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ARTÍCULOS

La rebelión que trae curación

Del número de julio de 2023 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 3 de abril de 2023 como original para la Web.


Cuando me decidí a llenar la solicitud para anunciarme en El Heraldo como practicista de la Ciencia Cristiana, parecía que una tormenta se desataba en mi vida. Una recesión había producido el colapso de la economía de mi país, así como de las finanzas de nuestra familia. Nuestro sostén económico provenía de un pequeño negocio de ventas de productos alimenticios, pero las escasas ventas habían llevado a que se acumularan las deudas. Mi esposo y yo pensamos que lo mejor era salir a buscar trabajo fuera de casa, pero como siempre habíamos sido trabajadores independientes, teníamos poca experiencia y enfrentábamos un mundo laboral con muy pocas oportunidades para gente de nuestra edad.

Surgieron problemas en nuestro matrimonio debido al estrés financiero. Discutíamos, y yo me reprochaba mucho a mí misma y culpaba a mi esposo. También había conflictos con uno de mis hijos mayores que aún vivía en casa. Me sentía tan abrumada que desistí de anunciar mi práctica en El Heraldo. Le pedí a un practicista de la Ciencia Cristiana que me ayudara mediante la oración, y las verdades que compartió conmigo me brindaron un renovado sentido de la perfección y la omnipotencia de Dios. Razoné: ¿Cómo puede haber escasez alguna si Dios es la fuente ilimitada de todo el bien?

Fue entonces que comencé a sentir una rebelión dentro de mí misma contra los desafíos con los que habíamos estado luchando. En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy escribe: “En lugar de una ciega y calma sumisión a las etapas incipientes o avanzadas de la enfermedad, levántate en rebelión contra ellas” (pág. 391). Comprendí que esta instrucción se aplica no solo a la enfermedad física, sino a cualquier situación que sea desemejante a Dios, el bien. Durante años, había sentido la sugestión escondida en mis propios pensamientos de ser una especie de leprosa de antaño: abandonada al costado del camino, no amada y excluida del bien.  No obstante, ante la luz de la oración, me di cuenta de que cada uno de nosotros es realmente una idea espiritual amada y valorada, creada por Dios para expresar Sus maravillosas cualidades. Esto despertó en mí una firmeza indescriptible y una alegre expectativa del bien. Confiaba en que Dios estaba indicando el camino, y permití que me guiara.

Ante la luz de la oración, me di cuenta de que cada uno de nosotros es realmente una idea espiritual amada y valorada.

A medida que oraba, con el apoyo de mi maestro de la Ciencia Cristiana, llegué a comprender que temía no ser una buena madre. Sin embargo, realmente llegué a atesorar la idea de que no hay madres humanas perfectas. Todos nos desenvolvemos en roles diversos, y el de ser padres es uno más. Pero la excelente noticia es que Dios es el verdadero Padre y Madre perfecto que cuida amorosamente de cada uno de nosotros porque somos Sus hijos.

Esto me liberó del peso de la falsa responsabilidad y culpa, y pude hablar con mi hijo con amor y firmeza. A continuación, tuvimos una sanadora conversación, y después de eso nuestra relación se volvió más respetuosa y armoniosa. Finalmente, mi hijo decidió independizarse, mudarse a un departamento, trabajar y seguir estudiando hasta terminar su carrera universitaria. Posteriormente, en un gran gesto de generosidad y gratitud, este hijo nos prestó sus ahorros para cancelar la deuda bancaria.

Me dejé guiar por esa sana rebeldía hacia las limitaciones y me opuse con firmeza a cualquier idea de que mi esposo pudiera ser marginado, porque las ideas de Dios no pueden ser excluidas del bien. Después de comentarle esto, él recurrió a un ex compañero de la escuela secundaria que tenía mucho éxito en el mismo rubro comercial que mi esposo. Este hombre se presentó en nuestro negocio un día, y ofreció abastecerlo con su propia mercadería hasta llenarlo para poder tener un nuevo inicio.

Nos sorprendimos ante tan generosa oferta, pero cuando le preguntamos a Dios si debíamos aceptarlo, la respuesta que recibimos claramente fue la siguiente: “Más deudas no”. Fue así que este señor ofreció proveernos solo de la mercadería que podíamos pagar; y nosotros aceptamos con mucha gratitud.

Fue entonces que una noche, mi esposo publicó en una red social un breve aviso ofreciendo un producto que recién había adquirido, y por la mañana, tenía tantos pedidos que pasó todo el día entregándolos.

Así ocurrió día tras día, para sorpresa del compañero de mi esposo que también fue bendecido por este resultado de la oración. Nuestro barrio fue asimismo inmensamente bendecido por el repentino y alentador crecimiento comercial. Al día de hoy, se han cancelado cada una de las deudas adquiridas, cada pago de servicios se encuentra al día, y nuestro negocio, que ahora es provisto directamente por fábricas y sin intermediarios, ha sido modernizado y tiene una amplia variedad de productos. Además, nuestro matrimonio recuperó la estabilidad saludable y amorosa.

Cada uno de estos desenvolvimientos guio a nuestra familia por un camino ascendente. El Amor divino jamás nos deja con las manos vacías, como aprendemos del relato del profeta Elías en la Biblia, quien le pidió a una viuda pobre que compartiera sus pocas provisiones con él: ““Porque así dice el Señor, Dios de Israel: ‘No se acabará la harina en la tinaja ni se agotará el aceite en la vasija, hasta el día en que el Señor mande lluvia sobre la faz de la tierra’” (1 Reyes 17:14, 15, LBLA).

Cuando volví a enviar mi solicitud para anunciarme en El Heraldo como practicista de la Ciencia Cristiana, fue en una atmósfera de seguridad financiera y tranquilidad familiar, en la que las tormentas habían sido disueltas por la inspiración del Amor. Mi experiencia me hace pensar en lo que escribe la Sra. Eddy al final de su libro Rudimentos de la Ciencia Divina: “Los métodos del cristianismo no han cambiado. La mansedumbre, la abnegación y el amor son las sendas de Su testimonio y los pasos de Su rebaño” (pág. 17).

La declaración de la Sra. Eddy confirma que la comprensión y demostración de la Ciencia Cristiana no nace de un lecho de rosas, sino de tomar con humildad y obediencia cada oportunidad para negar las sugestiones falsas del mal y afirmar lo que Cristo Jesús nos enseñó acerca del amor y cuidado perpetuos de Dios por Su creación. Esta es la rebelión que trae curación.

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