Tengo nueve años, y tuve una curación.
Una noche, me desperté con un dolor fuerte de estómago. Fui al cuarto de mis padres y desperté a mi mamá para decirle que algo no estaba bien. Mi papá también se despertó, y me preguntó si quería que orara por mí. Le dije que sí.
Después que mis padres empezaron a orar, decidí que yo también debía orar. Voy a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, donde aprendo acerca de Dios y que Dios está en todas partes, entonces no hay ningún lugar donde Él no esté. Siempre me gusta recordar eso al decir una declaración que aprendí en la Escuela Dominical: “No hay lugar donde Dios no esté”.
También sé que estoy rodeada por el amor de Dios y que Él me creó perfecta. No hay lugar para la enfermedad, porque soy perfecta y me aman perfectamente.
Muy pronto, mi estómago estaba normal, y regresé a mi cuarto muy tranquila. Volví a dormirme de inmediato. A la mañana siguiente, cuando me desperté ¡ me sentía muy bien! Le agradecí a Dios, y tuve un gran día.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!