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Resistamos con firmeza la mentalidad de “solucionador”

Del número de diciembre de 2022 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Desde que era niña, siempre he querido solucionar problemas, mejorar las cosas y mantener a salvo a aquellos que son importantes para mí. Crecí en un hogar de la Ciencia Cristiana, donde me enseñaron desde el principio que cuando las cosas salían mal, siempre podía recurrir a Dios y orar en busca de ayuda. Y sentí el consuelo y la curación que vienen al confiar en Él. Pero muchas veces pensaba: “¡Genial! Puedo usar a Dios para ayudarme a arreglar las cosas”. 

El problema era que por mucho que quisiera mejorar las cosas, honestamente veía que los problemas eran más grandes que Dios, y era muy necesario que yo arreglara las cosas personalmente. A medida que crecía, descubrí que si bien tenía cierto éxito en ver la bondad y la supremacía de Dios, mis esfuerzos por “usar” a Dios para ayudarme a solucionar problemas no estaban funcionando tan bien.

Después de muchos y humildes momentos de oración y mis exhaustivos e inútiles intentos de usar la gimnasia mental para arreglar las cosas, me di cuenta de que me aferraba a varias percepciones erróneas, y finalmente llegué a las siguientes conclusiones.

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