Tengo tanta gratitud de que me hayan dado a conocer la Ciencia Cristiana en mi país natal, Uruguay, hace muchos años, y por el impacto transformador que ha tenido en mi vida y en la de mi familia. Me ha ayudado a comprender a Dios como el Amor divino, que llena todo el espacio y gobierna nuestras vidas manteniendo la armonía.
Un día de verano en los últimos años, tuve la oportunidad de poner en práctica esta comprensión cuando estaba cocinando diferentes platos para el disfrute de mi familia. Había hecho un postre que se cocina al “baño maría”, que incluye poner el postre dentro de un recipiente con agua para que se cocine al horno. Al sacarlo del horno cuando estuvo cocinado, se me volcó la fuente con el agua hirviendo en los pies descalzos.
El dolor era intenso, especialmente al estar de pie, pero tenía confianza en la curación en la Ciencia Cristiana. Llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para pedirle ayuda mediante la oración. Lo que obtuve de nuestra conversación fue la certeza de que soy una idea espiritual creada por Dios, de acuerdo a Génesis 1, y una idea espiritual nunca puede ser tocada ni lastimada por un elemento destructivo. En el Amor divino, donde vivimos, no hay elementos destructivos. En la totalidad del Amor divino, no hay nada sino bondad y no hay lugar alguno para el azar o los accidentes.
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