Aportar renovada fortaleza y salud a nuestras vidas y a nuestro medio ambiente es un proyecto en el que todos debemos participar. En la universidad, probé esto al trabajar con otros estudiantes para comenzar un programa de reciclaje. Más tarde, participé aún más mientras trabajaba con ingenieros de todo el mundo en electrodomésticos que no dañan el medio ambiente. Hoy, estoy pensando mucho en una mejora que es más básica: ¿Qué se necesitará para alcanzar una renovación que realmente asegure un medio ambiente saludable?
La respuesta comienza con algo que ocurre individualmente, algo que, si podemos comprometernos con ello, producirá un gran cambio colectivo. Es una renovación que está esencialmente en el pensamiento y es fundamentalmente espiritual. Una forma de pensar más inspirada en Dios hace mucho bien. Produce cambios positivos en todo.
Lo primero que es útil comprender es que no vivimos, como parecemos vivir, en un universo material, ni experimentamos condiciones fuera de la consciencia. El universo es en realidad un concepto mental, y nuestras experiencias son el producto de la forma en que pensamos y vivimos. La experiencia humana es como una especie de lienzo que tenemos delante, y cuantas más cualidades de Dios vemos y expresamos, mejor resultan las cosas. En consecuencia, la mejora de nuestras vidas se mueve paralelamente con la oración y el pensamiento inspirados. Estoy hablando de una renovación espiritual que tiene un efecto tangible en nuestros cuerpos y en nuestro ambiente.
El origen del hombre es el Espíritu divino e infinito: Dios. Las cualidades de Dios, como la inteligencia, la alegría, la fortaleza, la salud y la armonía, son los bloques de construcción de nuestra identidad y propósito. Al reclamar y vivir estos atributos como nuestra verdadera individualidad, coloreamos el universo con ellos. Y en este momento necesitamos particularmente emplear estas cualidades al trabajar juntos de manera armoniosa e inteligente con el medio ambiente. Tal vez un ejemplo bíblico ayude aquí.
Cuando una tormenta amenazó con abrumar a Jesús y a sus discípulos en una barca en el Mar de Galilea, Jesús “levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza” (Marcos 4:39). Todos podemos esperar aportar algo de este efecto armonizador a nuestro ambiente.
La espiritualización del pensamiento resulta en mejores condiciones en nuestra atmósfera colectiva.
Jesús mostró un amor y una fortaleza espiritual que eran la manifestación de Dios en él, llamado el Cristo. Este carácter propio del Cristo podemos encontrarlo en cada uno de nosotros también, y Jesús vino a enseñarnos cómo demostrarlo en nuestra vida. Como dice en Hebreos 3:14, “Continuamos compartiendo todo lo que Cristo tiene para nosotros” (J.B. Phillips, The New Testament in Modern English).
Jesús comprendió que nuestro creador y fuente es Dios, el Espíritu infinito o Mente. Volver nuestro pensamiento hacia la Mente divina renueva nuestra perspectiva espiritual acerca de nuestra vida y el medio ambiente. La oración nos hace tomar consciencia de nuestro sagrado llamado como testigos de la inteligencia y bondad perdurables de la Mente, y nuestros esfuerzos continuos por expresar las cualidades de la Mente en pensamiento y en acción reponen lo que necesita reponerse.
Hace unos años, comencé a tener problemas con varias articulaciones. Acortaba el recorrido o dejaba de correr debido al dolor en un tobillo, cadera o rodilla. Lo vi como una necesidad de renovación espiritual. Puesto que nuestros cuerpos, nuestro mundo y nuestro entorno son expresiones de la consciencia, responden a la inspiración espiritual de Dios siempre a nuestro alcance.
Después de orar mucho —incluida la renovada consideración de lo que Dios está continuamente sacando a relucir en nosotros, como son la integridad y la indestructibilidad— he estado corriendo fuerte de nuevo. Ha pasado más de un año desde que tuve dolores. Este rejuvenecimiento del pensamiento tuvo como resultado un rejuvenecimiento del cuerpo, y eso es lo que se necesita una y otra vez en nuestro mundo.
El pensamiento renovado de la humanidad ha llevado a grandes invenciones, a nuevas y mejores formas de hacer y cuidar de muchas cosas. No obstante, la inspiración divina hace más que eso. Así como percibir más profundamente que soy el reflejo de Dios y vivir las cualidades de Dios sanó mi cuerpo —al igual que un ambiente más estable para Jesús y sus discípulos— la espiritualización del pensamiento resulta en mejores condiciones en nuestra atmósfera colectiva. A través de la oración, la purificación y vigorización espiritual del pensamiento se extienden por toda nuestra experiencia, incluso a las necesidades del planeta. Esto nos ayuda a establecer y mantener una relación correcta con el medio ambiente.
Como Jesús, a medida que continuamos trayendo a la consciencia las cualidades desinteresadas de pureza, justicia y amor, nos convertimos en buenos guardianes de la tierra y a cambio somos bendecidos. Jesús demostró que realmente no hay límite para el bien que puede manifestarse, porque estamos en lo que es en realidad una experiencia espiritual basada en Dios.
La clave para tener un mundo sano y estable es seguir espiritualizando nuestro enfoque y volviéndonos a Dios como la fuente de todo el bien, en lugar de tratar de obtener cada vez más de un ambiente aparentemente material. Con la guía de Dios, cuidaremos más concienzudamente de la tierra y usaremos los recursos con más sabiduría, y así nos liberaremos del desastroso ciclo de contaminar y agotar el medio ambiente y luego ser víctimas del mismo.
Nuestra respuesta a cualquier dificultad, ya sea enfermedad, sequía, incendio o inundación, es obtener una comprensión más clara de Dios y Su amoroso cuidado por toda la creación. Mary Baker Eddy escribe: “Sintamos la energía divina del Espíritu, que nos lleva a renovación de vida y no reconoce ningún poder mortal ni material como capaz de destruir. Regocijémonos de que estamos sometidos a las divinas ‘autoridades… que hay’” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 249).
Estamos en el universo de Dios, y nuestra función es ser testigos del interminable desenvolvimiento del bien de Dios. La renovación espiritual comienza mental e individualmente, y si cada uno de nosotros hace su parte, podemos encontrar colectivamente formas de rehabilitar nuestro medio ambiente, para nuestras vidas y comunidades individuales, y para toda la tierra.
The New Testament in Modern English by J.B. Phillips copyright © 1960, 1972 J.B. Phillips. Administered by The Archbishops’ Council of the Church of England. Usado con permiso.