Cuando era una joven adolescente, tenía muchas preguntas sobre mi identidad. Una noche tuve una crisis. No pude dormir, y temprano a la mañana siguiente me pregunté: “¿Quién soy yo?”.
Enseguida recibí una respuesta. En un momento de reconocimiento vislumbré mi perfección espiritual. Algo me dijo: “Esta perfección es quien tú eres”. Y vi que la perfección incluía las cualidades de pureza, belleza, bondad, armonía, amor, alegría, inocencia, salud, libertad y santidad. Desperté a esta realidad espiritual —a un claro sentido de mi verdadera identidad— y me trajo un gran gozo y consuelo.
En ese entonces aún no conocía la Ciencia Cristiana, pero varios meses después, una amiga me llevó a un servicio dominical en una iglesia de la Ciencia Cristiana. Llegamos temprano, y durante el preludio comencé a sentir paz. Me sentí renovada, llena del Espíritu, y todo sentido de sufrimiento y recuerdos de experiencias desagradables desaparecieron.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!