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Original Web

La fuente de toda esperanza

Del número de enero de 2023 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 29 de agosto de 2022 como original para la Web.


“Abandonad toda esperanza los que entráis aquí”. El poema épico de Dante, la Divina Comedia, ciertamente presenta una imagen deslumbrante de las puertas del infierno. No obstante, en la Ciencia Cristiana aprendemos que, lejos de ser un lugar eterno, físico (o metafísico), el infierno es en realidad una creencia: la creencia de que existe una entidad que piensa y actúa independientemente fuera de la Mente divina omnipresente, Dios. Por lo tanto, el infierno es un estado mental. Y como Dante implica, perder la esperanza es el primer paso en este infierno mental.

Como una de las tres cualidades perdurables (fe, esperanza y amor) que Pablo menciona en su primera carta a los Corintios (véase 1 Corintios 13:13), la esperanza es esencial para la práctica del cristianismo. Pero es difícil practicar algo sin comprender su naturaleza y fuente.

Un diccionario define la esperanza como “el grado más elevado de expectativa bien fundada” (Noah Webster, American Dictionary of the English Language, 1828). Tal expectativa requiere que apartemos la vista de lo temporal y la volvamos hacia lo eterno. Mary Baker Eddy, la Fundadora de la Ciencia Cristiana, afirma que la esperanza está relacionada con el sentido espiritual: “El sentido espiritual, contradiciendo los sentidos materiales, entraña intuición, esperanza, fe, comprensión, realización, realidad” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 298).

Hace unos años, pasé por un largo período de depresión y dudas. Si bien había vivido en varias ciudades grandes, rodeado de amigos, me sentía desconectado de un sentido de propósito. Esta sensación de no tener rumbo se manifestaba en que dedicaba mucho tiempo a ver televisión, solicitaba trabajos casuales en otras grandes ciudades, y buscaba todo tipo de distracciones para llenar ese aparente vacío en mi vida. Cada vez que solicitaba un nuevo trabajo, me imaginaba cómo sería vivir y trabajar en esa área, lo genial que sería mi vida, cuánto cambiaría todo para mejor si pudiera obtener ese puesto. Inevitablemente, la compañía me informaba que no me querían, o no recibía ninguna respuesta. 

Aunque seguía yendo a la iglesia, sentía que solo iba por asistir, y a menudo no lo hacía. Al confiar en esas falsas profecías de éxito futuro, era fácil hundirse en la desesperanza, la depresión y la desesperación. Después de varios meses, quedó claro que este camino era insostenible. 

Recurrí a Ciencia y Salud en busca de consuelo. Durante cierto tiempo, fui suavemente guiado a ver que la esperanza es el resultado de nuestra aceptación de la verdadera profecía, articulada a la humanidad a través de los profetas de Dios, registrada en la Biblia y explicada en la Ciencia Cristiana. La esperanza cierra la brecha entre la promesa (profecía) y el cumplimiento de esa promesa. 

Cada paso de progreso comienza a dar frutos: pruebas de nuestra comprensión que llamamos demostración.

Cristo Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Quién decís que soy yo?”. Simón reconoce que las palabras y obras de Jesús son la evidencia del Mesías: “Tú eres el Cristo”. En respuesta a la simple fe de Simón de que una de las profecías más grandes jamás predichas se estaba cumpliendo ante él, allí en ese mismo momento, Jesús lo renombró Pedro y dijo: “Sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (véase Mateo 16:13-20).

¿Cuán importante es esa fe simple, ese reconocimiento de la verdad de la profecía? ¡Es el fundamento de la iglesia de Cristo!

Sin embargo, la narrativa a continuación revela que Simón Pedro puede no haber entendido completamente lo que significaba para su amigo cumplir esa profecía como el Mesías. Cristo Jesús explicó que las autoridades religiosas lo rechazarían como el Hijo de Dios. Su odio a la Verdad que él representaba haría que lo mataran, antes de resucitar al tercer día. “Pedro llevó a Jesús a un lado y le dijo que dejara de hablar así. Le dijo: ‘¡Dios nunca dejaría que esto te sucediera a ti, Señor!’” (Mateo 16:22, según Contemporary English Version).

Es fácil ver la perspectiva de Pedro: Nadie quiere ver sufrir a un amigo muy querido. Sin embargo, Pedro finalmente negó su asociación con Jesús cuando fue enfrentado por una multitud hostil, y la perspectiva de sufrir él mismo. Así como yo estaba perdiendo el control de mi fe al enfrentarme a una turba de pensamientos deprimidos. 

No obstante, había esperanza para ese discípulo descarriado. Pedro aún no podía ver lo que Pablo más tarde articuló tan bien: Las pruebas en la experiencia humana pueden servir para elevarnos espiritualmente más alto. En su carta a los Romanos, Pablo dice: “También nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza” (Romanos 5:3, 4).

