Oír generalmente se define como el acto físico de percibir el sonido con el oído. Por otro lado, escuchar generalmente se entiende que entraña estar atento y reflexivo mientras oyes. Podemos oír a alguien hablar, pero no escuchar lo que dice: no prestar atención. En mi estudio de la Ciencia Cristiana he estado interesada en saber cómo aplicar esto al escuchar a Dios para recibir una indicación inspirada.
El profeta Isaías nos asegura que podemos escuchar el consejo de Dios: “Si te desvías hacia la derecha o hacia la izquierda, oirás una palabra que viene de detrás de ti: ‘Este es el camino; andad por él” (Isaías 30:21, Common English Bible). Si realmente buscamos la participación de Dios, reconoceremos la autoridad espiritual de dicha guía, ya sea que nos venga de manera audible o en nuestros pensamientos.
Por supuesto, al escuchar esa guía de Dios tenemos que prestar atención y hacerle caso. Jesús nos aconseja no dejar que las distracciones superen nuestras buenas intenciones de seguir la dirección de Dios. En la metáfora de un agricultor que trata de plantar sus cultivos entre espinas, explica: “Las semillas que cayeron entre los espinos representan a los que oyen la palabra de Dios, pero muy pronto el mensaje queda desplazado por las preocupaciones de esta vida y el atractivo de la riqueza, así que no se produce ningún fruto” (Mateo 13:22, NTV).
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