Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

El gratificante trabajo de un bibliotecario de la Sala de Lectura

Del número de julio de 2024 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 23 de abril de 2024 como original para la Web.


He trabajado a tiempo completo como bibliotecario de una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana durante muchos años. Es un puesto único, uno que hallo que es tan importante y gratificante como otros puestos dentro de la organización de la iglesia. 

Hay algo especial en ser un “bibliotecario”. Por ejemplo, si yo fuera a mi biblioteca pública local para averiguar más sobre astrofísica, es poco probable que el bibliotecario me hablara sobre el tema. Lo más probable es que me dirija a la sección de la biblioteca que incluye libros sobre astrofísica. Del mismo modo, el bibliotecario de una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana está familiarizado con los diversos recursos disponibles de La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana y facilita el acceso a ellos. 

Además, el bibliotecario es un Científico Cristiano que puede responder a las preguntas que el público pueda tener sobre el tema. Muchos de los que entran en las Salas de Lectura no están familiarizados con lo que hay en ellas, y quizá no estén seguros de lo que los llevó a entrar. Algunos visitantes tal vez busquen curación. En cada caso, me parece que todos los que vienen han sido guiados por Dios. La función del bibliotecario es señalar el camino hacia el Cristo, la Verdad, la senda que conduce a la curación. 

Mary Baker Eddy brinda orientación sobre cómo hacer este trabajo con eficacia. En un Estatuto del Manual de La Iglesia Madre, ella establece los requisitos para ser bibliotecario de una Sala de Lectura de La Iglesia Madre: “Las personas que se encarguen de las Salas de Lectura… No deben tener malos hábitos, deben haber tenido experiencia en el Movimiento, deben ser bien educadas y Científicos Cristianos devotos” (págs. 63-64). Por lo tanto, es importante tener en cuenta los talentos, las capacidades y la preparación espiritual de una persona al ponerlas a cargo del puesto. La función del bibliotecario de la Sala de Lectura no debe tomarse a la ligera.

La Sra. Eddy escribió una vez en una carta: “Nuestra Sala de Lectura es un gran componente de nuestra causa” (Mary Baker Eddy to William P. McKenzie, August 14, 1900; L07220, The Mary Baker Eddy Library, © The Mary Baker Eddy Collection). Otro Estatuto deja en claro la norma cristiana de comportamiento en la Sala de Lectura: “No se permitirán habladurías frívolas, calumnias, maleficencias ni maledicencias” (pág. 81).

Afortunadamente, el trabajo de un bibliotecario de la Sala de Lectura no se hace solo. Está respaldado por la Palabra de Dios, a la que el bibliotecario puede recurrir en cualquier momento en la Sala de Lectura. Un versículo de la Biblia con el que oro a menudo es 2 Tesalonicenses 3:1 (KJV): “Por lo demás, hermanos, oren por nosotros, para que la palabra del Señor corra libremente y sea glorificada, así como lo fue entre ustedes”. Veo esto como la función del bibliotecario: apoyar que la Palabra de Dios “corra libremente” en la comunidad, es decir, que se difunda sin obstáculos. (Un artículo aborda este tema: “Absalom in the Reading Room?” by Ben Frederick in the August 18, 2014, issue of the Christian Science Sentinel.)

La función del bibliotecario es señalar el camino hacia el Cristo, la Verdad, la senda que conduce a la curación.

En nuestro trabajo tenemos muchas oportunidades para eliminar los obstáculos a la comprensión y aprecio de la Ciencia divina. En este sentido, a menudo he reflexionado sobre el significado de “Nueva Jerusalén”, descrito por Juan en el libro del Apocalipsis. Esta ciudad, que él ve en una visión, está llena de la bondad de Dios. En este lugar sagrado no hay espacio para las lágrimas, la muerte, la tristeza, el llanto o el dolor. La Sra. Eddy explica: “Sus puertas se abren hacia la luz y la gloria tanto adentro como afuera, pues todo es bueno, y en esa ciudad no puede entrar ‘ninguna cosa inmunda, o que hace... mentira’” (Ciencia y Salud, pág. 577). Como bibliotecarios que sirven en la Sala de Lectura, podemos mantener nuestro pensamiento tan lleno de la Verdad y el Amor divinos —es decir, ser tan conscientes de la presencia de Dios— que nada pueda oscurecer nuestra percepción de la verdadera identidad espiritual de cualquiera que entre por la puerta.  

Una vez, entró un visitante en la Sala de Lectura que era amable y entusiasta, pero difícil de entender. Le costaba pensar con claridad y expresarse de manera inteligible. De inmediato decidí no dejarme impresionar por esto y me volví a Dios para que me guiara sobre cómo responder. Nuestra conversación continuó amistosamente durante unos veinte minutos, y luego el hombre se fue. Regresó más tarde ese día, cuando yo ya no estaba de turno. Una compañera de trabajo me dijo que esta vez fue más fácil de entender, y él le dijo que nunca había sentido que lo escucharan y entendieran tanto como durante su anterior visita ese día. 

Experiencias como esta nos recuerdan que Dios es el que siempre efectúa la comunicación, y que nosotros estamos allí para ser testigos de las formas en que nuestro Padre-Madre nos guía a cada uno de nosotros todos los días, dándonos una visión más clara de nuestra plenitud e identidad totalmente espiritual. Cuanto más comprendamos esto, más podremos ayudar a los demás. Ciencia y Salud dice: “La intercomunicación es siempre de Dios hacia Su idea, el hombre” (pág. 284); y esto es cierto en cada encuentro que tenemos con alguien en la Sala de Lectura.

He descubierto que el trabajo de la Sala de Lectura a menudo nos pide que renunciemos al ajetreo humano y adoptemos el “poder estacionario, quietud y fuerza”, que la Sra. Eddy explica es “la mejor clase espiritual del método de acuerdo con el Cristo para elevar el pensamiento humano e impartir la Verdad divina” (Retrospección e Introspección, pág. 93). El trabajo fomenta la disciplina, así como las cualidades morales y espirituales tan necesarias para la práctica a tiempo completo de la curación de la Ciencia Cristiana, como la humildad y la compasión. 

La función de un bibliotecario de la Sala de Lectura es mucho más que mantener un espacio abierto durante ciertas horas, o incluso proporcionar un lugar tranquilo para que la comunidad ore o estudie. Para mí, se trata de integrarse activamente con los recursos de la Sala de Lectura, vivir de manera consecuente con las ideas espirituales que contienen y facilitar que la Palabra de Dios “corra libremente” para que el corazón receptivo pueda sentir sus beneficios y ser sanado. 

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / julio de 2024

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.