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“Un corazón más suave, un carácter subyugado”

Del número de diciembre de 2024 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Ver cómo el miedo desaparece a medida que nuestro carácter se transforma cambia la vida. Mary Baker Eddy, quien descubrió la Ciencia del cristianismo que Jesús ejemplificó, conocía la importancia de vencer cualquier tipo de temor; ya fuera de un problema físico, un fracaso o cualquier otra cosa.  

En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, la Sra. Eddy hace esta  impresionante declaración: “Para sanar con éxito, tienes que conquistar tus propios temores así como los de tus pacientes, y elevarte a una consciencia más alta y más santa” (pág. 419). ¿Cómo nos elevamos a esta consciencia más santa que disuelve los temores y nos capacita para ayudar a los demás? Podemos empezar preguntándonos si estamos pensando en nosotros mismos como mortales o inmortales, como esencialmente materiales o como totalmente espirituales y semejantes a Dios. 

Cuando pensamos en nosotros mismos como mortales —como seres físicos que nacen, luchan y mueren— creemos que siempre esperamos que suceda algo bueno o  tememos que algo malo sucederá. Si, en cambio, pensamos en nosotros mismos y en los demás como inmortales —como hijos de Dios, el Espíritu divino— partimos de la premisa de que todos somos espirituales. Como dijo Jesús en el Padre Nuestro, Dios es nuestro Padre, nuestra fuente. Podemos estar seguros de que las leyes de Dios nos salvaguardan y Su sabiduría nos guía. 

Pero ¿cómo comenzamos a cambiar nuestra forma de pensar de una base material y mortal, que es fugaz e irreal, a una base espiritual e inmortal? Este pasaje de La unidad del bien, escrito por la Sra. Eddy, puede ayudar a aclarar la diferencia entre los dos: “Los seres humanos son físicamente mortales, pero espiritualmente inmortales. El mal que acompaña la personalidad física es ilusorio y mortal, mas el bien que coexiste con la individualidad espiritual es inmortal” (pág. 37). 

Es alentador saber que tanto el miedo como los defectos de la personalidad (rasgos de carácter problemáticos o malos) también deben ser ilusorios; no pueden durar. No obstante, nuestras cualidades buenas son reales y permanentes, porque derivan de Dios y son aspectos de nuestro verdadero ser inmortal. 

He aquí como despojarme de los rasgos mortales me liberó de los debilitantes temores.

Antes de unirme a la Fuerza Aérea de los Estados Unidos a los veinte años, había tenido éxito al permanecer en mi zona de confort. Me había aferrado a las cosas en las que era bueno, desde los deportes hasta los trabajos. Me había parecido que mi vida requería poco autoexamen o exigencia de crecer espiritualmente. Me encantaba la Ciencia Cristiana porque tenía sentido y era mi ancla. Pero no me había dado cuenta de su propósito transformador ni de que necesitaba alcanzar un mayor crecimiento espiritual.  

De repente, como joven oficial, me enfrenté a un mundo completamente nuevo de desafíos. Por primera vez en mi vida, me sentí abrumado por las responsabilidades de mi trabajo y el miedo de no tener éxito en este nuevo entorno. Siempre había confiado en Dios, pero ahora necesitaba conocer y comprender mejor a Dios, el Espíritu, y dejar que mi confianza descansara en Él, mientras me identificaba en términos puramente espirituales. Acepté con beneplácito esta demanda, así como la oportunidad de tener una transformación mental, la cual comenzó con una curación. 

Una mañana, me desperté con un dolor tan fuerte en la parte baja de la espalda que apenas pude levantarme de la cama y acercarme a mi escritorio. Tomé el libro Prose Works, una colección de escritos de la Sra. Eddy, y lo abrí en esta declaración: “Un poco más de gracia, un móvil purificado, unas pocas verdades dichas con ternura, un corazón más suave, un carácter subyugado, una vida consagrada, restaurarían la acción correcta del mecanismo mental, y revelarían el movimiento de cuerpo y alma en consonancia con Dios” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 354). 

Tan pronto como vi las cualidades espirituales enumeradas aquí, supe que necesitaba cambiar. El miedo se había apoderado de mí y casi me había inmovilizado. Ahora podía sentir el Amor divino liberándome del temor y la presión mientras me esforzaba por caminar en la senda de Dios con mi corazón más suave y mi carácter subyugado. Podía ver con claridad que al enfocarme intensamente en hacer bien mi trabajo, me había vuelto rígido y nervioso. Ese día, me comprometí con una nueva forma de vida basada en el deseo de llevar una vida “en consonancia con Dios”.

