A Aria le encanta ir al parque. Un día fue con su papá y una amiguita. Bajó por el tobogán. Trepó y corrió. Se estaba divirtiendo mucho.
Pero entonces Aria sintió algo en la pierna. Miró hacia abajo y vio que una abeja le había picado.
La pierna comenzó a dolerle, así que Aria corrió hacia su papá. Decidieron regresar a casa y orar mientras lo hacían.
Aria había aprendido a orar en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Ella sabía que una forma de orar era escuchar los buenos pensamientos de Dios que la consolaran y la sanaran. Su himno favorito del Himnario de la Ciencia Cristiana siempre le recuerda que debe escuchar con atención. Dice:
Fiel Tu voz escucharé,
para nunca errar;
y con gozo seguiré
por el duro andar.
(Mary Baker Eddy, “‘Apacienta mis ovejas’”, N° 304)
Aria sabía que podía confiar en el cuidado de Dios, seguir Sus pensamientos y sentirse bien.
Aria se dio cuenta de que como el Amor está en todas partes, ella no podía estar enojada con la abeja. La abeja era una de las criaturas de Dios, por lo que podía perdonar a ese pequeño ser y simplemente amarlo. Y así lo hizo.
Muy rápidamente, la pierna de Aria dejó de doler y ella volvió a jugar. Ni siquiera había señal alguna de la picadura de abeja. Había seguido los pensamientos de Dios y fue sanada. ¡Y no veía el momento de regresar al parque!