Conocí la Ciencia Cristiana en 2002 a través de un practicista de la Ciencia Cristiana que desde entonces me ha ayudado a superar muchos desafíos mediante la oración. Estoy convencida de que conocer la verdad acerca de nuestra relación con Dios nos libera de todo tipo de problemas.
Me gustaría compartir un ejemplo reciente.
Una tarde, mis colegas y yo tuvimos una reunión con el director del instituto donde he estado sirviendo veinte años. Durante la reunión, algunos de los profesores comenzaron a hablar de enfermedades, accidentes e incluso la muerte. Oré en silencio, comprendiendo que puesto que Dios es el bien infinito, las cosas que no son buenas no tienen autoridad ni realidad. Dios no conoce las enfermedades, los accidentes ni la muerte. También oré para que estas angustiantes conversaciones no me pudieran influir a mí ni a nadie.
No obstante, cuando llegué a casa esa noche, comencé a tener síntomas agresivos de indigestión. De inmediato me volví a Dios. Me vino esta declaración del libro de texto de la Ciencia Cristiana por Mary Baker Eddy: “La mente regula la condición del estómago, los intestinos y el alimento, la temperatura de niños y de adultos, y la materia no lo hace” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 413).
Pensé: “¿Por qué habría de sufrir debido a una conversación sobre la enfermedad?”. Traté de comprender que la Mente divina, Dios, tiene el control absoluto sobre nosotros. Ciencia y Salud afirma: “Si decides que cierto clima o atmósfera es malsana, así lo será para ti. Tus decisiones te dominarán, cualquiera sea la dirección que tomen.
“Revierte el caso. Sé el portero a la puerta del pensamiento. Admitiendo sólo las conclusiones que deseas que se realicen en resultados corporales, te controlarás armoniosamente a ti mismo” (pág. 392).
Decidí hacer esto y pensar más en mi relación con Dios que en las conversaciones negativas que había escuchado y los síntomas que estaba experimentando. Cuando comencé a estudiar la Ciencia Cristiana, aprendí que yo era la imagen o idea de Dios, el bien. Ahora esta verdad me aseguró que no podía estar enferma porque Dios no está enfermo. Esto es cierto acerca de todos como hijos de Dios. Ningún comentario o discusión que hubiera escuchado en sentido contrario podría cambiar ese hecho o negar la totalidad y la bondad de Dios.
Oré con estos hechos espirituales y finalmente pude conciliar el sueño a las tres de la mañana. Cuando me desperté unas horas más tarde, me sentí renovada y libre de todos los síntomas. Doy gracias a Dios por esta curación y por esta preciosa Ciencia.
Maitreyee Dutta
Chandigarh, India
