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Original Web

Momentos cruciales en el crecimiento espiritual

Cultivemos semillas de inspiración

Del número de mayo de 2023 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 16 de enero de 2023 como original para la Web.


Pequeñas historias con grandes significados. Así es como una vez escuché describir las parábolas de Cristo Jesús. En un momento en que algunas actividades en mi vida estaban terminando y oraba por mi propósito y empleo, encontré que las parábolas de la “semilla”, en el capítulo 13 del Evangelio de Mateo eran una luz en mi camino. 

Examinarlas desde otra perspectiva en lugar de a través de las capas de interpretación que había adoptado a lo largo de los años me dio nuevas ideas. La primera de las parábolas mencionadas es la historia del sembrador cuyas semillas cayeron en cuatro sitios diferentes: junto al camino, en pedregales, entre espinos y en buena tierra (véanse versículos 3-23). Jesús explica que cada uno representa cómo los diferentes estados de pensamiento recibirán el mensaje de Dios. 

Mientras oraba para saber cómo seguir adelante, noté algunas espinas en mi pensamiento: dudas que me frenaban. ¿Quién querría emplear a alguien que hace tantos años que no tiene un puesto de tiempo completo, no posee mucha experiencia reciente o que podría considerarse como demasiado vieja? Estos problemas parecían particularmente difíciles en un momento de alto desempleo como resultado de la pandemia de Covid-19. 

Para quitar tales espinas, o dudas, afirmé que en el universo de Dios hay un lugar para cada uno de nosotros y que el lugar perfecto para mí estaba establecido y sería evidente. Mientras continuaba orando, vi que lo que más anhelaba era la oportunidad de dar más a mi comunidad, así que buscaba maneras de hacerlo cada día. 

En la siguiente parábola, un agricultor planta buena semilla en su campo, pero mientras duerme, un enemigo viene y contamina su campo con semillas de cizaña: un tipo de maleza que se asemeja al trigo (véanse versículos 24-30). Es cuando estamos espiritualmente desatentos que se siembran las semillas de la discordia. La creencia de que la creación de Dios puede ser tanto buena como mala, tanto espiritual como material, es una falsedad que engendra problemas. Ver a las personas como individuos que tienen y no tienen, empleados y desempleados, tanto buenos como malos, no se alinea con las enseñanzas de Jesús acerca del reino de los cielos; donde Dios cuida absolutamente de todos y todo lo que Él crea es bueno. 

Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, dice en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “La Ciencia debe recorrer todo el terreno y desenterrar cada semilla sembrada por el error” (pág. 79). ¡Ciertamente tenía que investigar un poco más!

Estar alerta y vigilar para proteger las semillas de la inspiración fue el siguiente paso en mi periplo. Me volví más consciente de los pensamientos que se destacaban en las noticias y en las conversaciones con amigos y vecinos. Cada vez que surgía alguna sugestión negativa, como el informe frecuente de las tasas de desempleo, inmediatamente la reemplazaba en mi pensamiento por el hecho espiritual de que cada uno de nosotros recibe todo lo que necesita para expresar las cualidades de Dios. Cuando se informó que más mujeres que hombres estaban desempleados durante el encierro pandémico, oré para saber que el hombre y la mujer de la creación de Dios están igual y completamente ocupados en reflejar Su bondad. Rechacé las sugestiones de que cualquier otra cosa que no fuera Dios tenía el control.

A medida que echaban raíces en mi pensamiento las verdades que obtenía del relato de Mateo sobre las parábolas de la semilla, comenzó a desarrollarse el camino que debía seguir. A través del boletín escolar de los niños recibí una solicitud de voluntarios para ayudar a entregar comidas a las personas que necesitaban asistencia. Este resultó ser el medio perfecto para que yo colaborara con la comunidad a fin de que las buenas semillas de mi gratitud pudieran dar fruto. Durante este período, también conseguí un puesto a corto plazo, pero todavía estaba buscando algo más permanente, algo que me permitiera seguir dando. Sabía que Dios no nos lleva parte del camino; Él nos lleva hasta el final. 

La semilla que necesitaba cultivarse en este caso era la fe inquebrantable de que “todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28). Fue alrededor de esta época que vi el anuncio de un trabajo que parecía perfecto para mí. Pero dudaba. ¿Tomar este puesto significaría que ya no podría hacer tanto por mi familia? ¿Sería capaz de cumplir con las expectativas del empleador? Seguramente habría alguien mejor para hacer este trabajo, pensé. 

Pero pronto me di cuenta de que tenía que poner fin a estos pensamientos ansiosos, ya que eran la cizaña a la que necesitaba estar alerta, así como las espinas que parecían estrangular la inspiración de Dios, la Mente divina, e impedirme dejar que se reflejara la luz de Dios. Puesto que Dios es Todo, Él está gobernando cada situación, y yo no podría tomar algo destinado a otro; tampoco alguien más podía tomar lo que era para mí. Como escribe la Sra. Eddy en Retrospección e Introspección: “Cada individuo debe llenar su propio nicho en el tiempo y en la eternidad” (pág. 70). 

Mi vacilación me hizo perder la fecha límite para presentar la solicitud a través de la agencia de empleo que estaba llevando a cabo el proceso de evaluación. Esa cizaña de insuficiencia surgía súbitamente en mi pensamiento, pero de repente la vi por lo que era: imposiciones a mi percepción de mi verdadera individualidad como hija de Dios. Oré para ver que somos guiados a donde mejor podemos expresar nuestro amor a Dios y a nuestro prójimo. No hay nada que pueda impedir el continuo desarrollo de la bondad de Dios. 

Una vez que desaparecieron las dudas, pude encontrar una dirección de correo electrónico de la empresa anunciada, y me sentí inspirada a comunicarme directamente. Estos versículos del libro de Isaías de la Biblia me vinieron al pensamiento: “Como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” (55:10, 11). 

Liberada de preocupaciones, dejé que mi propia luz brillara. Pronto, me invitaron a una entrevista, y luego me ofrecieron el trabajo. No solo podría cumplir con este puesto y continuar entregando comidas, sino que mi labor de voluntaria ya me había familiarizado con la ubicación del nuevo trabajo. La semilla no había caído en el camino, sino que había encontrado alojamiento en la buena tierra que yo había cultivado. Por consiguiente, comencé a cosechar los frutos de mis oraciones y de la comprensión de quién es mi verdadero empleador: Dios. Y Dios no es solo mi empleador, sino el de todos, porque todos nos ocupamos de los negocios de nuestro Padre y expresamos las ideas de Dios en constante desarrollo. 

La última parábola de la semilla en Mateo se trata de una semilla de mostaza (véase 13:31, 32). Una semilla de mostaza es muy pequeña, pero cuando se planta, se convierte en un árbol lo suficientemente grande como para que las aves aniden en sus ramas. Jesús explica más tarde: “Si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible” (17:20). 

En muy poco tiempo, mi deseo de dar, cultivado con fe y oración, había florecido en dos trabajos y un puesto voluntario, por los cuales estoy profundamente agradecida. Esta experiencia me ha dado una nueva perspectiva de las parábolas sobre las semillas, que hablan de que nos esperan oportunidades para cultivarlas y reconocer el reino de los cielos —el reino universal de Dios— en acción.

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