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La gratitud y alegría de alabar a Dios

Del número de junio de 2024 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 22 de marzo de 2024 como original para la Web.


Siempre he relacionado la gratitud con la idea de alabar a Dios. En la Biblia, el libro de los Salmos rebosa de poderosas expresiones que glorifican a Dios, el Amor divino. Un salmo dice: “Alabaré al Señor con todo mi corazón. Todas tus maravillas contaré; en ti me alegraré y me regocijaré; cantaré alabanzas a tu nombre, oh Altísimo” (Salmos 9:1, 2, LBLA). 

Alabar a Dios es un componente vital en la práctica de la Ciencia Cristiana. Hace unos años asistí a una reunión de testimonios de los miércoles en una iglesia filial de la Ciencia Cristiana, pero esa noche me sentía bastante mal. Estaba agradecido por la reunión, que reconocía y afirmaba el poder de Dios para sanar la enfermedad y el pecado. También estaba agradecido por estar con los miembros de la iglesia y otras personas que habían sido testigos del poder sanador del Amor divino. A lo largo de la reunión me sentí seguro, protegido y rodeado por el Amor. Al final de la reunión salí completamente bien. 

Un relato en las Escrituras sobre la victoria del rey Josafat sobre los moabitas y los amonitas, ilustra el impacto práctico de alabar a Dios (véase 2 Crónicas 20, LBLA). Los enemigos de Judá formaron una coalición abrumadora para hacer la guerra contra Josafat y su pueblo. En este momento de gran necesidad, el rey llamó a la nación a orar. Entonces un ciudadano, Jahaziel, se llenó del espíritu de Dios y habló en el nombre de Dios, instruyendo al pueblo de Judá que no tuviera miedo y declarando: “No necesitáis pelear en esta batalla; apostaos y estad quietos, y ved la salvación del Señor con vosotros”. Entonces Josafat “designó a algunos que cantaran al Señor y a algunos que le alabaran en vestiduras santas, conforme salían delante del ejército y que dijeran: Dad gracias al Señor, porque para siempre es su misericordia”. 

Los enemigos de Judá pronto fueron consumidos por las luchas internas y se derrotaron a sí mismos. El ejército de Josafat no necesitaba pelear. Su victoria se logró al reconocer y confiar en el poder de Dios para proteger y gobernar a Su pueblo, y el alabar a Dios abrió el camino. 

La victoria de Josafat nos proporciona valiosas lecciones hoy en día. Cuando nos enfrentamos al mal en cualquier forma, podemos orar, afirmando la presencia y la omnipotencia de Dios, el Amor divino. Este Amor elimina suavemente el miedo y la ansiedad.

Incluso en circunstancias difíciles podemos alabar a Dios. Alabarlo nos hace tomar conciencia del universo espiritual gobernado por Dios en el que realmente moramos. Revela más de la realidad espiritual —el reino de los cielos— que no incluye discordia ni temor. Y alabar a Dios nos libera de los recuerdos dolorosos y dañinos. A medida que afirmamos el gobierno ininterrumpido del Amor divino —y expresamos gratitud por este gobierno en nuestra propia vida— hallamos que se restaura la armonía, se revela la plenitud y se recupera la paz. 

Las reuniones de testimonios son uno de los aspectos más singulares y valiosos de La Iglesia de Cristo, Científico. Son una efusión semanal de gratitud a Dios. Los testimonios comparten cómo se ha producido la curación y cómo se ha profundizado la comprensión de Dios y de nuestra relación con Él. Glorifican y honran a Dios, esforzándose por escalar “el pináculo de la alabanza” e ilustrar “la demostración del Cristo” (Mary Baker Eddy, Manual de La Iglesia Madre, pág. 47). De Tokio a Berlín, y de Ciudad del Cabo a Los Ángeles, los estudiantes de la Ciencia Cristiana alaban a Dios en las iglesias filiales de todo el mundo los miércoles.  

Cuando trabajaba en Alemania, asistía con frecuencia a estas reuniones de testimonios. Mi conocimiento del alemán en aquel entonces era limitado. Sin embargo, contribuí a las reuniones al cantar himnos, escuchar las lecturas de la Biblia y del libro de texto de la Ciencia Cristiana, y regocijarme en silencio mientras se daban los testimonios. 

Para mí, alabar a Dios es un ejercicio espiritual diario, una forma de confirmar y celebrar el hecho de que Dios es nuestro Padre y nuestra Madre.

Un miércoles por la noche, un joven contó cómo la comprensión de Dios como la Mente divina que lo gobierna todo lo había ayudado a resolver una situación difícil en su lugar de trabajo. Su alabanza a Dios —al honrarlo por la forma en que se había resuelto una experiencia difícil— resplandeció a través de sus palabras. Después de la reunión, hablamos durante unos diez minutos. Él hablaba excelente inglés y pudo compartir conmigo detalles del testimonio. Siempre apreciaré la sinceridad de ese testimonio y el poder de la gratitud expresada durante la reunión.   

Busco con regularidad formas de expresar gratitud y honrar a Dios de manera más consistente. Muchas actividades brindan oportunidades para alabar a Dios: conducir en la carretera, practicar deportes, pasar tiempo con la familia, participar en las actividades de la iglesia. 

Hace unos años, se presentó una de esas oportunidades. Estaba bajando en bicicleta una colina cerca de mi casa. El camino tenía hielo en algunas partes, y derrapé, me caí de la bicicleta y me lesioné un hombro. Pude caminar a casa, donde me comuniqué con un practicista de la Ciencia Cristiana para solicitar tratamiento a través de la oración.

Esa noche, debía participar en una presentación en mi iglesia filial. Mientras viajaba para hacer la presentación, oré para ver esto como una oportunidad, una oportunidad para celebrar a Dios y expresar gratitud por mi iglesia filial y sus actividades. Me concentré por completo en alabar a Dios como la Verdad y Vida divinas, por proporcionarme las ideas correctas para compartir y la forma correcta de expresarlas. Después de la reunión, varios miembros me agradecieron la presentación. Pronto, al continuar trabajando con un practicista de la Ciencia Cristiana, pude reanudar todas las actividades —incluido el ciclismo— con total libertad.  

Para mí, alabar a Dios es un ejercicio espiritual diario, una forma de confirmar y celebrar el hecho de que Dios es nuestro Padre y nuestra Madre, nuestro protector y nuestro mejor compañero. Toda la carrera de Jesús estuvo dedicada a glorificar a Dios, en pensamiento, palabra y obra. Podríamos decir que él fue empleado para alabar a Dios y revelar el reino de Dios a todos. 

Las experiencias registradas en los Evangelios indican que Jesús no se sintió perturbado ni intimidado por la apariencia de la enfermedad. Su práctica sanadora se basaba en su firme comprensión de que Dios, el Espíritu divino, es supremo y todopoderoso. La noche antes de su crucifixión, Jesús cantó un himno con sus discípulos después de la última cena (véase Marcos 14:26). Ciertamente, tal alabanza afirmaba el poder del Espíritu, que se manifestó tan claramente en su triunfante resurrección.

Nuestro estudio y práctica de la Ciencia Cristiana revela que la verdadera identidad del hombre es enteramente espiritual. El hombre, como imagen de Dios, es sano y cabal. El Amor divino mantiene y gobierna a Su semejanza. A medida que comprendamos y demostremos estos hechos espirituales, nuestra gratitud a Dios se ampliará y profundizará. Nos regocijaremos en Dios a diario con convicción y confianza, y esta alabanza resonará en nuestros hogares, nuestras iglesias y nuestras comunidades.

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