Cuando nuestra segunda hija tenía unos siete años, un viernes por la tarde regresó a casa de la casa de un vecino, fue al congelador y sacó una bolsa de hielo para ponérsela contra la mejilla. Pude ver que luchaba para no llorar. Cuando le pregunté qué pasaba, me mostró su mejilla, que tenía una marca de quemadura de color rojo oscuro. Había estado haciendo un proyecto de arte con su amiga de al lado y accidentalmente había apoyado el lado de su cara contra un hierro caliente al tratar de alcanzar unos materiales al otro lado de la mesa. Llamamos a una practicista de la Ciencia Cristiana para que le diera tratamiento mediante la oración. La practicista oró por nuestra hija de inmediato. Ella nos recordó la promesa bíblica de que los hijos de Dios estarían seguros.
Las siguientes declaraciones, una de la Biblia y las otras de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, reflejan bellamente algunas de las ideas en las que nos apoyamos para obtener inspiración y curación: “Habite el amado del Señor en seguridad junto a aquel que le protege todo el día, y entre cuyos hombros mora” (Deuteronomio 33:12 LBLA); “Bajo la divina Providencia no puede haber accidentes, puesto que no hay lugar para la imperfección en la perfección” (pág. 424); “No temas que la materia pueda doler, hincharse e inflamarse como resultado de una ley de cualquier índole, cuando es evidente de por sí que la materia no puede tener dolor ni inflamarse” (pág. 393).
La oración fue eficaz de inmediato. En cuestión de minutos, mi hija preguntó: “¿Ya terminamos? ¿Puedo ir a jugar afuera?”. Ella de un salto se fue llena de felicidad, y yo agradecí a Dios por la curación del dolor. Nunca volvió a mencionar el dolor o cualquier otra molestia relacionada con la quemadura.
El lunes por la mañana, cuando nos preparábamos para ir a la escuela, la marca de la quemadura se había extendido para cubrir la mayor parte de su mejilla, pero no le molestó. Pensé que era prudente notificar a sus maestros y al director en caso de que alguien en la escuela se preocupara. Los maestros fueron muy amables y ayudaron a los otros niños en la escuela a no prestarle demasiada atención ese día.
Después de varias semanas, la marca todavía era muy visible, y nuestra hija se estaba cansando de que otros niños le preguntaran: “¿Qué te pasó en la cara?”. Continué orando todos los días, pidiéndole a Dios que me ayudara a saber que no podía haber registro de un incidente que, de acuerdo con la Ciencia del Cristo que enseñan la Biblia y los escritos de la Sra. Eddy, jamás había tocado su verdadera identidad como hija de Dios. Me preocupaba que la marca se volviera permanente, y quería que nuestra hija se liberara por completo de ella, para su propia tranquilidad. Como había sanado del dolor tan rápidamente semanas antes, sentí que también podía orar para comprender que no podía haber cicatrices. Puesto que la ley divina que nos mantiene a salvo significaba que en realidad ella ya estaba libre de cualquier cicatriz, podíamos esperar que fuera eliminada por completo de su experiencia.
Finalmente, esta diligente oración me ayudó a comprender profundamente que su verdadera identidad estaba completamente libre de cualquier registro de lo ocurrido.
Un día, poco después de eso, fuimos a recoger a su hermana de la práctica de natación. Ella tenía la costumbre de saltar del auto para ir a buscar a su hermana y saludar a los otros niños. Pero ese día dudó y preguntó con un suspiro: “Mamá, ¿qué hago si me preguntan: ‘¿Qué te pasó en la cara?’”. Me reí y dije: “Simplemente míralos a los ojos y diles: ‘¿Qué le pasó a tu cara?’”. Ella estaba tan sorprendida por esta sugerencia que ambas nos reímos a carcajadas.
Al final resultó que, esa risa era justamente lo que ambas necesitábamos para romper el temor y la naturaleza hipnótica de este problema. (Una cosa que aprecio haber aprendido en mi estudio de la Ciencia Cristiana es el valioso papel que la risa puede desempeñar en la curación.)
Ese fue el último día que recuerdo haber pensado en la marca en su mejilla o en que alguien la mencionara. Pronto, no pude recordar de qué lado de su cara había estado; no había rastro alguno de ella.
La curación se produjo a través del alegre reconocimiento de que la perfección y la seguridad de nuestra hija son establecidas por el amor de Dios y son permanentes, y esto eliminó toda evidencia de una quemadura en su rostro. Han pasado más de seis años desde que ocurrió esto.
Estamos muy agradecidas por esta demostración de la practicidad de la oración en la Ciencia Cristiana. Estoy agradecida por los numerosos ejemplos de seguridad que podemos leer en la Biblia y por el desinteresado servicio que brindó la Sra. Eddy al iluminar el sentido espiritual de la Biblia a través de sus escritos.
Veronica Kline
Beverly, Massachusetts, EE.UU.