Quiero compartir dos curaciones geniales que he tenido con mis perros.
Una mañana antes de la iglesia, mi perro Coal salió y se fue corriendo por la calle. No llevaba puesto el collar con su identificación, así que nos preocupaba lo que podría suceder si se alejaba demasiado de casa.
Mi papá y yo salimos a buscarlo. Comencé a orar de la manera en que aprendí en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, porque sabía que no teníamos mucho tiempo para encontrarlo antes de irnos a la iglesia. Sabía que la idea de que mi perro podía perderse no provenía de Dios, que es Amor y del todo bueno. Así que, en lugar de escuchar ese pensamiento y tener miedo, podía escuchar a Dios, quien me ayudaría a encontrarlo. Poco después de tener ese pensamiento, vimos a Coal en el camino y pudimos alcanzarlo en el jardín de alguien. Cuando nos vio venir, incluso se sentó y nos esperó. Lo trajimos a casa sano y salvo, y yo estaba muy agradecido a Dios.
Tengo otro perrito llamado Fille. Un día, decidí llevarla a dar un paseo. La llamé como siempre lo hago. Por lo general, viene, pero esta vez no lo hizo. La busqué en su cama, pero no estaba allí. Empecé a preocuparme. Luego salí a buscarla en caso de que hubiera salido de alguna manera. Si sale, por lo general se queda en nuestra calle, pero no la vi por ningún lado. Entonces me preocupé aún más y revisé cada rincón de la casa.
Luego recordé que podía orar por cualquier situación, incluyendo esta. Dejé de buscar y comencé a orar. En mis pensamientos simplemente dije: “Dios mío, ¿dónde está Fille?”. De inmediato me vino la idea: “Está en el vestidor de tus padres”.
Subí las escaleras para mirar, ¡y allí estaba! Fille se había quedado encerrada cuando alguien cerró la puerta del vestidor. Estaba tan feliz de encontrarla, y dije: “¡Gracias, Dios!”. Ella estaba muy contenta de haber salido del vestidor, y fuimos a dar un divertido paseo.
Estoy agradecido de saber que puedo recurrir a Dios en cualquier situación, y que Él siempre estará allí protegiéndome, guiándome y cuidándome.