Estoy agradecido de que la curación física haya llegado rápidamente. Sin embargo, la transformación de mi carácter se ha producido a lo largo de muchos años mediante el honesto esfuerzo por ser más como el Cristo, más basado en el Amor, en todo lo que digo y hago. Hoy me siento como una persona diferente. Mi deseo de vivir una vida basada en la espiritualidad me acercó aún más a Dios —que es el Amor mismo— venció mis temores y me puso en un camino lleno de oportunidades para ayudar a los demás. 

La Biblia tiene muchos relatos de cómo se venció el miedo y se liberó la vida. Estos relatos son maestros y nos dan esperanza para nuestro futuro mejor. No son estudios intelectuales, sino inspiradores ejemplos de una transformación espiritual sincera. 

Un ejemplo perfecto es la amada historia de Jacob, quien luchó consigo mismo y luego con un ángel —un mensaje de la verdad de Dios— hasta que su carácter fue transformado (véase Génesis 32:24-30). Antes de esto, Jacob parecía ser una mezcla de cualidades buenas y malas. El Glosario de Ciencia y Salud  contiene esto como parte de la definición metafísica de Jacob: “Un mortal corpóreo que incluye duplicidad, arrepentimiento, sensualismo” (pág. 589).  

Mientras Jacob luchaba, el ángel le pidió que lo dejara ir. Jacob respondió: “No te dejaré, si no me bendices”. Finalmente, después de este encuentro transformador, Jacob declaró: “Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma”. 

¿No es esto lo que luchamos por alcanzar en nuestra práctica de la Ciencia Cristiana? ¿Dejarnos transformar por el Espíritu divino y ver que los demás también pueden ser transformados? ¿Vernos a nosotros mismos y a los demás como Cristo Jesús vio a todos —expresando cualidades divinas tal como fuimos creados para hacerlo— en lugar de como mortales con una mezcla de rasgos de carácter tratando de ser mejores? A medida que reconocemos y aceptamos más de las cualidades divinas —como honradez, bondad, sabiduría y amor— que Dios nos ha otorgado por ser Sus hijos, los rasgos mortales se desvanecen cada vez más. Tenemos menos miedo porque sentimos que Dios prevalece en nuestras vidas. 

En la definición de Jacob en Ciencia y Salud también se incluye la descripción de su verdadera naturaleza: “Inspiración; la revelación de la Ciencia, en la cual los así llamados sentidos materiales ceden ante el sentido espiritual de la Vida y el Amor”. Esto es lo que contribuye a vencer el miedo y otras características limitantes como el egoísmo y los celos. Llegamos a comprender la verdad de nuestro ser como la semejanza misma del Amor divino. Al hacerlo, somos transformados, y pasamos de creer que somos mortales temerosos y llenos de problemas a comprender que somos los hijos del Amor, inmortales, intrépidos, íntegros y competentes.

Esta travesía desde la creencia basada en lo mortal al conocimiento espiritual e inmortal requiere paciencia, pero hay muchos mapas de ruta para ayudar en este viaje, como los cuatro Evangelios que describen la vida de Jesús. Además, los Escritos Misceláneos de la Sra. Eddy incluyen artículos como “El nuevo nacimiento”, “Estanque y propósito” y “El camino” (págs. 15-20, 203-207 y 355-359). Todos estos, así como el capítulo “Los pasos de la Verdad” en Ciencia y Salud, abordan el autoexamen y la humildad, que conducen a la comprensión y al crecimiento en la expresión de nuestra individualidad inmortal “escondida con Cristo en Dios” (Colosenses 3:3).

Vencer el miedo se puede lograr hoy, tal como en los tiempos bíblicos, al encontrar nuestra identidad en el Cristo, la verdadera idea de Dios. Es el Cristo obrando en la consciencia humana el que transforma el carácter. Nos volvemos más semejantes a Dios y menos mortales. No pensamos o decimos simplemente que somos inmortales; evidenciamos nuestra inmortalidad al mostrar “un poco más de gracia, … un corazón más suave, un carácter subyugado”. Entonces nosotros también habremos luchado y sido transformados, y somos bendecidos. 

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