Las ovejas a menudo tienen mala reputación. Ser una oveja normalmente connota seguir ciegamente, ser tímido o débil, o, generalmente, no pensar por uno mismo. Pero ¿qué diríamos si ser como una oveja significara, en cambio, ser manso, inocente, receptivo a la Verdad, Dios? ¿Y si expresar estas cualidades fuera realmente el camino a seguir en la vida; si fuera como debemos vivir para traer curación a nuestra vida y a la de los demás? El tan conocido Salmo 23 del rey David aboga por esto.
Al referirse a Dios como nuestro Pastor, escribió que nada nos puede faltar. Que seremos conducidos a delicados pastos y pastoreados junto a aguas de reposo (para satisfacer el hambre y la sed), y consolados en el valle de la sombra (que puede ser peligroso para las ovejas), y el bien y la misericordia nos seguirán todos los días de nuestra vida.
Mary Baker Eddy, la Fundadora de la Ciencia Cristiana, ilustra esta relación con Dios como nuestro Pastor en su poema “Apacienta mis ovejas”:
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