Me gustaría compartir una curación que experimenté hace unos diez años. No sé cuál era el problema, pero un día mi cuerpo pareció dejar de funcionar. No podía pensar con claridad, no podía leer y necesitaba ayuda con casi todo.
Mi esposo se alarmó cuando me encontró así por primera vez y yo no reaccioné. Llamó a un practicista de la Ciencia Cristiana y luego a una enfermera de la Ciencia Cristiana. La enfermera vino a nuestra casa esa tarde e inmediatamente recomendó que fuera a un sanatorio de enfermería de la Ciencia Cristiana donde pudiera recibir atención.
Este fue el comienzo de una estancia de dos semanas que cambiaría mi vida. Al principio, estaba consciente de dónde estaba, pero no mucho más. Recuerdo que no tenía miedo. Quería comprender mi unidad con Dios y amar a todos los que me estaban ayudando. Durante los primeros días, no dormí mucho ni hice nada por mí misma, excepto alimentarme, aunque comía muy poco. Pero el amor de las enfermeras y practicistas de la Ciencia Cristiana que fluía a mi alrededor fue una fuerza poderosa: Dios, el bien, en acción.
Día a día había progreso. Al principio, solo los demás estaban al tanto, pero pronto yo también lo estuve. Recuerdo el día en que pude leer un poco señalando con el dedo cada palabra que pronunciaba en voz alta. ¡Qué maravilla! Una vez que pude leer, comencé a participar más activamente en mi curación.
Había traído conmigo mis ejemplares de la Biblia, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, y la Edición Ampliada de Mary Baker Eddy: Christian Healer, de Yvonne Caché von Fettweis y Robert Townsend Warneck. Pero me sentí impulsada a no leer otra cosa que no fuera Christian Healer y las lecciones bíblicas semanales del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana.
Ya había leído en Christian Healer hasta la sección llamada “Interludio: Consejos para sanadores”, así que ahora leí esa sección lentamente, y esta me transformó. Nunca había apreciado o comprendido completamente el lugar de la Sra. Eddy como Descubridora, Fundadora y Guía de la Ciencia Cristiana. Ahora Dios me estaba guiando para obtener esa comprensión, y la experiencia fue maravillosa.
Anteriormente, la reverencia de los demás por la Sra. Eddy me hacía sentir incómoda, como si tal vez hubiera una especie de adoración por ella. Pero ahora, cada día, reconocía más la guía divina que era evidente en su vida y sus escritos. Estaba profundizando mi amor por la Sra. Eddy como la mensajera designada por Dios que reveló al mundo el Consolador prometido.
Además, empezaba a ver mi verdadera identidad espiritual solo en Dios.
Estudiar las palabras que la Sra. Eddy les escribió a sus estudiantes produjo un cambio completo en mi forma de pensar. Aprendí, como nunca antes, una forma más amplia de pensar y orar. Una y otra vez, ella aconseja apartarse de la evidencia y la personalidad materiales para saber que Dios, el bien, es Todo.
Me encanta su instrucción en la página 246 de Christian Healer: “Piensa solo del lado derecho; no dejes que lo irreal te engañe para hacerte entrar en combate. Recuérdalo.
“Practica mentalmente no contra lo discorde, sino a favor de lo acorde”.
Eso tenía mucho sentido: me di cuenta de que el practicista y yo no estábamos trabajando contra los síntomas, o para arreglar el cuerpo, sino para elevar el pensamiento con la verdad del Dios perfecto y el hombre perfecto.
Leí, releí y estudié ese consejo de la Sra. Eddy en este “Interludio” durante aproximadamente una semana, y mi curación progresó a diario. Viví y amé lo que estaba aprendiendo, hasta que un día me sentí impulsada a dejar ese libro a un lado y abrir el propio libro de la Sra. Eddy, Ciencia y Salud, y comenzar por el principio. Continué leyendo extractos de Christian Healer, pero ahora mi enfoque estaba en el libro de texto de la Ciencia Cristiana. Por supuesto, Ciencia y Salud siempre había sido una parte importante de mi vida, y muchas veces había tratado de leerlo todo, pero siempre me había parecido como un ejercicio: solo algo que debía hacer. Esta vez pude sentir que Dios me impulsaba. Al mismo tiempo, empezaba a ser capaz de hacer casi todo por mí misma con un poco de ayuda de los enfermeros de la Ciencia Cristiana, así que me sentí lista para irme a casa.
Un par de noches antes de irme, noté fuera de mi ventana a tres de los pavos salvajes que visitaban con frecuencia los terrenos del sanatorio de enfermería. Me había enterado de que duermen en los árboles por la noche, donde se sienten seguros, y pensé: “¿No sería maravilloso verlos ‘irse a la cama’ solo una vez?”. Media hora después, vi a un gran macho extender sus alas y volar hacia un árbol alto. Estaba anocheciendo, así que pude ver su silueta mientras se acomodaba en una rama muy alta.
Fue claro para mí entonces que todos escalamos en nuestros viajes espirituales y encontramos seguridad en los brazos del amor de Dios. Por supuesto, nunca estamos fuera de Sus brazos amorosos, sino que siempre estamos trepando más alto en nuestra comprensión a medida que progresamos a través de los desafíos y triunfos.
Cada mañana durante mi estadía, me despertaba con un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana en mi pensamiento. En la mañana en que debía irme, me desperté con estas palabras del Himno 14:
“Levántate y verás
tu luz resplandecer;
Dios es tu sol,
Cristo es tu luz;
sé tú un rayo fiel”
(Mary I. Mesechre).
Todo el himno fue una bendición increíble para esta maravillosa experiencia. Las últimas palabras del himno, “Y con tu luz demostrarás que unido a Dios estás”, se referían directamente al deseo que tenía cuando llegué: comprender mi unidad con Dios. Cuando llegué a casa, me di cuenta de inmediato de que mi curación era completa, y pronto comencé a participar nuevamente en todas mis actividades normales.
¡Siento tanta gratitud por esta curación! Trabajar con el practicista y sentir su sólido apoyo me ayudó a escuchar los mensajes de los ángeles que fluyeron hacia mí a lo largo de esta experiencia. Y el amor expresado en el sanatorio de enfermería de la Ciencia Cristiana fue absolutamente asombroso. Los tres turnos de enfermeras capaces y espiritualmente solícitas de la Ciencia Cristiana fluyeron unidos como un río sanador que me acompañó a lo largo del camino, y todas estuvimos apoyadas por el amor de Dios.
También estoy muy agradecida por el amor y el apoyo en oración de mi esposo, un estudiante de la Ciencia Cristiana de toda la vida. Esta experiencia ha profundizado mi aprecio y gratitud por nuestra Guía por todo lo que ha dado al mundo, y por Cristo Jesús, el Mostrador del camino.
Lynn Wolaver
Claremont, New Hampshire, EE.UU.