Aportar renovada fortaleza y salud a nuestras vidas y a nuestro medio ambiente es un proyecto en el que todos debemos participar. En la universidad, probé esto al trabajar con otros estudiantes para comenzar un programa de reciclaje. Más tarde, participé aún más mientras trabajaba con ingenieros de todo el mundo en electrodomésticos que no dañan el medio ambiente. Hoy, estoy pensando mucho en una mejora que es más básica: ¿Qué se necesitará para alcanzar una renovación que realmente asegure un medio ambiente saludable?
La respuesta comienza con algo que ocurre individualmente, algo que, si podemos comprometernos con ello, producirá un gran cambio colectivo. Es una renovación que está esencialmente en el pensamiento y es fundamentalmente espiritual. Una forma de pensar más inspirada en Dios hace mucho bien. Produce cambios positivos en todo.
Lo primero que es útil comprender es que no vivimos, como parecemos vivir, en un universo material, ni experimentamos condiciones fuera de la consciencia. El universo es en realidad un concepto mental, y nuestras experiencias son el producto de la forma en que pensamos y vivimos. La experiencia humana es como una especie de lienzo que tenemos delante, y cuantas más cualidades de Dios vemos y expresamos, mejor resultan las cosas. En consecuencia, la mejora de nuestras vidas se mueve paralelamente con la oración y el pensamiento inspirados. Estoy hablando de una renovación espiritual que tiene un efecto tangible en nuestros cuerpos y en nuestro ambiente.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!