Desde joven, he pensado en suicidarme. Mi madre era abusiva física y verbalmente, y yo, la víctima casi exclusiva de su violencia. Con frecuencia temía por mi vida, al no saber qué desencadenaría otro ataque explosivo. Mi padre y el resto de la familia inmediata le tenían terror. A medida que me hacía mayor y veía otras relaciones entre padres e hijos, me daba cuenta de que esto no era normal ni seguro.
Crecer fue aterrador, peligroso y solitario, y mi confianza fue a menudo traicionada. Pensé que el suicidio sería un alivio para mí y mejoraría las cosas para mi familia. En mi primer año de universidad, no veía ninguna razón para seguir viviendo.
Sin embargo, el verano después de mi primer año, conocí la Ciencia Cristiana y esta me salvó la vida. Empecé a salir con un chico que era Científico Cristiano, y él y sus padres no solo me explicaron, sino que me demostraron este sistema de curación que yo nunca había conocido. Él me dio un ejemplar del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, y vi con cuánta calma y amor abordaba la vida en general y los problemas en particular. Después de leer el libro, tuve muchas preguntas, y él me explicó pacientemente todo lo que quería entender. (Este hombre ha sido mi esposo durante casi cincuenta años.)
Obtuve una nueva perspectiva de Dios: que Él es nuestro Padre-Madre Dios, del todo armonioso, del todo amoroso. Aprendí que yo era el reflejo perfecto de este Dios perfecto, que no juzga, que me amaba sin condiciones y que esta era mi verdadera filiación. Aprendí acerca de Cristo Jesús, su obra de curación y cómo enseñó a otros al vivir una vida completamente plena de amor. Por fin tenía un buen ejemplo, un modelo positivo.
La depresión y la ansiedad profundas que había sentido comenzaron a disminuir a medida que aprendía más acerca de Dios. A través de los ejemplos de mi novio y sus padres y mi estudio de esta Ciencia, comencé a tener confianza, algo que rara vez había experimentado en mi vida. Y ellos confiaron en mí, para amar y aprender a superar obstáculos. La transformación en mi pensamiento fue más allá de lo que podría haber previsto.
Dos ideas de los escritos de la Sra. Eddy demostraron ser particularmente inspiradoras y útiles durante este tiempo. La primera es de Ciencia y Salud: “El pesar tiene su recompensa. Nunca nos deja donde nos encontró” (pág. 66). También aprendí que todo lo bueno fue creado por Dios, y que si no es bueno, Él no lo creó, y por lo tanto, no tiene existencia real. Aprender esto fue como abrir una puerta para dejar que la luz reemplazara la oscuridad después de vivir en una cueva completamente oscura. La revelación fue una grata sorpresa.
La segunda es de No y Sí: “La oración verdadera no es pedir a Dios que nos dé amor; es aprender a amar y a incluir a todo el género humano en un solo afecto. Orar significa utilizar el amor con el que Dios nos ama” (pág. 39). También aprendí que el amor no es condicional, porque Dios es Amor, y Su amor es incondicional. Aprendí que, como linaje de Dios, soy la expresión del Amor, por lo que el amor es mi estado natural de ser. Ser amorosa y amada es mi derecho.
Aceptar plenamente estas ideas e integrarlas en mi vida sigue siendo un proceso diario. Pero es algo por lo que siento profunda gratitud; incluso cuando parece difícil, porque he sentido mucha alegría y libertad al comprender y aplicar estas verdades.
Con el tiempo, mi madre y mi padre se mudaron, dos veces, y no me lo dijeron. Resultó ser lo mejor para todos los involucrados en ese momento.
Otras curaciones en los años posteriores, no todas tan dramáticas, han sido de gran influencia en mi vida. Los escritos de la Sra. Eddy, junto con la Biblia, son mis puntos de referencia, y me han ayudado a ser feliz constantemente durante décadas. ¡Y todos merecemos, y podemos, sentir lo mismo!
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