Con el marcado aumento de actos violentos en todo el mundo, muchos se preguntan cómo pueden evitar que ellos y sus seres queridos sean víctimas de hechos de violencia intencionales o aleatorios. Aplicar de manera práctica el conocimiento que Dios nos ha dado de que estamos exentos del mal fue importante en mi trabajo como consejera correccional de jóvenes.
En una ocasión, como asesora de una estudiante universitaria pasante, observaba su interacción con un cliente en un cuarto contiguo. De repente, él sacó un cuchillo y la amenazó. Me volví a Dios, la Mente divina, e inmediatamente entré y me puse entre ellos. Afirmé en oración que la Mente está gobernando a toda su creación y que no hay nada ni nadie fuera o separado de esta autoridad divina. Sentí una profunda confianza en la presencia y el poder de Dios que todo lo abarca.
Cuando enfrenté al joven, le dije serenamente: “No le harás daño a ella ni a nadie más. Tú no quieres hacer eso. Dame el cuchillo”. Después de una larga pausa, me lo entregó y me fui con la pasante. La comprensión de Dios como Amor omnipresente e infinito había eliminado el temor en mí. Y aunque inicialmente me sentí conmocionada, la pasante me aseguró que ella estaba bien. (Más tarde, confirmó que permaneció completamente libre de cualquier problema postraumático en las semanas y meses que siguieron.)
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