Hace veintidós años, mi esposo y yo dimos la bienvenida a nuestro segundo hijo. El niño nació prematuramente y nos dijeron que sus pulmones no estaban completamente desarrollados. Lo mantuvieron en el hospital durante una semana para monitorearlo antes de que pudiéramos llevarlo a casa. Cuando cumplió seis meses, le diagnosticaron asma.
La madre de mi esposo me había dado a conocer la Ciencia Cristiana, pero esto ocurrió a principios de mi estudio de esta Ciencia, y aún no me sentía cómoda confiando en Dios para la curación. De manera que, como recomendaron los médicos, confiamos en máquinas de respiración y medicamentos para controlar la condición de nuestro hijo. La situación era profundamente perturbadora, y me encontré luchando contra la depresión y un tremendo miedo por su futuro.
En ese momento, mi esposo sugirió que llamáramos a una practicista de la Ciencia Cristiana. Nuestro hijo todavía estaba bajo supervisión médica, y continuábamos con sus medicamentos, pero la practicista aceptó amorosamente orar por mí y apoyar mi crecimiento espiritual en este momento difícil. Hablé con ella a menudo durante los siguientes seis meses, y me proporcionó pasajes para estudiar de los libros de texto de la Ciencia Cristiana: la Biblia y Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy.
El resultado de mi estudio y crecimiento espiritual fue el reconocimiento de que podíamos confiar nuestro hijo al cuidado de Dios. Después de que cumplió un año, tomamos la decisión de apoyarnos únicamente en la Ciencia Cristiana. Continué trabajando con una practicista.
Una noche, la afección de nuestro hijo tuvo una crisis, y él comenzó a jadear y a toser incesantemente. Alerté a la practicista y recurrí al consuelo de mi Biblia. Me sentí guiada a leer el Sermón de Jesús en el Monte. Lo que sucedió después cambió mi vida para siempre. Me quedé tan absorta en lo que estaba leyendo, que permanecí “ausente del cuerpo, y ... presente con el Señor” (2 Corintios 5:8, KJV). Me olvidé por completo de la tos de mi hijo y del miedo que prácticamente me había paralizado durante un año. Fue reemplazado por una profunda conciencia de la presencia del Amor divino. Como dice Ciencia y Salud: “El Amor inspira, ilumina, designa y va adelante en el camino” (pág. 454).
Lo que sentí esa noche está bellamente reflejado en la descripción de la experiencia que tuvo una mujer en una reunión de Científicos Cristianos en la casa de la Sra. Eddy, en New Hampshire: “Fue una revelación para mí. Vi por primera vez el verdadero Amor-Madre. … Al volverme… y caminar hacia la línea de árboles adelante del jardín, había un pájaro posado en la rama de un árbol, y vi el mismo amor, derramado sobre ese pájaro que había visto fluir de la Sra. Eddy hacia mis hijos. Miré la hierba y las flores y había el mismo Amor descansando sobre ellas. …
“Miré a la gente que se arremolinaba en el pasto y vi que se derramaba sobre ellos. … Percibí, por primera vez, la absoluta irrealidad de todo excepto de este Amor infinito. No solo estaba presente en todas partes, como la luz, sino que era una presencia inteligente que me hablaba, y me encontré llorando mientras caminaba de un lado a otro bajo los árboles y decía en voz alta: ‘¿Por qué nunca te conocí antes? ¿Por qué no te he conocido siempre?’” (Robert Peel, Mary Baker Eddy: The Years of Authority, p. 110).
Este mismo Amor infinito iluminó la habitación en la que yo estaba y brilló en cada grieta de la casa y en todos los que estaban en ella. Nunca antes había sentido tanto amor y paz. Después de un rato, me di cuenta de que la tos y los jadeos de mi hijo habían cesado. Por primera vez en su vida, durmió tranquilamente toda la noche.
Esta prueba del efecto sanador y práctico de la Ciencia Cristiana nos convenció de que esta era la mejor forma de atención médica que podíamos brindarle a nuestro hijo. Aunque la curación completa del asma no se logró esa noche, vimos que podíamos confiar en Dios en los momentos difíciles. Hubo otros episodios en los años siguientes que fueron controlados rápidamente mediante la Ciencia Cristiana con la ayuda de un practicista. Ciencia y Salud dice: “La Ciencia muestra que las opiniones y creencias mortales y materiales conflictivas emiten los efectos del error en todo momento, pero esta atmósfera de la mente mortal no puede ser destructiva para la moral y la salud cuando es enfrentada pronta y persistentemente con la Ciencia Cristiana”, y oré a menudo con la declaración que sigue: “La Verdad y el Amor son un antídoto contra este miasma mental, y así vigorizan y sostienen la existencia” (págs. 273-274). Las vislumbres espirituales que capté de la Verdad eliminaron mi temor, y la condición general del niño mejoró en consecuencia.
En un artículo que había estado estudiando titulado “El nuevo nacimiento”, la Sra. Eddy escribe: “El nuevo nacimiento no es obra de un momento. Empieza con momentos y continúa con los años; momentos de sumisión a Dios, de confianza como la de un niño y de gozosa adopción del bien; momentos de abnegación, consagración, esperanza celestial y amor espiritual” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 15). La noche en que vislumbré profundamente el Amor divino cambió mi vida debido a este nuevo nacimiento que estaba ocurriendo en mi consciencia.
Nuestro hijo sanó por completo del asma y continúa llevando una vida saludable y activa, destacándose en los deportes como baloncesto, senderismo, carrera y motocross.
En 2003, tomé instrucción de clase de la Ciencia Cristiana. Nuestra familia ha experimentado infinidad de otras curaciones a través de la oración; entre ellas depresión, resfriados y efectos de accidentes. Estoy muy agradecida por esta curación transformadora y la convicción de que el Amor divino satisface cada necesidad humana.
