Una vez escuché a un organizador profesional describir un hogar ordenado como aquel en el que cada objeto tiene su propio hogar, su propio lugar específico. Para mí, a medida que he comenzado a ver que cada objeto verdaderamente necesario en mi hogar representa una idea espiritual útil, esto tiene mucho sentido. Pero no siempre lo vi así.
Cuando de adulta me mudé a mi primera casa, me encantaba cada pequeño rincón y grieta. Pero pronto pareció que cada pequeño rincón y grieta estaba lleno de cosas, como ropa y platos sin lavar, libros y revistas sin leer, etc. No obstante, el mayor problema eran las decisiones no tomadas, las cosas que aún no habían encontrado un lugar correcto.
Era una casa más antigua, y estábamos tratando de eliminar con vapor muchas capas de papel tapiz viejo en nuestro comedor, que estaba justo en la parte delantera de la casa. Parecía que una bomba había explotado en esa habitación. Por más que lo intentaba no lograba controlar el desorden y la suciedad. Estaba frustrada, avergonzada y llena de condenación propia.
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