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Resistamos con firmeza la mentalidad de “solucionador”

Del número de diciembre de 2022 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Desde que era niña, siempre he querido solucionar problemas, mejorar las cosas y mantener a salvo a aquellos que son importantes para mí. Crecí en un hogar de la Ciencia Cristiana, donde me enseñaron desde el principio que cuando las cosas salían mal, siempre podía recurrir a Dios y orar en busca de ayuda. Y sentí el consuelo y la curación que vienen al confiar en Él. Pero muchas veces pensaba: “¡Genial! Puedo usar a Dios para ayudarme a arreglar las cosas”. 

El problema era que por mucho que quisiera mejorar las cosas, honestamente veía que los problemas eran más grandes que Dios, y era muy necesario que yo arreglara las cosas personalmente. A medida que crecía, descubrí que si bien tenía cierto éxito en ver la bondad y la supremacía de Dios, mis esfuerzos por “usar” a Dios para ayudarme a solucionar problemas no estaban funcionando tan bien.

Después de muchos y humildes momentos de oración y mis exhaustivos e inútiles intentos de usar la gimnasia mental para arreglar las cosas, me di cuenta de que me aferraba a varias percepciones erróneas, y finalmente llegué a las siguientes conclusiones.

Dios no se apoya en nosotros para arreglar un mundo lleno de problemas

Pensar partiendo de la base de que Dios nos necesita para reparar un mundo quebrantado, es hacer un dios de la individualidad humana, y ponerse uno mismo delante de Dios. Es cierto que Dios necesita que cada individuo exprese Su propia totalidad y cada uno de nosotros es parte esencial del reino de Dios. No obstante, pensar que de alguna manera Él nos ha contratado para ser un mecánico constante, para reparar continuamente a un grupo de personas averiadas o para convertir un mundo de guerra, hambruna, pobreza, inequidad, enfermedad, deficiencias mentales en un mundo de paz, provisión, igualdad y salud, no es correcto. Esto significaría que nos vemos a nosotros mismos como una especie de medio para la obra de Dios. Pero Él es Todo-en-todo. Dios es el creador. Como dijo Jesús: “El Padre... hace las obras” (Juan 14:10).

Dios expresa en cada uno de nosotros la Vida perfecta y divina y nos ha dado la capacidad de discernir lo que Él ya ha hecho.

En vez de que Dios, el Amor divino, nos exija que hagamos las cosas bien, la necesidad siempre es que tomemos conciencia de la realidad de que la obra de Dios está hecha. A medida que Lo comprendemos, expresamos y glorificamos, las cosas se ajustan y la armonía que ya existe y siempre ha existido se pone de manifiesto. Esto requiere de esfuerzo, pero este esfuerzo no consiste en ejercer control humano. Se trata de que este falso sentido de una individualidad humana controladora ceda a la verdad de nuestra identidad espiritual y su lugar en y bajo el gobierno eterno de Dios. 

La idea de Dios (lo que somos) y la mente humana no son lo mismo

La Ciencia Cristiana no es una herramienta que usamos para moldear una mente o individualidad humana limitada en algo mejor. La Ciencia Cristiana se trata de comprender que allí mismo donde la mente humana limitada parece dejar entrar más o menos luz y Verdad un día determinado, en realidad existe la plena capacidad y conciencia de la identidad del hombre perfectamente mantenida y gobernada por Dios. Y tener conciencia de este hecho permite que la apariencia de una mente humana fluctuante y sus ilusorios resultados se desvanezcan y aparezcan los hechos completos del hombre, cada uno de nosotros como una idea causada por Dios.

Durante mucho tiempo pensé que, si bien en última instancia era espiritual, de alguna manera Dios estaba trabajando con lo que Él y yo veíamos como un humano imperfecto. Pensé que (¡si trabajaba lo suficiente!) me volvería espiritual. Y cuando mi progreso era frustrantemente lento, me culpaba a mí misma. 

Entonces un practicista de la Ciencia Cristiana me ayudó a ver que yo ya soy el hombre, la idea espiritual de Dios, no en quien me convertiré. Me indicó referencias en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, la obra principal de Mary Baker Eddy, quien descubrió la Ciencia Cristiana, que me mostraron la verdadera visión que Dios tiene del hombre. Estas declaraciones incluían lo siguiente: “En la Ciencia divina, el hombre es la imagen verdadera de Dios” (pág. 259), “Hombre: La idea espiritual de Dios, individual, perfecta, eterna” (pág. 115), y “El hombre es la idea, la imagen, del Amor; no es el físico. Es la compuesta idea de Dios, incluyendo todas las ideas correctas; el término genérico para todo lo que refleja la imagen y semejanza de Dios; …” (pág. 475).

