Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

Se necesita: Menos “yo” y más Dios

Del número de mayo de 2023 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 30 de enero de 2023 como original para la Web.


A veces es tentador hacer una distinción entre las cosas para las que necesitamos la ayuda de Dios y aquellas en las que somos buenos y podemos manejar por nuestra cuenta. Pero he visto que esa distinción es completamente falsa. Cualquier habilidad o conocimiento que parezcamos poseer no se puede comparar con las infinitas capacidades que posee Dios, la Mente omnisciente, que creó todo y lo sabe todo. Mary Baker Eddy se refiere muy sucintamente a esto en La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, donde escribe: “No intentéis nada sin la ayuda de Dios” (pág. 197).

Aprendí esta lección de una manera interesante hace algunos años, cuando me pidieron que participara en una conferencia de dos días a la que asistiría gran número de personas. Cada tarde, la conferencia debía dividirse en grupos más pequeños centrados en temas específicos. Mi tarea era dar una breve charla a uno de esos grupos más pequeños y luego dirigir una discusión. Estaba familiarizado con el tema y me sentía bien preparado. Pero cuando llegó el momento de dividirnos en grupos más pequeños, estaba rodeado por una docena de sillas vacías. Los otros grupos tenían al menos unas pocas personas, pero el mío no tenía a nadie. 

Cuando terminó el día, me escabullí, sintiéndome derrotado. Ni siquiera había tenido la oportunidad de ser aburrido, ¡nadie había venido! El mismo formato estaba planeado para el día siguiente, y temía otra humillación. Como estudiante de la Ciencia Cristiana, he descubierto que la oración es el enfoque más eficaz para cualquier desafío, por lo que era natural recurrir a Dios en busca de guía. 

Primero, me pregunté si honestamente pensaba que tenía algo que valiera la pena compartir. La respuesta fue que sí; tenía experiencia y conocimientos que había adquirido a lo largo de los años, y sentí que podía comunicar los conceptos relevantes razonablemente bien. Fue entonces cuando se encendió la lamparita; como habrás notado, ¡las dos oraciones anteriores se refieren reiteradamente al “yo”! La corrección del curso metafísico era bastante clara: se necesitaba menos “yo” y más Dios. 

Un buen punto de partida para la oración estaba en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras de la Sra. Eddy, que dice: “La intercomunicación es siempre de Dios hacia Su idea, el hombre” (pág. 284). Estaba familiarizado con esta declaración, pero, francamente, siempre me había resultado desconcertante. ¡No parecía dejar mucho espacio para que los hijos de Dios se comunicaran entre sí! Pero reflexionar un poco más, aclaró las cosas. Dios, la Mente divina, es la única Mente, y, por ende, la fuente de todas las ideas y la capacidad de comunicarlas. Dios era responsable de transmitir la información necesaria de una manera clara y útil, a quien la necesitara. Todos nosotros, como reflejos de Dios, podemos participar y participamos plenamente en la intercomunicación, pero sólo Dios es la fuente. Yo no tenía ninguna responsabilidad personal en absoluto en el asunto.

También se me ocurrió no confiar tanto en lo que consideraba “mi” experiencia o preparación. No hay nada malo en la planificación, pero los pasos humanos, aunque a menudo son necesarios, rara vez son suficientes. Hay dos ilustraciones especialmente sorprendentes de esto en la Biblia. Cuando Dios le encargó a Moisés que guiara a los israelitas fuera de Egipto, el profeta se resistió, alegando “se me enredan las palabras” como para ser persuasivo. Dios respondió: “¿Quién forma la boca de una persona? … ¿Acaso no soy yo, el Señor? ¡Ahora ve! Yo estaré contigo cuando hables y te enseñaré lo que debes decir” (Éxodo 4:10, 11, 12, NTV). Siglos más tarde, Cristo Jesús dio instrucciones similares a sus seguidores: “Cuando sean sometidos a juicio en las sinagogas y delante de gobernantes y autoridades, no se preocupen por cómo defenderse o qué decir, porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que hay que decir” (Lucas 12:11, 12, NTV). Mi situación no era tan trascendental como las descritas en la Biblia, pero se aplicaba la misma regla: Dios era la fuente tanto de la sustancia como del estilo del mensaje. 

Ese fue definitivamente un paso de progreso. Pero ¿y si el segundo día era una repetición del primero? Esta preocupación también se resolvió eliminando el “yo” de la ecuación. Dios tenía el control no solo de mí, sino de todos en la conferencia, y Él guiaría a todos a donde necesitaran estar para escuchar las ideas necesarias. Si nadie aparecía, bueno, tal vez nadie necesitaba esas ideas particulares en ese momento en particular. De todas maneras, la Mente divina, no las mentes mortales, estaba a cargo. Una vez más, mi única responsabilidad era ser receptivo a la dirección de la Mente. Oré hasta que me sentí en paz, confiando en que Dios tenía realmente el control.

La tarde siguiente, cuando me acerqué a mi área en la conferencia, me sorprendió ver que todas las sillas ya estaban ocupadas, y un número similar de personas estaban de pie detrás de las mismas. Hablé durante 15 o 20 minutos, usando algunas ideas que había preparado de antemano, y otras que surgieron espontáneamente. La gente parecía estar escuchando atentamente; nadie se alejó. 

Hice una pausa y pregunté si había alguna pregunta. Después de un momento de silencio, alguien dijo: “¡Has respondido a nuestras preguntas antes de que las hiciéramos!”. Hubo murmullos y varios asintieron con la cabeza indicando que estaban de acuerdo. Era muy claro que la intercomunicación de hecho había sido de la Mente, Dios, y había incluido a todos.

Un hermoso pasaje en la página 89 de Ciencia y Salud dice: “La Mente no depende necesariamente de procesos educativos. Posee de por sí toda la belleza y la poesía, y el poder de expresarlas. El Espíritu, Dios, es oído cuando los sentidos están en silencio. Todos somos capaces de hacer más de lo que hacemos. La influencia o acción del Alma confiere una libertad que explica los fenómenos de la improvisación y el fervor de los labios incultos”. Ese es el enfoque más verdadero de la comunicación, y uno en el que siempre podemos confiar. 

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / mayo de 2023

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.