La mayoría de las personas en un momento u otro han lidiado con el temor a ser reemplazadas. Escuchamos, por ejemplo, de trabajadores industriales que les preocupa ser reemplazados por robots, empleados maduros que les preocupa que alguien más joven les quite el trabajo, aquellos que tienen una relación están preocupados de que los dejen por alguien más atractivo o exitoso, mientras que otros creen que los inmigrantes se están apoderando de su patria.
La creencia de que alguien o algo puede reemplazarnos o mantenernos alejados de nuestro justo lugar —uno que deseamos o sentimos que merecemos— es sin duda desalentadora. Si la aceptamos, hemos sido víctimas de la noción de que la vida es material y mortal, que todos estamos compitiendo por una porción de un pastel limitado —cierta cantidad de espacio, pocas oportunidades— y que el tiempo se está acabando.
En los últimos años, en ciertos países se han suscitado deliberadamente algunas de estas creencias falsas y promovido en forma de teorías de conspiración, como la creencia de que existe un movimiento organizado para reemplazar la raza mayoritaria blanca con personas negras y morenas con el fin de cambiar el equilibrio del poder político y social. A medida que tales teorías se han arraigado en la consciencia de muchas personas, han promovido el miedo y el odio, lo que ha llevado en casos extremos a la violencia, entre ellos los asesinatos en masa.
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