Las palabras son inadecuadas para expresar mi eterna gratitud por el amor perfecto e inquebrantable Dios. Un día, mientras conducía, miré por el espejo retrovisor y vi un auto que se me venía encima a extrema velocidad. Antes de darme cuenta, mi coche había sido golpeado por atrás y era empujado hacia otro carril. Lo primero que pensé fue que mi auto volcaría en la zanja de la carretera.
¡Ah! Pero Dios estaba allí. Al comprender gracias a mi estudio de la Ciencia Cristiana que Dios es Vida y que la Vida es Todo, me di cuenta de que Dios también es mi vida, y comencé a afirmar esa verdad. Finalmente, el otro coche empujó el mío solo hasta el borde de la carretera, donde me detuve antes de llegar a la zanja. Creo que fue el impulso del amor de Dios lo que movió mi auto tan suavemente a un lado de la carretera y lo que evitó que tanto la conductora del otro auto como yo resultáramos heridas.
Después, me embargó una sensación de calma. La otra conductora me dijo que después de trabajar doble turno, se había quedado dormida al volante. Quería que supiera que yo no la culpaba. Le dije que estaba bien y le conté que había estado orando. (Había estado escuchando la grabación de la Lección Bíblica de esa semana que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana.) Era muy claro para ambas que habíamos sido protegidas y que no había necesidad de perdón. A pesar de que mi auto fue una pérdida total, el proceso del seguro se desarrolló sin problemas y obtuve un auto nuevo.
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