A veces, en nuestras vidas, nos encontramos con el mal que hacen las personas, y reaccionamos enérgicamente contra él. Incluso podemos llegar a odiar a alguien por sus acciones.
¿Odiar a una persona es alguna vez la respuesta correcta? No. La admonición de Cristo Jesús, “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:44), no deja lugar a dudas sobre cómo se debe abordar el odio. La autoridad espiritual detrás de estas palabras es el Cristo, el mensaje del amor infinito de Dios por todos nosotros, que satisface la necesidad humana. Y con él, Jesús sanó todo tipo de sufrimiento moral y físico.
Someternos al odio en cualquier forma, ya sea egoísmo, discriminación o venganza, es perjudicial tanto para nuestra propia salud como para el progreso de la sociedad. La agresión puede impedirnos ver el amor. Sin embargo, la naturaleza de Dios como el Amor y el bien eterno es la verdadera naturaleza espiritual de todos nosotros. Como creación de Dios, somos la expresión misma del Amor divino, y podemos vivir verdaderamente este amor y dejar que eleve nuestra experiencia donde sea necesario. A través del amor de Dios podemos evitar que el odio se arraigue en nuestro pensamiento.
Hace algunos años, cuando era un estudiante nuevo de la Ciencia Cristiana —la cual se basa en las verdades inspiradas de la Biblia y las enseñanzas de Jesús— aprendí más profundamente lo que enseña sobre el poder de Dios como Amor divino. Una mañana, un vecino llamó a mi puerta, preguntándome con urgencia si podía llevarlo a algún lugar. Le pregunté si tenía amigos o familiares que pudieran ayudarlo. Cuando dijo que no tenía otras opciones, acepté hacerlo, aunque no me dio ningún detalle.
Después de detenerse y esperar en varios lugares en el transcurso de varias horas, él comenzó a desesperarse y yo, a exasperarme. Ambos estábamos nerviosos, y nuestra conversación se volvió aún más tensa. En una acalorada discusión, finalmente confesó que estaba involucrado en la trata de mujeres jóvenes de otros países para que trabajaran, sin el conocimiento o consentimiento de ellas, en clubes de prostitución. Mi enojo hacia este hombre y el trabajo ilegal y cruel que estaba haciendo fue tan abrumador que lo eché de mi auto y lo dejé en medio de la carretera. En aquella época yo era oficial de policía, y rápidamente informé dónde tenía lugar el tráfico y dónde vivía mi vecino.
El propósito del Amor es mostrar la totalidad de la bondad de Dios y la impotencia del mal.
Después de este incidente, no podía detener los pensamientos de ira y resentimiento hacia este hombre. Eran obsesivos y no podía liberarme de ellos. Me enfermé físicamente, y durante las siguientes semanas no pude trabajar, comer o descansar mucho. La política en mi trabajo requería que obtuviera el certificado de un médico que indicara por qué no podía trabajar. El doctor que me examinó me dijo que me internara en el hospital de inmediato, dado que hacía largo tiempo que tenía una fiebre alta. Me diagnosticó peritonitis y un tipo de agotamiento como resultado de la falta de alimentación.
Ya había tenido muchas pruebas del poder sanador de Dios a través de la Ciencia Cristiana. Por lo tanto, decidí pedir a una practicista de la Ciencia Cristiana que orara por mí, a fin de ayudarme a reconocer mi verdadera individualidad espiritual a semejanza de Dios, el Espíritu divino: puro, completo y libre, y sin ningún elemento de odio o materialidad. Ella me consoló al asegurarme que Dios es Amor y que la presencia del Amor está conmigo, y que Dios me ama y me cuida.
Pasé los siguientes tres días alimentando mi pensamiento con ideas reconfortantes de la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana. En los momentos difíciles, llamaba a la practicista, quien continuaba animándome con el hecho espiritual de que Dios es Amor, está siempre presente en mi vida y me estaba cuidando en ese momento. A pesar de este estímulo, sentí que me estaba muriendo.
