Parece ser parte de la naturaleza humana tomar partido. Un ejemplo de ello es lo que estamos viendo en algunos campus universitarios —incluido el de mi alma mater— donde las protestas por la guerra entre Israel y Hamas y la crisis humanitaria resultante han llevado al caos y la violencia, con individuos y grupos que toman partido estridentemente.
El diálogo saludable e incluso el desacuerdo no son en sí mismos algo malo. Pero ¿qué podemos hacer para abordar la desunión y la desconfianza, la división y la agitación que resultan de una visión intransigente sobre situaciones complejas?
Esto me recuerda algo que leí poco después de que estallara el conflicto en Oriente Medio. Mencionaba la experiencia de una profesora de historia del bachillerato en la ciudad de Nueva York, una mujer judía, a quien uno de sus alumnos le preguntó si era del “Equipo Israel” o del “Equipo Palestino”. En un momento que fue verdaderamente didáctico, ella respondió: “Yo soy del Equipo de la Humanidad”.
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