Comprendí que la percepción de un Dios frustrado y un ser humano frustrantemente lento para comprender que estaba en el proceso de volverse espiritual, nunca había venido de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana y, por lo tanto, ¡no había venido de su Descubridora! Esa sugestión había venido de la mente mortal, que parece oscurecer nuestra espiritualidad y nuestra relación con Dios. Las enseñanzas de la Ciencia Cristiana siempre han sido que la visión que Dios tiene del hombre es que él es una creación buena y perfecta. Dios nunca está tratando de convertir a un ser humano incompleto e imperfecto en algo completo.

La Sra. Eddy identifica la base profundamente cristiana de la Ciencia Cristiana cuando escribe: “Jesús contemplaba en la Ciencia al hombre perfecto, que a él se le hacía aparente donde el hombre mortal y pecador se hace aparente a los mortales. En este hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios, y esta perspectiva correcta del hombre sanaba a los enfermos” (Ciencia y Salud, págs. 476-477). A medida que se revela que la vista de Dios es nuestra vista, nos liberamos a nosotros mismos y a nuestro prójimo de las falsas impresiones que oscurecerían los hechos presentes acerca de nuestra plena capacidad y libertad.

La oración en la Ciencia Cristiana no es como un videojuego que jugamos en el cual trabajamos duro para “subir de nivel” y ganar puntos espirituales para que Dios pueda regocijarse de que finalmente nos dimos cuenta de las cosas y ahora puede recompensarnos con la espiritualidad. Dios no ve a los mortales retroceder, avanzar o tratar de levantarse por sí mismos de la inteligencia, provisión y medios limitados. Dios nos ve a cada uno como Su idea perfecta, obediente y espiritualmente fuerte. Esto es lo que Dios ha visto y siempre verá.

Sólo la Mente divina es la fuente del hombre

La sociedad se centra mucho en aprender a confiar en la llamada mente humana, la individualidad o la personalidad para tener éxito y bienestar. Pero este es el intento de la mente mortal para distraernos del hecho de que, por ser la idea de Dios, ya somos completos, sanos, firmes y dependemos solo de Él para todo lo que tenemos y somos. Puesto que Dios ya ha hecho y dado al hombre el reino, el hombre no debe ni puede reconstruirlo. Ciencia y Salud hace la siguiente declaración que ayuda a quebrantar la falsa pretensión de la mente humana de que es capaz de hacer esto: “Aquellos instruidos en la Ciencia Cristiana han alcanzado la gloriosa percepción de que Dios es el único autor del hombre” (pág. 29). 

La falsa pretensión de la mente mortal de que la humanidad es su propio autor y creador es una mentira acerca de la fuente de nuestro bienestar. La Mente, Dios, es nuestra razón de existir, y nuestro bienestar depende de Dios, el Amor divino —no de una mente o individualidad humana— para su bienestar eterno y omnipresente. El hombre como idea de Dios es real, sustancial, y el falso concepto de una mente humana es la falsificación. Nuestra seguridad, certeza, protección y éxito no dependen de una individualidad separada de Dios, el bien. Él no nos ha empleado para crear una vida perfecta. Dios expresa en cada uno de nosotros la Vida perfecta y divina y nos ha dado la capacidad de discernir lo que Él ya ha hecho

La Ciencia Cristiana no se trata de humanos con buena disposición que desarrollan percepción espiritual y habilidades personales para hacer que el mundo sea cabal. La Ciencia Cristiana consiste en comprender la percepción que Dios le ha dado al hombre para discernir el reino de los cielos, la salud y la armonía presentes que Dios nos dio y da a todos. Como dice Ciencia y Salud: “El hombre no está hecho para labrar la tierra” (págs. 517-518). Entiendo que esto significa que Dios no nos hizo para usar el esfuerzo humano, o incluso usar la oración, para tratar de limpiar un desorden. 

Somos ideas de Dios, y vivimos en el universo de la armonía de Dios. Somos plenamente capaces de discernir esta verdad y rechazar el pensamiento erróneo que oscurecería este hecho eterno. Tú eres, y siempre has sido, la idea amada y adorable de Dios, y no hay otra mente capaz de convencerte de lo contrario. 

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