Debo confesar que tengo un montón de manuales de instrucciones escondidos en un cajón inferior de mi cocina que rara vez leo. Hay manuales para electrodomésticos e incluso para un filtro de pecera. Ofrecen información práctica esencial, pero debo admitir que solo leo estos manuales cuando un aparato deja de funcionar.
Sin embargo, tengo un manual que se ha ganado un lugar junto a mi cama para que lo lea cada semana durante la noche. ¿Por qué? Porque la instrucción y sabia guía que sigo de este manual sana.
Me refiero al Manual de La Iglesia Madre de la Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy. Este libro pequeño constituye el fundamento y pilar de gobierno para La Primera Iglesia de Cristo, Científico, en Boston, Massachusetts, e incluye instrucciones esenciales para las iglesias filiales y miembros de todo el mundo.
Una lectura superficial del contenido de este libro ofrece información sobre la historia y organización de La Iglesia Madre, así como instrucciones para hacerse miembro, los servicios religiosos, las actividades de difusión y la conducta de los miembros. Sin embargo, un domingo hace muchos años, tuve una experiencia reveladora con el Manual que transformó mi forma de pensar sobre este libro.
Yo era maestra de la Escuela Dominical, y enseñaba a los más pequeños de nuestra iglesia. A estos niños de tres y cuatro años les enseñaba acerca de Dios a través de juegos divertidos, canciones y actuaciones. No obstante, un domingo por la mañana, me desperté con un terrible dolor de oído. No sentía que podía manejar la energía tan intensa de mi clase, ni creía poder estar cómoda en la iglesia, debido al dolor. Consideré llamar al superintendente de la Escuela Dominical y pedirle un sustituto. Pero al pensar en quedarme en casa y orar por mí misma, recordé algo del Manual de la Iglesia. En un capítulo titulado “Disciplina”, leemos: “Las oraciones en las iglesias de la Ciencia Cristiana deberán ser ofrecidas colectiva y exclusivamente en pro de las congregaciones” (pág. 42).
Había leído esta disposición muchas veces, pero no había pensado en sus ramificaciones. De repente me di cuenta de que los asistentes a la iglesia esa mañana estarían orando “colectiva y exclusivamente” por la congregación, y eso me incluía a mí. Decidí ir a la iglesia, enseñar en la Escuela Dominical, y saber que la congregación estaría orando conmigo, y que podía tener la expectativa de sanar. También sentí fuertemente que Dios estaba guiando mi decisión de ir, y que me cuidaría mientras enseñaba.
En algún momento en medio de esa atareada hora de la Escuela Dominical, me di cuenta de que estaba completamente libre de dolor. ¡El dolor de oído había desaparecido! Me conmovió profundamente darme cuenta de que el amor cristiano de los asistentes por su prójimo y el estar dispuestos a ser obedientes a lo que establece el Manual de la Iglesia habían tenido como resultado la curación. Comprendí que este estatuto del Manual ayuda a cumplir la misión sanadora de La Iglesia de Cristo, Científico. Esta experiencia fue un elemento fundamental en mi creciente comprensión y amor por el Manual.
La Sra. Eddy conocía la influencia transformadora que tiene el Manual de la Iglesia en el crecimiento espiritual individual, cuando los miembros siguen y aplican sus reglas. Ella escribe: “De esto estoy segura, de que cada Regla y Estatuto de este Manual aumentará la espiritualidad de aquel que lo obedece, y fortalecerá su capacidad para sanar al enfermo, consolar a los que lloran y despertar al pecador” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 230). Hay ricas bendiciones espirituales para aquellos que leen y siguen las disposiciones del Manual.
Desde ese domingo, he puesto el Manual en mi mesita de luz con la Biblia y Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por la Sra. Eddy. Ella recomienda estudiar estos tres libros, diciendo: “Adheríos a las enseñanzas de la Biblia, Ciencia y Salud y nuestro Manual, y obedeceréis la ley y el evangelio” (Miscelánea, págs. 251-252). Me gusta pensar en estos libros como una tríada para la práctica de la Ciencia Cristiana: la Biblia como el fundamento para el cristianismo, Ciencia y Salud como la revelación de la práctica cristianamente científica, y el Manual como las reglas de gobierno divinamente inspiradas para La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y sus miembros.
Ya no pienso en el Manual como un mero documento impreso de reglas para los administradores de la iglesia; un documento que podría archivarse y rara vez leerse. Es un libro poderoso que, al leerse junto con la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana, inspira una forma de vivir más cristiana y más curación en nuestras iglesias, como descubrí con alegría.
