Durante unos treinta años me sentí encadenada por el miedo a hablar entre compañeros y en grandes áreas. Este temor era debilitante, al punto de que tenía reacciones físicas extremas incluso ante la idea de hablar frente a los demás. Esto controlaba mis decisiones profesionales, mi vida social e incluso mi concepto de quién era.
Entonces, hace unos nueve años, comencé a estudiar la Ciencia Cristiana y a realizar un estudio profundo de la Biblia junto con Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy. Me resultó útil aprender hebreo bíblico y griego para ver las conexiones entre la Biblia King James y los escritos de la Sra. Eddy. Tenía curiosidad por comprender más acerca de Dios y mi relación con Él. Comencé a dejar que los nuevos conceptos de identidad que estaba aprendiendo me definieran y cuestioné pensamientos que no estaban en línea con esas enseñanzas.
El miedo a menudo incluye la expectativa del mal, que presupone que el mal tiene existencia y poder. Comprender que esta premisa era contraria a todo lo que estaba aprendiendo fue el primer golpe a esas cadenas del miedo.
No obstante, un miércoles por la noche no pude levantarme para dar un testimonio en la iglesia. En una de esas reuniones, mi maestra de la Ciencia Cristiana estaba sentada a mi lado. Después, le dije lo frustrada que estaba. Ella me aseguró que Dios tenía el control de todo lo que me preocupaba, y que un día me levantaría y compartiría un testimonio.
Pasaron los años. Me convertí en miembro de una iglesia filial y comencé a trabajar en comités. Fui elegida miembro de la Comisión Directiva y más tarde acepté la función de Presidente de la Comisión, con la estipulación de que no tendría que facilitar las reuniones de trabajo de los miembros. Cuando llegaron las elecciones para elegir a dos Lectores para nuestros servicios religiosos, fui elegida Segunda lectora. Me sorprendió, pero acepté, preguntándome cómo iba a funcionar esto.
Ese estado de receptividad —de dejar que Dios me guiara— fue otro golpe a las cadenas del temor que me sujetaban. Las cosas progresaron rápidamente después de eso.
La Sra. Eddy dice: “Las corrientes calmas, poderosas, de la verdadera espiritualidad, cuyas manifestaciones son la salud, la pureza y la inmolación del yo, tienen que profundizar la experiencia humana, hasta que se vea que las creencias de la existencia material son una flagrante imposición, y el pecado, la enfermedad y la muerte den lugar eterno a la demostración científica del Espíritu divino y del hombre de Dios, espiritual y perfecto” (Ciencia y Salud, pág. 99).
Oré para no tener ningún sentido de mí misma aparte de Dios, y para escuchar y ser obediente a lo que Dios quería que hiciera. Pablo se llamó a sí mismo “preso en el Señor” (Efesios 4:1). Contemplé que estar atados solo a Dios en realidad nos da completa libertad y poder.
También progresé en seguir los pasos humanos. Por primera vez, leí la Lección Bíblica semanal del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana en voz alta para mí misma. Entonces, amigos muy queridos comenzaron a leer la Lección conmigo cada semana. Nos divertimos mucho leyendo y hablando sobre las lecciones. Esto progresó hasta ir incluso a la iglesia para practicar la lectura como lo haría para el servicio de la iglesia.
Para cuando llegó el primer servicio religioso, me sentí preparada. Estaba llena de un profundo sentido de sumisión a Dios, de dejar que Él me guiara, de dejar que Sus palabras fueran escuchadas en el servicio. Nos pusimos de pie para el primer himno y todos comenzaron a cantar con mucha claridad y audacia. Yo estaba absolutamente atónita; durante todo el tiempo de preparación, no esperaba recibir nada, pero con el sonido de todos cantando a mi alrededor, me sentí completamente abrazada por el amor de Dios, el Amor divino, como el amor de una madre.
Mi madre había fallecido recientemente, pero en ese momento me di cuenta de que el amor de madre proviene solo de Dios y se manifiesta de maneras en que podemos recibirlo; y se nos provee siempre. ¡Sentí tanto aprecio por mi mamá! No obstante, esta comprensión me ayudó a reconocer y estar agradecida por la expresión de amor de todos los que me rodeaban allí mismo, también. Mientras continuábamos con el servicio, leí de todo corazón, con alegría y completa libertad.
He sido Segunda Lectora en nuestra iglesia filial durante un año y he mantenido un alto nivel al orar y escuchar, combinado con la inmolación de mí misma. Estoy muy agradecida de que las cadenas del temor se hayan roto, y soy libre de declarar las palabras de Dios, de alabarlo abierta y completamente con todo mi corazón.
Kathryn St. George
Woodstock, Georgia, EE.UU.
