Quiero expresar mi profunda gratitud por haber encontrado la Ciencia Cristiana. Ha sido una fuente de inspiración y fortaleza, y ha cambiado mi manera de ver y vivir el día a día.
Hace algunos años, viajamos con mi esposo de Quito, Ecuador, a Miami para arreglar algunos temas con un abogado. Esa noche me desperté y me levanté. Di algunos pasos en la oscuridad y me golpeé el pie contra la esquina de la cama. Escuché un fuerte crujido y grité al sentir un dolor terrible. Mi esposo me escuchó y salió corriendo a la cocina a buscar hielo. No sabía que más hacer para ayudarme.
Pensé que me había roto el dedo pequeño, pero, inmediatamente me vino una pregunta al pensamiento: “¿Qué es este ‘me’ que siente dolor?”. Estaba pensando en el párrafo de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy que dice: “Dices: ‘El trabajo me fatiga’. Pero ¿qué es este me? ¿Es músculo o mente? ¿Cuál es el que está cansado y habla así? Sin la mente, ¿podrían los músculos estar cansados?” (pág. 217).
Esto me hizo cambiar mi actitud y comencé a razonar espiritualmente. Ese “me” mortal que decía que estaba herida y lastimada no conocía y no me podía hablar acerca de mi verdadera identidad como idea espiritual de Dios. Mi ser está en Dios y yo Lo reflejo. Dios es Espíritu y jamás puede estar roto.
Oré con el hecho de que soy espiritual, por lo tanto, no estoy sujeta a sufrir heridas ni a las leyes de la materia. También recordé que en Ciencia y Salud dice: “Los accidentes son desconocidos para Dios, o la Mente inmortal, y tenemos que abandonar la base mortal de la creencia y unirnos con la Mente única, a fin de cambiar la noción de la casualidad por el sentido correcto de la infalible dirección de Dios y así sacar a luz la armonía” (pág. 424). Este pasaje me dio la fortaleza para tranquilizarme y orar con más calma. Luego de llenar mi corazón con estas ideas me quedé dormida.
A la mañana siguiente el dolor había casi desaparecido. Se había hecho un hematoma en el pie, pero podía calzarme las sandalias y caminar. En un par de días la decoloración del pie empezó a disminuir y pude usar zapatos. Este incidente no impidió que me moviera con libertad y cumpliera con el propósito del viaje.
Aunque fue maravilloso superar este desafío físico de esta manera, fue profundamente más valioso para mí sentir y saber que Dios estaba junto a mí, dándome las ideas correctas que elevaron mi pensamiento a Su presencia y omnipotencia. ¡Qué maravilloso es saber que soy tierna y totalmente protegida por mi Padre-Madre Dios!
Verónica Bahamonde de Larrea
Quito, Ecuador
