y dinamismo!
No importa lo que podamos estar enfrentando individualmente, las creencias falsas que enfrentamos son tan susceptibles a la corrección como los elementos de la harina se alteran y se levanta la masa al elaborar pan. A través del pensamiento científico correcto, nuestros pensamientos se quimicalizan y alteran, y esto resulta en la curación. Todo aquello que no está bien con Dios, sube a la superficie, a fin de ser eliminado. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “El error mortal desaparecerá en una quimicalización moral. Esta fermentación mental ha comenzado, y continuará hasta que todos los errores de creencia cedan a la comprensión. La creencia es mudable, pero la comprensión espiritual es inmutable. A medida que esta consumación se acerque, el que haya modelado su curso de acuerdo con la Ciencia divina perdurará hasta el fin” (pág. 96). Y explica además: “Lo que denomino quimicalización es la agitación producida cuando la Verdad inmortal está destruyendo la creencia mortal errónea. La quimicalización mental trae el pecado y la enfermedad a la superficie, forzando las impurezas a desaparecer, como en el caso de un fluido en fermentación” (Ciencia y Salud, pág. 401).
¡Una vida transformada, un hogar y una consciencia llenos de luz! ¿No es esto lo que todos estamos buscando? Y verdaderamente, esto es lo que el hijo de la luz ya posee y refleja del Amor divino. Esta es la belleza de la santidad, la perfección del ser, que todos expresamos.