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Original Web

Sana de anemia durante el embarazo

Del número de diciembre de 2022 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 8 de agosto de 2022 como original para la Web.


Cuando estaba esperando nuestro primer hijo, elegí a un obstetra amable y respetuoso que estaba feliz de trabajar con pacientes que practicaban la Ciencia Cristiana, y tuve una experiencia de parto armoniosa. 

Para cuando nuestro segundo hijo estaba en camino, mi esposo y yo nos habíamos mudado a otra ciudad, así que elegí a una partera que nos recomendó un amigo. Durante mi primer embarazo, el obstetra me había sugerido tomar vitaminas prenatales, pero la partera me dijo que una nueva investigación había indicado que los suplementos eran ineficaces. Me pidió que simplemente comiera comidas balanceadas. 

Sin embargo, luego me advirtió que en algún momento me volvería anémica y tendría que comenzar a tomar píldoras de hierro porque era normal que las mujeres embarazadas se volvieran anémicas. Si bien aprecié sus buenas intenciones al decirme esto, el concepto en sí me pareció ridículo. La anemia es, por definición, una condición anormal. ¿Cómo es posible tener una anormalidad normal? Pero como lo único que la partera me pidió en ese momento era comer comidas balanceadas, estuve feliz de hacerlo.

Varias semanas después, revisó mi sangre y me informó que de hecho me había vuelto anémica y necesitaba comenzar a tomar pastillas de hierro. Señaló que las píldoras de hierro eran casi tan ineficaces como las vitaminas, pero me animó a tomarlas de todos modos y dijo que la investigación había demostrado que los cuerpos podían absorber mejor el hierro de las píldoras si se tomaban con jugo de naranja. Y por alguna razón todo funcionaba mucho mejor si te despertabas en medio de la noche para hacerlo. Para entonces, mis ojos estaban saltando ante lo absurdo del enfoque material para responder a esa necesidad.

No obstante, quería trabajar con la partera, así que corrí a la tienda de comestibles orgánicos, compré las píldoras de hierro y las puse en mi mesa de luz. Pero durante las siguientes dos semanas simplemente no tuve ganas de tomarlas. 

Durante el embarazo había estado recibiendo tratamiento metafísico de una practicista de la Ciencia Cristiana. Si bien no estaba preocupada por el diagnóstico, sentí que era correcto mencionárselo. Ella me aseguró que Dios, la Mente divina, estaba cuidando tanto de mí como del bebé, y que el hecho de que el niño recibiera todos los nutrientes que necesitaba no podía dañarme de ninguna manera. Dios nos estaba proporcionando todo lo necesario a los dos, y no le sacaba a uno para darle al otro. 

Cuando llegó el momento de mi próxima cita con la partera, sabía que necesitaba ser honesta con ella, así que cuando me senté le dije que no había tomado las píldoras de hierro. Parecía muy preocupada cuando tomó la muestra de sangre y predijo que estaría extremadamente anémica en ese momento. Yo estaba tranquila y en paz, confiada en que, como explica el libro de texto de la Ciencia Cristiana, “La Mente divina, que hizo al hombre, mantiene Su propia imagen y semejanza” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 151). Sabía que Dios no solo me cuidaba a mí y al bebé, sino que me daría también una manera de trabajar armoniosamente con la partera.

En pocos minutos regresaron los resultados y todos los rastros de anemia habían desaparecido. La partera estaba asombrada al ver el cambio de esa condición, que según dijo nunca sucede. Sin embargo, ella sabía que yo era Científica Cristiana y expresó su asombro de ver esta evidencia de la curación espiritual. Yo estaba encantada. Sabía que la Mente divina estaba haciéndose cargo de la situación, pero no sabía cómo. Mis niveles de hierro se mantuvieron normales durante el resto del embarazo.

Me encanta esta experiencia porque ilustra claramente cómo sana la Ciencia Cristiana. A veces pensamos que necesitamos pasar mucho tiempo orando para comprender mejor nuestra identidad espiritual como reflejo de Dios, y a veces se requiere de una gran persistencia. Pero jamás son el tiempo y el esfuerzo los sanadores. La comprensión espiritual lo es. 

En este caso, fue obvio para mí que la anemia no podía ser parte de la creación de Dios porque comprendí claramente que para Dios no existe la anormalidad normal. Uno no tiene que manipular el cuerpo o agregarle nada para recuperar la salud. La salud —el funcionamiento normal— es parte inherente de nuestro ser porque es una cualidad de Dios que reflejamos y expresamos como Su idea espiritual. Esta es la verdad de la existencia que corrige los errores o creencias falsas del sentido material. 

Mi experiencia se resume en esta declaración de Ciencia y Salud: “Cuando llegamos a tener más fe en la verdad del ser que en el error, más fe en el Espíritu que en la materia, más fe en vivir que en morir, más fe en Dios que en el hombre, entonces ninguna suposición material puede impedir que sanemos a los enfermos y destruyamos el error” (pág. 368).

Christianne Foster Lupher
Austin, Texas, EE.UU.

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