Una noche, al hallarme muy angustiado, me volví a Dios con todo mi corazón y dije: “Padre, muéstrame el amor que sientes por mí”. Inmediatamente, me sentí dirigido a abrir la Biblia en 1 Corintios 13, que fue escrita por el apóstol Pablo, un seguidor de las enseñanzas de Jesús. Las palabras de Pablo mostraban claramente que puesto que Dios es Amor, Él no incluye rencor, jamás se irrita, nunca mantiene un registro de las malas acciones. El Amor es paciente y siempre generoso. El Amor no siente satisfacción al pensar en las faltas o luchas de los demás, sino que solo siente alegría en lo que es verdad. También vislumbré que el Amor nunca deja de revelarse.
Derramé lágrimas debido a la dureza y la justificación propia que había guardado en mi corazón acerca de este hombre. Estos sentimientos no habían dejado ningún espacio para el amor. La Sra. Eddy escribió en Ciencia y Salud: “El que toca el borde del manto de Cristo y domina sus creencias mortales, la animalidad y el odio, se regocija en la prueba de la curación, en un sentido dulce y seguro de que Dios es Amor” (pág. 569). Me entregué completamente al amor de Dios como el único poder gobernante tanto sobre este hombre como sobre mí, en el que no hay amargura que pueda dominar. Comencé a sentir una profunda paz y dormí hasta la mañana siguiente. Cuando me desperté, me sentí como una persona nueva. Estaba muy agradecido a Dios por mostrarme Su amor por mí a través de esta curación. Cuando regresé al médico que me había examinado, se sorprendió mucho de mi rápida recuperación y me dio el visto bueno para volver a trabajar. ¡Cuán poderoso es el amor de Dios!
Durante el mes siguiente, no vi a mi vecino, pero las autoridades me informaron que había desempeñado solo un papel menor en la horrible actividad criminal. También me enteré por la policía a cargo de investigar la trata de personas que hicieron muchas redadas basadas en la información que yo les había dado. Pudieron desmantelar varios de estos grupos de tráfico sexual, especialmente en la capital del país.
Cuando volví a ver a mi vecino, estaba con su esposa e hijos y me dijo lo arrepentido que estaba por sus acciones. Explicó que, al no poder hacer los pagos de su hipoteca, se había visto obligado a realizar actividades delictivas. Me dijo que ahora estaba trabajando como plomero en el edificio de apartamentos y que su esposa e hijos habían regresado con él después de que prometió llevar una vida decente. Por lo que pude ver en sus acciones al año siguiente, parecía estar haciendo eso.
Esta experiencia me ayudó a ver que incluso aquellos que son movidos por motivos equivocados a oprimir o dañar a otros pueden sentir el amor de Dios por ellos y ser redimidos. El Cristo siempre presente puede liberarlos de las influencias odiosas y malvadas. Al identificarme con el Amor divino como mi única fuente, pude ver claramente que mi vecino tampoco podía estar separado del Amor. El mal comportamiento no vino de Dios y, por lo tanto, no podía ser parte de la identidad de este hombre. No mucho después de eso, nos hicimos amigos.
Aproximadamente un año después, su esposa me pidió que lo llevara al hospital. Esta vez, yo estaba más que feliz de ayudar. Ella me dijo que le habían diagnosticado una afección al corazón y que estaba experimentando síntomas de un ataque cardíaco. Mientras lo llevaba, él me pidió que lo auxiliara, porque tenía dolor. Oré a Dios para que me ayudara a saber que la identidad espiritual de este hombre era la expresión completa de las ideas correctas, y que el Amor divino lo abrazaba y lo cuidaba. Yo tenía la absoluta convicción de que esta era la estructura de su ser, y pronto se durmió. Cuando llegamos al hospital, los médicos lo examinaron y no pudieron encontrar rastro alguno del diagnóstico que tenían registrado para él. Estaba completamente bien, y lo llevé a su casa donde lo recibió una familia muy feliz.
El propósito del Amor es mostrar la totalidad de la bondad de Dios y la impotencia del mal. Esta continua revelación en la consciencia humana corrige todas las manifestaciones de odio con la realidad de la armonía: la única realidad que realmente tenemos. Y nadie está excluido de esta bendición.