Cuando me nombraron presidente del comité de conferencias de mi iglesia filial, me sentí un poco intimidada. Nunca antes había estado envuelta en la planificación de una conferencia de la Ciencia Cristiana. Sin embargo, oré para saber que Dios me guiaría en este importante trabajo. De lo que no me di cuenta fue de cuánto crecimiento espiritual experimentaría al servir en esta función.
De acuerdo con el Manual de la Iglesia, por Mary Baker Eddy, “La Iglesia Madre y las iglesias filiales deberán solicitar anualmente del Cuerpo de Conferenciantes una o más conferencias” (pág. 95). Todos en el comité escucharon a Dios, la Mente divina, para saber qué pasos dar, incluso al elegir al conferenciante. Nos alegró mucho enterarnos de que el conferenciante que elegimos estaba disponible. Cuando hablé con él sobre mi inexperiencia, me sorprendió al describirla como mi mayor fortaleza. Dijo que probablemente yo abordaría la tarea con nuevos ojos e ideas frescas.
También oramos para ver que, como expresión de Dios, el hombre es receptivo al bien. La Sra. Eddy afirma en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Solo hay una atracción real, la del Espíritu” (pág. 102). También dice: “Millones de mentes sin prejuicios —simples buscadores de la Verdad, fatigados peregrinos, sedientos en el desierto— aguardan expectantes descanso y refrigerio. Dales un vaso de agua fría en nombre de Cristo, y jamás temas las consecuencias” (pág. 570).
Sentimos que nuestra conferencia satisfaría esta necesidad y traería a esos buscadores a nuestra puerta.
La conferencia se daría en persona, pero también teníamos la oportunidad de transmitirla en vivo. Aceptamos la perspectiva de extender nuestro alcance a un público más amplio a través de una tecnología que no habíamos utilizado anteriormente. (Esto fue antes de la pandemia y del uso generalizado de Zoom y otros medios en línea.) Diseñar nuestro volante de la conferencia dio un gran margen para la creatividad. Empleamos el talento de un amigo artista, entre otros, quien nos ayudó a producir un volante muy atractivo.
Las ideas metafísicas compartidas en la reunión de preparación para la conferencia en línea, a la que invitamos a todos los miembros de nuestra iglesia, fueron tan inspiradoras que comencé a ver la ciudad donde se encuentra nuestra iglesia bajo una luz completamente nueva. Una de las citas que el conferenciante nos dio para trabajar fue de Escritos Misceláneos 1883-1896, por la Sra. Eddy: “Manifestad más fe en Dios y Sus medios y métodos espirituales, que en el hombre y sus medios y recursos materiales, para establecer la Causa de la Ciencia Cristiana” (págs. 152-153).
En mis oraciones, vi a la comunidad bajo una luz espiritual, como abrazada por el Amor divino: Dios. Reconocí que la ciudad ya era próspera, incluyente y pujante bajo la ley de armonía de Dios. Mientras llevaba los volantes a las bibliotecas y otros lugares para exhibirlos en las pizarras de anuncios de la comunidad, me encontré con personas amables que estuvieron de acuerdo en exhibirlos. Mientras estaba en esta misión, recogí un par de periódicos locales gratuitos, uno de los cuales informaba de otras cosas buenas que estaban ocurriendo en la zona y que yo no sabía.
Mi pensamiento estaba experimentando un gran cambio. Como nuestra conferencia iba a ser transmitida en vivo, sentí que era una gran oportunidad para enviar nuestros volantes a familiares y amigos que no vivían cerca, y con muchos de los cuales yo no había hablado antes sobre la Ciencia Cristiana. Parecía el momento adecuado para transmitir algo acerca de esta roca de la Verdad en la que está anclada mi vida. Saqué mi libreta de direcciones y oré sobre dónde enviar los volantes, luego escribí cartas a mano a la gente como me sentí guiada a hacer.
La Sala de Lectura Conjunta de la Ciencia Cristiana en el Reino Unido anunció nuestra conferencia en su plataforma en línea, y envié por correo electrónico el enlace de la conferencia a aquellos que estaban más lejos y a aquellos de quienes no tenía una dirección postal. También compartí el enlace en las redes sociales.
Después de la conferencia, recibimos muchos comentarios favorables, tanto de los que nos acompañaron en persona como de los que la vieron en línea. Uno de los asistentes señaló: “El ambiente era muy amoroso y acogedor”. La conferencia grabada también tuvo muchas más visitas más adelante.
Una amiga, a la que le había escrito porque sentía que sería receptiva, me escribió una respuesta encantadora diciendo lo contenta que estaba de recibir mi carta y mi volante. Al describirse a sí misma como una buscadora de la verdad, dijo que había disfrutado de la conferencia e incluso descargó una copia digital de Ciencia y Salud. Desde entonces, hemos iniciado un diálogo sobre la curación.
Un miembro de mi familia que vive lejos, y con quien no había hablado previamente sobre la Ciencia Cristiana, vio la conferencia con un vecino. Ella me dijo que ambos apreciaron mucho la charla, especialmente el análisis del conferenciante sobre las leyes espirituales universales que conducen a la iluminación y la curación. Aceptó gustosamente un ejemplar del libro de texto. ¡Hace poco me escribió para contarme su primera curación!
La Sra. Eddy afirma que “la mayor felicidad del hombre, aquella que contiene en sí un máximo de cielo, consiste en bendecir a los demás …” (Mensaje a La Iglesia Madre para 1902, pág. 17). Servir en el comité de conferencias de nuestra iglesia ciertamente lo demostró para mí.