Simón Pedro no era un intelectual, y Jesús no le estaba pidiendo que lo fuera cuando explicó las pruebas que vendrían. Le estaba pidiendo a Pedro que usara su sentido espiritual para comprender el poder salvador de Dios: el Cristo o la Verdad divina que Jesús representaba. Mary Baker Eddy escribe: “El Espíritu imparte la comprensión que eleva la consciencia y conduce a toda la verdad. … Esta comprensión no es intelectual, no es el resultado de logros eruditos; es la realidad de todas las cosas sacada a la luz” (Ciencia y Salud, pág. 505).

El logro de la comprensión es un desarrollo completamente espiritual, y es una cualidad que se revela en un individuo mediante la reflexión espiritual y la demostración, no el acrecentamiento o la erudición. ¡Qué afrenta al ego!

Una mañana, después de quedarme despierto toda la noche solicitando trabajos casuales, salí a caminar. Mientras lo hacía, oré profundamente por mi carrera y mi futuro. Me vino un mensaje angelical: Estás orando por algo incorrecto. Estás pidiendo resultados materiales, no espirituales. ¡Deja de ser un profeta falso!

Necesitaba saber: ¿Podía compartir la inquebrantable confianza de Jesús, su esperanza, en un futuro feliz? Jesús les dice a sus discípulos que hay más trabajo que hacer después de que él se haya ido en la carne: “El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12).

¿Qué podría ser más grande que la obra que hizo Jesús? Tomé una idea de lo que sus discípulos hicieron después de que él se fue: Sanaron y enseñaron a la gente acerca de Cristo Jesús. Su trabajo los llevó a establecer iglesias para reforzar, extender y sostener su misión de compartir las buenas nuevas del Evangelio. Sin embargo, con el tiempo, el ego mortal se infiltró, y la Iglesia perdió las “señales que la seguían” que indicaban su mandato divino. Esto continuó hasta que Mary Baker Eddy, a través de pruebas increíbles, logró articular el Principio divino por el cual Jesús sanaba. Ella restableció una Iglesia basada únicamente en la revelación bíblica, la razón y la prueba, las cuales silencian el dogma, el credo y la jerarquía.

Yo había dado por sentado la importancia de la obra de la vida de la Sra. Eddy. Al enfrentar una situación difícil, mi respuesta fue la apatía en lugar de abrazar el derecho de nacimiento que Dios me había dado de enfrentar las pretensiones del sentido material y declarar la verdad que la Sra. Eddy descubrió y explicó. Después de muchos meses —a veces trabajando con un practicista de la Ciencia Cristiana y a veces no— comencé a ver que yo era parte de algo mucho pero mucho más grande que yo mismo: un universo repleto de ideas espirituales individuales que reflejan solo a Dios, el bien.

En mi nueva y ampliada visión de la Iglesia, encontré propósito y empleo. No importa la ocupación que uno tenga, el verdadero trabajo a realizar es la curación cristiana científica. Es sobre la base de la obra sanadora de cada miembro individual que la Iglesia se edifica y expresa más plenamente en nuestra vida. No podemos ser despedidos o echados del verdadero trabajo de la Iglesia. Ningún trabajador es ajeno, y nadie puede hacer más o menos de lo que se le ha dado para hacer.

Para que se me contara entre estos trabajadores puros, un compromiso más completo se requería de mí. No importaba dónde estaba, cuál era mi trabajo, cuánto dinero ganaba, qué pruebas enfrentaba, siempre y cuando el trabajo que realizara fuera una expresión de la Iglesia dirigida por Dios.

Mis esfuerzos profesionales repentinamente fueron impulsados por una visión de algo que se podía esperar. Mi fe fue restaurada lenta pero seguramente, y fui liberado del infierno mental llamado depresión. Durante este tiempo, me ofrecieron trabajar en una ciudad completamente diferente, en una carrera completamente diferente. Fue un próximo paso perfecto.

Desde entonces, he hecho varios cambios en mi carrera. Cuando llegó el momento de dejar cada uno de esos trabajos, la transición ha sido armoniosa, porque he seguido un sentido más elevado del trabajo de Iglesia, sin poner un peso indebido en el trabajo en sí o verlo como una fuente de provisión o propósito. Cada transición también ha presentado una prueba o pruebas, y he descubierto que mi pensamiento también se ha purificado a través de esas experiencias.

La carrera, en lugar de ser una búsqueda de dinero, poder, seguridad o prestigio, es una demostración del nicho que Dios ha preparado para cada uno de nosotros. A medida que la comprensión de ese nicho se vuelva más clara, cada paso en una carrera será un paso proporcional de progreso.

Desde la perspectiva humana, el desarrollo del sentido espiritual se desenvuelve a partir de la humildad: el pensamiento preparado para recibir intuiciones espirituales. La esperanza se convierte en fe a medida que actuamos conforme a estas intuiciones. La fe ilumina la comprensión a medida que renunciamos al ego y al intelecto humanos en favor de la obediencia a la dirección de la Mente divina. Cada paso de progreso comienza a dar frutos: pruebas de nuestra comprensión que llamamos demostración. Y finalmente, lo que una vez fue una meta aparentemente distante se revela como una realidad espiritual presente, “y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”.

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