Si todos fuéramos esencialmente entidades físicas, y si la materia sola fuera real y causativa, entonces podría haber un solo enfoque lógico para preservar la salud, y eso supondría remedios materiales. No obstante, si somos más que seres físicos, entonces un enfoque tan limitado sería inadecuado, y el tratamiento sanador consistiría en obtener ampliados puntos de vista acerca de nuestra verdadera naturaleza como algo más que una máquina material. “El hombre es más que una forma material con una mente adentro, que tiene que escapar de su ambiente a fin de ser inmortal”, observa la Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, en su esclarecedor libro sobre el tratamiento y la curación: Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras (pág. 258).
Si somos más que formas materiales, entonces tiene sentido que el tratamiento en sí mismo necesite asumir más que formas materiales. La Ciencia Cristiana enseña que todos nosotros, en vez de estar confinados en la materia, realmente no estamos limitados por ella, sino que somos en tal medida ilimitados que se nos clasifica como la descendencia totalmente espiritual de Dios. Esto significa, entonces, que, en lugar de esforzarse por determinar los efectos de la materia sobre la materia, los avances verdaderamente innovadores sobre el tratamiento deben reconocer la acción y los efectos del pensamiento, de Dios y de la espiritualidad.
Cristo Jesús, quien demostró una y otra vez la eficacia de la curación espiritual, ciertamente se topó con las perspectivas intensas y materialistas del mundo. La Biblia relata que, cuando el diablo lo desafió a usar su habilidad para orar a fin de transformar una piedra en comida, “Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios” (Lucas 4:4).
La curación no consiste en manipular lo fisico; se trata de una transformación de la perspectiva centrada en Dios y basada en la espiritualidad.
Es inspirador el hecho de que Jesús no intentó satisfacer una norma mundana y material. Transformar piedras en pan, por muy atractivo que pudiera haber parecido (especialmente después de haber ayunado durante 40 días), hubiera sido una manipulación dentro del dominio ilusorio de la dimensión física, más bien que una exploración de la libertad de la espiritualidad infinita otorgada por Dios. El desarrollado enfoque de Jesús respecto a la oración se basaba en Dios como la única fuerza creativa y en la sustancia espiritual resultante de la creación. Su ejemplo abrió un universo espiritual muy presente, en el que la curación no consiste en manipular lo físico; se trata de una transformación de la perspectiva centrada en Dios y basada en la espiritualidad.
La base para el tratamiento sanador de la Ciencia Cristiana se encuentra en cómo existe cada uno de nosotros como resultado de la acción creativa de Dios. Ya que Dios, el Espíritu divino, es la única fuerza creadora, se deduce que nosotros, como creaciones del Espíritu, en realidad no tenemos constituyentes materiales. Como linaje del Espíritu, no necesitamos dejar lo físico para volvernos espirituales; en realidad somos y seguimos siendo para siempre espirituales, jamás materiales, a pesar de las impresiones que se realizan sobre los llamados sentidos físicos.
Sobre esta base, el tratamiento mediante la oración en la Ciencia Cristiana aborda los conceptos equivocados —las mentiras, en realidad— que proclamarían erróneamente que el Espíritu y su creación espiritual podrían ser alguna vez algo más que perfectos y completos. La curación se produce mediante la conmovedora revelación en la que se reconoce que el estado perpetuamente perfecto de Dios se expresa de manera permanente en nosotros por ser Su creación completamente impecable. En consecuencia, una curación no es tanto una acción material como un cambio de pensamiento divinamente inspirado.
Aquí hay un ejemplo: Le pidieron a una amiga mía que hiciera una cita con un cirujano dental cuando un dentista se alarmó por lo que parecía ser un crecimiento canceroso en su boca. Antes de ver al cirujano estuvo varios días tratándose a sí misma espiritualmente con la oración. En lugar de considerarse como una entidad material en peligro, se dedicó a aprender más sobre la naturaleza impecable y espiritual que ella derivaba de Dios.
Mi amiga no se sentía intimidada a pensar que la oración era inferior a los tratamientos basados en la materia. Su consiguiente crecimiento espiritual, que se produjo como resultado del estudio de la Biblia y Ciencia y Salud, la ayudó a obtener una convicción más profunda de lo que era realmente cierto acerca de ella misma como la expresión de la naturaleza espiritualmente perfecta de Dios.
En un nivel básico, esta nueva y veraz visión cambió toda su perspectiva. Ella la llamó una “limpieza profunda de la consciencia”. Percibió más claramente que ella es solo espiritual, y no hay ningún aspecto alternativo a su identidad. Sabía que su esfuerzo no consistía en aplicar verdades espirituales para alcanzar una norma física; se trataba de hacer una pausa para ver que realmente no hay alternativa a la identidad espiritual. Después de unos días, sintió una paz profunda e intangible.
Así como Jesús no invirtió su tiempo en convertir piedras en pan, mi amiga no se centró en alterar la materia. La creación enteramente espiritual de Dios tenía el interés exclusivo de Jesús, y también tenía el suyo. Durante su cita, el cirujano dijo: “No hay nada que ver o hacer. No hay cáncer, ni siquiera un crecimiento visible”. La renovada perspectiva de la identidad espiritual que Dios le había dado, así como esa profunda paz tan arraigada, han permanecido con ella.
Los principales enfoques del mundo respecto al tratamiento quizá continúen basándose en la suposición de que somos predominante o exclusivamente cuerpos materiales, pequeñas máquinas materiales. Se necesita un enfoque más expansivo; es necesario extender el pensamiento más allá de esta perspectiva estrecha y ser receptivo al tratamiento sanador basado en la espiritualidad pura con la que Dios nos ha dotado a todos.
Ciencia y Salud explica: “El estándar de la perfección fue originalmente Dios y el hombre. ¿Ha rebajado Dios Su propio estándar, y ha caído el hombre?
“Dios es el creador del hombre, y al permanecer perfecto, el Principio divino del hombre, la idea divina o reflejo, el hombre, permanece perfecto” (pág. 470).
Tanto originalmente como hoy, la perfección de Dios que se expresa perpetuamente en Su creación sigue siendo universalmente verdadera y es el estándar supremo para el tratamiento eficaz y sanador.