Estoy muy agradecida por una curación física que tuve hace varios años.
Yo era maestra de escuela primaria en ese momento, y cuando comencé mis vacaciones de verano me inundaron de responsabilidades y cambios. Tuve que comenzar los preparativos para trasladarme a un grado y aula diferentes en el siguiente año escolar; pronto daría la bienvenida a mi hija y a su joven familia a nuestro hogar durante seis meses, y yo continuaba sirviendo como Segunda Lectora de los servicios dominicales en mi iglesia.
A medida que avanzaba mi segunda semana de vacaciones, me desperté un día con un fuerte dolor en las articulaciones y las piernas, y apenas podía subir y bajar un corto tramo de escaleras para dejar salir al perro. Cuando me senté a leer la Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, miré mi pierna y vi una alarmante picadura de insecto. Vivíamos en un área boscosa que nuestro perro exploraba constantemente, y por lo que sabía de la enfermedad de Lyme, me parecía que yo estaba experimentando los síntomas asociados con ella.
Recurrí de inmediato y de todo corazón a los numerosos recursos que tenemos para vencer con éxito cualquier desafío a través de medios espirituales: la Biblia y todos los escritos de Mary Baker Eddy; practicistas de la Ciencia Cristiana, listos para proporcionar tratamiento inmediato y capaces de hacerlo; las lecciones bíblicas semanales para estudiar; un himnario lleno de himnos edificantes, y una variedad de artículos inspiradores, testimonios y chats de audio en el sitio web de las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana (JSH-Online.com). Utilicé todos estos recursos.
Cuando me comuniqué con una practicista, ella estuvo amorosamente de acuerdo en orar por mí. En los días siguientes obtuve una comprensión más profunda de Dios como el único Principio del universo, quien nos hizo y nos mantiene en perfecta salud porque somos Su imagen y semejanza, como leemos en el primer capítulo de la Biblia.
A pesar de que los síntomas parecían muy vívidos, recuerdo que sabía, sin lugar a dudas, que realmente no estaba lidiando con un problema físico. A través de mi estudio de la Ciencia Cristiana comprendía que era el pensamiento el que necesitaba atención. En este caso, reconocí de inmediato que había permitido que la irritación por la falta de ayuda y orden en mi hogar se enconara, y que esto se estaba manifestando físicamente. Para empeorar las cosas, había compartido varias historias y quejas con amigos, lo que aumentó la creciente justificación propia para sentirme frustrada.
¡Qué ajuste tan grande necesitaba mi pensamiento! Oré para obtener más humildad y apreciar cada cualidad de Dios que se expresaba en mi hogar; incluso algo tan simple como la alegría de hacer sonreír a la bebé. Trabajé con diligencia para expulsar los pensamientos críticos y reconocer que Dios es nuestro Padre, y todos vivíamos en el hogar de Dios, donde la armonía es la ley y el fundamento. Afirmé que Dios se comunicaba directamente con cada uno de nosotros y que yo no necesitaba compartir, ni siquiera tener, opiniones humanas. La ley de armonía y paz de Dios estaba en operación en ese mismo momento, tanto en mi hogar como en mi cuerpo.
Cada vez que paseaba al perro, era con gratitud y alegría mientras cantaba estas palabras de un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana:
Andando voy con el Amor
y es día santo el día de hoy;
ya nada puedo yo temer,
pues cerca siento a mi Señor;
de puro gozo lleno estoy,
¡Con el Amor andando voy!
(Minny M. H. Ayers, N° 139, adapt. © CSBD)
Realmente sentía el Amor divino caminando conmigo y apoyándome en cada actividad.
Durante este tiempo, mi esposo estaba bastante temeroso, pero también quería respetar mi decisión de confiar en Dios a través de la Ciencia Cristiana para la curación. Había visto algunas curaciones físicas, así como situaciones financieras y familiares resueltas como resultado de la oración, y quería saber qué podía hacer él por mí. Estaba muy agradecida por su amor y tierna preocupación. Le pedí que se abstuviera de buscar los síntomas y de hablar sobre la enfermedad con nadie. También lo animé a llamar a un practicista de la Ciencia Cristiana para que lo ayudara a manejar el miedo. Él aceptó hacer las tres cosas.
Sentí como si se hubiera levantado un peso y pude dedicarme por completo a conocer mejor a Dios y dejar que el Principio divino gobernara mis pensamientos. A lo largo de toda la experiencia, aunque hubo algunos períodos de desaliento, tenía una gran sensación de alegría y expectativa de curación.
Si bien el más severo de los síntomas cedió en una semana, todavía permanecieron algunas molestias. Mary Baker Eddy hace esta declaración en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras acerca de la persistencia en la oración: “Son coherentes quienes, velando y orando, pueden ‘correr, y no cansarse;… caminar, y no fatigarse’, quienes logran el bien rápidamente y mantienen su posición, o lo ganan lentamente y no se rinden al desaliento” (pág. 254). Sabía que estaba en el camino correcto y sentía como si hubiera estado ganando el bien rápidamente y manteniendo mi posición.
Pronto el persistente desaliento cedió, y más tarde me di cuenta de que todos los síntomas físicos habían desaparecido.
Estoy agradecida por haber podido pasar tanto tiempo cuidando a nuestra nieta mientras estaba en nuestro hogar y ver la luz del Amor divino en sus ojos, además de llevar a cabo mis otras responsabilidades ese verano. También estoy inmensamente agradecida por haber sido sanada, inspirada e impulsada hacia adelante en mi estudio de la Ciencia Cristiana.
Bethany Taylor
Madison, Connecticut, EE.UU.