Viajar cierta distancia en avión y regresar a casa después de un corto período de tiempo puede ser una situación conocida por muchos viajeros. Hace años, deseaba viajar desde el Reino Unido a otro país para asistir a la reunión de mi asociación de estudiantes de la Ciencia Cristiana, pero solo podía dedicar un fin de semana para hacer este viaje.
Sabía que fortalecer mi educación espiritual asistiendo a la reunión de mi asociación era una buena idea. Tenía las finanzas, tenía el tiempo, tenía los documentos necesarios. Pero el problema era el desfase horario. Había viajado lo suficiente como para saber cuánto tiempo me llevaba adaptarme a una nueva zona horaria. Once zonas horarias de distancia a mi destino era una gran diferencia; ¡especialmente dentro de los límites de un fin de semana! Supe que era hora de orar.
Orar al respecto no significaba que me iba a decir a mí misma que si esta era una idea correcta, entonces todo saldría bien. Ya era claro que era una idea correcta; no había duda al respecto. Así que tenía que comprender que sólo podía estar en mi lugar correcto en el momento correcto. Para ayudar con esto, leí lo que la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana dice acerca del tiempo.
En la página 595 de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy define el tiempo como “Medidas mortales; límites, en los cuales están comprendidos todos los actos, pensamientos, creencias, opiniones y conocimientos humanos; materia; error; aquello que empieza antes, y continúa después, de lo que es denominado muerte, hasta que lo mortal desaparece y la perfección espiritual aparece”. También recordé que una vez, un maestro de la Escuela Dominical me había definido el tiempo como “atadura”: algo que nos ata o nos impide progresar. Armada con estas ideas, no iba a permitir que ningún concepto mortal del tiempo me limitara a mí o a mis actividades.
Seguí adelante e hice los planes para el viaje. Volé desde el Reino Unido un viernes por la noche, asistí a la reunión de mi asociación todo el día sábado, me reuní con queridos amigos, asistí a la iglesia el domingo por la mañana y volé a casa el domingo por la noche, lista para enseñar en la escuela al día siguiente.
¿Cuál fue el resultado? Me liberé por completo de las limitaciones. ¿Cómo sucedió esto? En mi viaje de ida a bordo del avión, me di cuenta de que, espiritualmente hablando, no estaba viajando a otro país. La verdad es que estaba siempre en el reino de Dios, ¡donde nada cambia! Esta comprensión espiritual me brindó tanta libertad y paz que pude disfrutar de mi fin de semana sin que me afectaran los cambios de horario ni las limitaciones de tiempo de ningún tipo. Sabía que nada podía interferir en el reino del Amor divino. Como resultado, pasé un fin de semana maravilloso lleno de inspiración espiritual y alegría. No sentí ningún cansancio. Estuve completamente despierta y alerta cada día, y dormí cada noche como lo hago normalmente.
Este fue un concepto muy simple y uno que he aplicado muchas veces durante las décadas en que viajé. Nunca más sufrí de desfase horario. Estoy muy agradecida de saber que el tiempo no puede restringirnos ni obstaculizarnos en el reino armonioso de Dios.