“Gracias” es una expresión de gratitud que usamos muchas veces al día en nuestro contacto con los demás. Quizá digamos esas palabras simplemente por hábito o como un formalismo al reconocer una buena acción. O tal vez las usemos, ya sea verbal o silenciosamente, para expresar nuestro aprecio por todo lo que tenemos.
Los portales de Psicología insisten en la importancia de cultivar la gratitud, contando nuestras bendiciones y estando agradecidos por el bien en nuestra vida. Sugieren que expresar gratitud, incluso por las cosas más pequeñas, causa cambios fisiológicos que benefician no solo nuestra salud mental, sino también nuestra salud física.
En muchos momentos en mi vida, cuando he sentido tristeza, insatisfacción o frustración, me he propuesto hacer una lista de cosas por las que estaba agradecida. Pero para mí, esto no ha sido simplemente un ejercicio psicológico. Para un Científico Cristiano, la gratitud es una forma de oración. Este tipo de oración no pide a Dios por lo que sentimos que nos falta, ni trata de conseguir que las cosas ocurran como nosotros queremos, puesto que Dios en Su amor infinito, ya conoce nuestra necesidad y la está satisfaciendo. La oración que comienza con la escasez no es de gratitud. La gratitud genuina reconoce que el Amor divino es la fuente de todo el bien, y que todos tenemos no solo acceso a Él, sino que lo merecemos por ser hijos de Dios.
La historia bíblica de Agar e Ismael ilustra que solo tenemos que despertar del sueño mortal de escasez o limitación para poder ver y experimentar el bien infinito que Dios ha preparado para nosotros. De acuerdo con el relato, después que Abraham se casó con Sara, con quien tendría un hijo llamado Issac, también tomó como esposa a Agar, sierva de Sara, y tuvo un hijo con ella. Este hijo se llamó Ismael. Sin embargo, Sara le ordenó a Abraham que echara a Agar y a Ismael, por temor a que su hijo tuviera que compartir su herencia con él. De modo que Abraham hizo lo que Sara le dijo y los despidió, y les dio tan solo pan y un odre de agua.
Al no tener a donde ir, Agar e Ismael anduvieron errantes por el desierto. Podemos imaginar su temor y desesperanza. Parecía que habían sido abandonados y separados de todo el bien. Después de que se les acabó el agua, Agar, desesperada, dejó a su hijo debajo de un arbusto porque pensaba que iba a morir.
Pero entonces, un ángel, una intuición espiritual de Dios, vino a ella y le dijo: “No temas; porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está. Levántate, alza al muchacho y sostenlo con tu mano, porque yo haré de él una gran nación” (Génesis 21:17-18). En el siguiente versículo, la Biblia narra que Dios “le abrió los ojos" y recién en ese momento Agar vio una fuente de agua. Le dio de beber al muchacho y él se recuperó.
El ángel cambió la percepción de Agar de recursos materiales limitados, por la del bien inagotable. Ella había pensado que sus vidas y seguridad dependían de una persona o de las circunstancias que parecían estar más allá de su control. Pero el ángel lleno de luz que la visitó le señaló los infinitos recursos de Dios que siempre habían estado allí, y que este manantial de agua que fluía continua y abundantemente simbolizaba.
La naturaleza de Dios fue revelada no solo como Amor, que cuida con ternura y mantiene a su creación, sino también como la Verdad y la Vida. Mientras que los sentidos materiales veían escasez y limitación, la Verdad divina extinguió las oscuras visiones de la existencia material y dio a Agar la luz de la comprensión espiritual. Ella vio la fuente: lo que solo el sentido espiritual iluminado podía ver.
La Biblia nos dice en Génesis 1 que Dios es la única causa y creador, que nos creó espiritualmente a Su imagen y semejanza. Como reflejos de la Vida, somos completos, poseemos todo lo que necesitamos para nuestra felicidad y bienestar.
Mary Baker Eddy escribe en su obra principal, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Si no estamos agradecidos por la Vida, la Verdad y el Amor, y sin embargo damos gracias a Dios por todas las bendiciones, somos insinceros e incurrimos en la censura aguda que nuestro Maestro dirige a los hipócritas” (pág. 3). Una manera de estar agradecidos por la Vida, la Verdad y el Amor es ver constantemente la plenitud, pureza, inocencia y belleza de Su expresión. Mi esposo y yo descubrimos que esto era verdad cuando educamos a nuestras hijas. Cada día yo estaba atenta a percibir algo nuevo y bello en ellas. Oraba reconociendo que cada una de ellas era una idea espiritual que Dios había creado, y no necesitaba un proceso de “maduración”, sino que ya era completa; no frágil ni limitada, sino que tenía capacidades y habilidades sin límite. Reconocer que ellas ya expresaban el bien por ser el reflejo pleno de Dios, me llevó a ser testigo continuamente de sus maravillosas cualidades y talentos, y a vivir con gratitud y alegría.
Si parecía surgir algo que no venía de Dios, como rebeldía o desobediencia, mi esposo y yo orábamos para ganar una perspectiva más espiritual de nuestras hijas, reconociendo con gratitud su naturaleza pura y semejante a Dios. Y cuando comprendíamos que este comportamiento no formaba parte de su ser real, desaparecía.
A medida que abandonamos una perspectiva material de la existencia, comenzamos a reconocer que Dios es el Dador de todo el bien, la única Vida, Verdad y Amor, y que Sus hijos —cada uno de nosotros— no expresan ni poseen otra cosa más que el bien. Esta comprensión es una fuente de agua que nos vivifica, fortalece y sostiene bajo toda circunstancia. Por esta razón, podemos estar eternamente agradecidos.
