Puede haber ocasiones en que las palabras inspiradoras y específicas sean útiles, quizá cuando se trata de una dificultad física que es restrictiva e incluso aterradora. Tal vez le pidas a un amigo, pariente o a un practicista (alguien que da tratamiento a otros mediante la oración) una cita inspiradora de la Biblia o de uno de los escritos de Mary Baker Eddy para orar. O simplemente abras estos libros o una de las revistas de la Ciencia Cristiana y encuentres dicho pasaje, y recibas la inspiración que necesitas.
La Sra. Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, siguió las enseñanzas de Cristo Jesús, escuchó a Dios y escribió lo que recibió. Muchas de sus declaraciones se convirtieron en aquellas con las que a los Científicos Cristianos les encanta orar y leer. Ella nos proporcionó muchos materiales que podemos estudiar y sobre los que podemos reflexionar. Esta revista fue fundada por ella para que los Científicos Cristianos compartieran sus vislumbres espirituales y experiencias de curación con lectores de todo el mundo. (¡Es por esa razón que escribo este artículo!)
No es ninguna novedad que las palabras son útiles para comunicarse. A menudo usamos palabras en nuestras oraciones; Le pedimos ayuda a Dios o Le agradecemos. Proporcionan una estructura. Podemos escuchar palabras amables y alentadoras, y nos nutren con un mensaje significativo, a veces con una sorpresa: alguna inspiración que nos hace hacer una pausa y apreciar un pensamiento que no habíamos anticipado.
No obstante, la pregunta que a veces he necesitado hacer es: ¿Confío en las palabras para ofrecer un mensaje sanador más que en su autor, Dios? La respuesta podría ser: No, no si veo la palabra como el mensaje de Dios disponible justamente para mí, que me da una nueva perspectiva sobre mi relación con Él o me ayuda a verme a mí misma, a mis amigos, compañeros de trabajo, familiares e incluso a aquellos que no conozco como la expresión de Dios. Sin embargo, he descubierto que si confío solo en las palabras para sanar, entonces el temor podría engañarme para que crea que es difícil encontrar lo más apropiado para liberarme de un problema.
En lugar de palabras específicas, lo que realmente tratamos de escuchar es la voz del bien, la actividad del Cristo, la Verdad divina, que está tan disponible en nuestras vidas y actividades como lo estuvo en los tiempos bíblicos. El mensaje del Cristo puede llegarnos en cualquier momento y en cualquier lugar.
Una vez, mi esposo y yo estábamos estacionando nuestras bicicletas frente a un centro comercial, y la bicicleta al lado de la mía de repente cayó con fuerza sobre mi pie. Como era verano, llevaba sandalias que no ofrecían mucha protección. Por unos momentos, tuve dificultad para pensar cualquier palabra.
Pero las palabras no eran necesarias, porque comprendí que no entramos y salimos de nuestra constante conexión con Dios, nuestra omnipresencia protectora. Un momento después, me fui al centro comercial e hice nuestros mandados. Solo puedo atribuir esta libertad instantánea al amor de Dios, el cual me rescató de la imagen de un pie herido y del dolor en ese mismo momento. Estaba totalmente segura del poder de Dios que me mantenía completamente intacta; no tocada por cualquier cosa que se opusiera a Su presencia del todo armoniosa y pacífica. No había sido necesario encontrar palabras para orar.
Tampoco sentí la necesidad de revisar mi pie. No fue sino hasta que regresamos a nuestras bicicletas que a mi esposo se le ocurrió preguntarme cómo estaba. Me sorprendió, porque había olvidado totalmente el incidente, y cuando ambos miramos mi pie, no había nada que ver, ni había ningún dolor. ¡Ese fue un momento para agradecer a Dios con alegría!
Lo que realmente estamos escuchando es la voz del bien, la actividad del Cristo, la Verdad divina.
Por supuesto, he tenido otras experiencias en las que se ha necesitado una oración razonada y minuciosa para comprender mejor y reclamar el amor de Dios por mí y por los demás, la cual eliminó el temor y trajo curación. Independientemente del enfoque, pensar y vivir desde el único punto de vista que reconoce que Dios es naturalmente el bien omnipotente y omnipresente nos permite apartarnos del pensamiento de que la materia tiene sensación o puede producir dolor y miedo.
La Sra. Eddy hace esta pregunta en su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “¿Ganamos el oído omnipotente más pronto mediante palabras que mediante pensamientos?” (pág. 13). Y se puede encontrar una respuesta en esta alentadora declaración de la Biblia: “Pues Dios ve no como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el Señor mira el corazón” (1 Samuel 16:7, LBLA). Estar consciente de que Dios ve y escucha a todas sus expresiones amadas y siempre satisface nuestras necesidades me ha ayudado cuando no he tenido palabras específicas a mano. Cuando la bicicleta cayó sobre mi pie y al principio causó dolor, antes de que pudiera pensar en una palabra acerca de la omnipotencia divina siempre presente, Dios, el bien, ya me estaba comunicando, en ese mismo momento, la verdad que necesitaba. No estaba atrapada en una condición material ni necesitaba ciertas palabras. La verdad del amor de Dios estaba en armonía conmigo, y por eso fui sanada de inmediato.
De esa experiencia y muchas otras, incluso aquellas en las que se necesitaba o ayudaba una comprensión profunda de determinada declaración o concepto, he aprendido que la curación resulta de algo más que encontrar las palabras correctas. Más bien, la curación proviene de confiar en el mensaje de la verdad que viene de Dios, el autor de todos los pensamientos y palabras verdaderas, quien constantemente nos comunica mensajes correctos para que podamos vernos a nosotros mismos como siempre somos: puros e inocentes, libres y perfectos.