¿Ha fallecido alguien a quien amas? No estás solo. Nos pasa a todos. Y no siempre es fácil superar los profundos sentimientos de tristeza. Lo bueno es que, incluso si estamos acarreando el peso del dolor y la pérdida, hay esperanza de curación. Tenemos el derecho divino de vivir sin dolor. De hecho, las enseñanzas de la Biblia y la Ciencia Cristiana indican que nada puede quitarnos la alegría.
Hablo por experiencia. He tenido que lidiar con el dolor algunas veces, y cada experiencia me enseñó algo nuevo.
La lección más importante que he aprendido es tratar cada momento con un ser querido como una oportunidad para disfrutar de su compañía y mostrar amor por él. Ahora intento darle a la gente toda mi atención y vivir cada momento plenamente, independientemente de si estoy cinco minutos o cinco horas con ellos. Es genial ver una sonrisa en la cara de alguien cuando siente lo mucho que lo aprecio. Vivir el momento me ha enseñado de manera práctica que siempre vivo en el eterno ahora.
La Biblia me habla de una manera que trae curación cada vez que siento dolor o tristeza. En los capítulos 14 a 16 del Evangelio de Juan, Jesús enseña quiénes somos realmente, y qué merecemos realmente. Prepara a sus apóstoles para enfrentar el momento en que ya no estará físicamente con ellos. Les asegura que nuestro Padre-Madre Dios les enviará el Espíritu Santo para recordarles todo lo que él les dijo. Jesús entonces manifiesta: “La paz os dejo, mi paz os doy” (14:27), y los insta a no dejar que sus corazones se turben ni tengan miedo. Promete que, si lo aman, entonces se regocijarán, lo cual es lo opuesto a llorar por su pérdida.
Además de mencionar la “paz” y el “amor”, Jesús menciona el “gozo” varias veces en estos capítulos: “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido” (15:11).
“Vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo” (16:22).
“Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido” (16:24).
Jesús habló no solo a sus apóstoles, sino también a ti y a mí como sus seguidores. Incluso en nuestra experiencia más tremenda —cuando un ser querido ya no está físicamente con nosotros— podemos estar en paz, podemos amar y sentirnos amados, e incluso sentir alegría.
Somos la manifestación de Dios, las ideas espirituales de la Mente divina, no estamos sujetos al sufrimiento ni a la tristeza.
Eso significa que nadie puede quitarnos la alegría. ¿Por qué? Porque la verdadera alegría, que es una cualidad de Dios, el Alma, es innata a nuestro ser espiritual. Todos somos el reflejo del Alma, y naturalmente podemos sentir el gozo que es el precioso regalo de Dios para nosotros. Jamás pueden quitarnos el gozo, como lo describe bellamente esta oración del Himnario de la Ciencia Cristiana:
Ya nada puedo yo temer,
pues cerca siento a mi Señor;
de puro gozo lleno estoy.
¡Con el Amor andando voy!
(Minny M. H. Ayers, N° 139, adapt. © CSBD)
Dios, el Amor divino, está con nosotros, nos ama y nos cuida, dándonos paz y alegría. El Amor divino puede darnos las ideas y la fortaleza necesarias para poder seguir amando a nuestros seres queridos, ser sanados del dolor, estar agradecidos por los momentos que pasamos con ellos y sentir la alegría ininterrumpida de Dios.
Al manejar el dolor, oro para reconocer que no hay muerte, puesto que Dios, que es la Vida, es verdaderamente Todo. Por lo tanto, aquellos que han fallecido están solo en otro estado de consciencia. Aunque ya no los vemos con nosotros, espiritualmente, todos vivimos en el eterno ahora. Esto significa que espiritualmente moramos en la atmósfera del Amor divino, donde no hay separación. Este sentido de unidad y alegría tiene una función importante en la curación de la tristeza.
Somos la manifestación de Dios, las ideas espirituales de la Mente divina, no estamos sujetos al sufrimiento ni a la tristeza. Somos expresiones del Alma, que es la fuente de la alegría interminable. Ninguna angustia, cambio o pérdida humana en nuestra experiencia puede afectar este gozo espiritual innato. Es la comprensión de nuestra identidad espiritual única y nuestra relación con la Mente divina lo que elimina cualquier cosa que parezca interferir con nuestra alegría. Una experiencia que tuve ilustra esto.
Hace años, una amiga mía muy querida falleció repentinamente. Era como una hermana para mí, y siempre nos apoyábamos mutuamente. Ella vivía en otro estado, e iba a ir a visitarla durante un fin de semana largo, sin embargo, me pidieron que asistiera a una reunión de negocios, y ese mismo fin de semana ella falleció.
La noticia trajo un profundo dolor, remordimiento y arrepentimiento. A pesar de mis oraciones, a lo largo de la semana siguiente lloré día y noche. Estaba inconsolable. Entonces, una tarde, mientras miraba por la ventana y pensaba en mi amiga, de repente escuché su voz en mi pensamiento, y recordé claramente lo que me había dicho meses antes cuando echaba de menos mi hogar: “Leide, siempre puedes elegir entre estar triste o alegre. ¿Por qué no eliges estar alegre?”.
Esa era la idea sanadora que necesitaba, y mi dolor desapareció para siempre. Le di gracias a Dios por haber tenido a mi amiga en mi vida, y por haber experimentado una hermandad que nunca antes había sentido. Mary Baker Eddy explica una curación así de rápida en su libro principal, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “El pesar se convierte en gozo cuando el cuerpo es controlado por la Vida, la Verdad y el Amor espirituales” (pág. 14).
Cuando tu corazón y tu pensamiento están llenos de Dios, del Amor divino, es inevitable experimentar esta alegría inefable. Esta alegría es el derecho que Dios te ha dado, y es tuyo para siempre. Nada ni nadie puede quitarte el gozo.
