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Original Web

Evita un robo en una calle de la ciudad

Del número de enero de 2023 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 5 de septiembre de 2022 como original para la Web.


La Ciencia Cristiana, la Ciencia del Cristo, el Consolador prometido por Cristo Jesús, nos enseña muchas cosas maravillosas. Es decir: cómo proteger el pensamiento contra cualquier cosa que se oponga al Cristo, la Verdad, y cómo identificarnos a nosotros mismos y a los demás como las ideas espirituales de Dios: tiernamente alimentadas, apreciadas, protegidas, cuidadas y amadas por nuestro divino Padre-Madre.

Las enseñanzas de la Ciencia Cristiana también nos muestran cómo amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos e incluir a toda la humanidad en el mismo afecto. Estamos llamados a orar por nuestros seres queridos, nuestras familias y nuestras comunidades. Por ejemplo, a mí me gusta incluir en mis oraciones a los niños de mi localidad comúnmente llamados “niños de la calle”, que ya no viven con sus familias.

Una vez fui testigo de las bendiciones de dicha oración cuando estaba en una parada de autobús de la ciudad. Un grupo de niños de la calle me rodearon y me pidieron dinero. Mientras les explicaba que no tenía nada encima, uno de ellos que estaba a mi izquierda metió la mano en mi bolso para llevarse lo que pudiera encontrar.

Camino a la ciudad, había estado pensando en parte de la definición espiritual de niños que se encuentra en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy: “Los pensamientos y representantes espirituales de la Vida, la Verdad y el Amor” (pág. 582).

Me había inspirado esta definición que expresa la verdadera naturaleza de cada niño como el representante completo de Dios: enteramente espiritual, creado para expresar cualidades tales como inocencia, bondad, amor, obediencia, cortesía, etc. Y nuestro Maestro, Cristo Jesús, amaba a los niños por su natural receptividad al bien, a la verdad de su relación con su Padre-Madre, Dios.

Esta inspiración me ayudó a mantener la calma en esta situación. No tenía miedo de perder nada, porque reconocí que Dios tenía el control y Él es la Mente divina única, quien posee todo y es del todo bueno. En Dios, nada se pierde.

También percibí la naturaleza pura, libre e inocente de estos niños. Tenía la firme certeza de que todos éramos los hijos amados de Dios, satisfechos por Él, completos, sin carecer de nada. Somos los hijos impecables de Dios y cada uno tiene un lugar correcto en Su reino, y recibe todo el bien de la única fuente de recursos infinitos que es Dios.

Estaba pensando en estas verdades y tuve la convicción de que esta oración era eficaz.

Entonces, uno de los niños comentó que estaba mal que su amigo metiera la mano en mi bolso. Cuando volví mi mirada hacia el que lo había hecho, rápidamente quitó la mano. No había sacado nada, y cuando revisé el interior, todo estaba en orden.

El Amor divino es más poderoso que las malas acciones, y es lo suficientemente fuerte como para mantener bajo control las posibles influencias malignas. Todos somos capaces de percibir y experimentar la eficacia de la Ciencia Cristiana, cada día más, para acabar con todo aquello que no es semejante al amor. El reconocimiento de que el amor sanador de Dios es lo suficientemente fuerte como para alcanzar incluso los problemas que parecen más arraigados —como la pobreza y la falta de vivienda— puede inspirar nuestras oraciones por nuestras comunidades y aun más allá.

Sigo infinitamente agradecida por las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, la que considero la “perla de gran valor” (Mateo 13:46, LBLA).

Marie Tshiota Lupongo
Kinshasa, República Democrática del Congo

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