Como madre joven con una niña en edad preescolar y un bebé, me encontré frente a una difícil emergencia un día, cuando mi esposo estaba en el trabajo.
La niña tenía un pequeño escritorio donde se sentaba a martillar pequeñas clavijas de colores en el escritorio perforado. El bebé estaba en su corralito en un área cercana. Como necesitaba cambiar el pañal del bebé, lo saqué de su corralito y lo llevé a su habitación. Cuando lo puse boca arriba en el cambiador, comenzó a llorar. Entonces, de repente, dejó de hacerlo y comenzó a ponerse azul.
Con profunda preocupación y necesidad de ayuda inmediata, recurrí a Dios, y la pregunta que me vino fue: “¿Qué haría Jesús?”. La respuesta no tardó en llegar: él amaba a los niños pequeños; y con eso, tomé a mi hijito en mis brazos para amarlo y consolarlo.
Casi de inmediato, comenzó a llorar de nuevo. Estaba muy agradecida por el rápido regreso a la normalidad y lo volví a poner en el cambiador para terminar de cambiarle el pañal. Su color era normal, respiraba naturalmente y todo estaba bien.
Al día siguiente, cuando cambiaba a mi hijo, encontré una de las clavijas de madera de colores en su pañal sucio, lo que me hizo darme cuenta de que de alguna manera se había apoderado de una de las clavijas del escritorio de su hermana, y cuando me sentí dirigida a levantarlo y amarlo, se soltó la clavija que se le había atascado en la garganta y se la había tragado.
Mary Baker Eddy escribe en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Una idea espiritual no tiene ni un solo elemento de error, y esta verdad elimina debidamente todo lo que es nocivo” (pág. 463). Ver a mi hijo como hijo de Dios, amado y cuidado por Él, fue la verdad que eliminó debidamente la obstrucción.
Al reflexionar sobre esa experiencia, que ocurrió hace décadas, me he dado cuenta de que la pregunta: “¿Qué haría Jesús?” —o, en otras palabras, “¿Cómo respondería Jesús?”— es una pregunta que podríamos hacernos en cualquier circunstancia. A lo largo de los Evangelios, Jesús sanó y dijo a sus seguidores: “Para Dios todo es posible” (Mateo 19:26), y “El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también” (Juan 14:12). A través del estudio de la Ciencia Cristiana, aprendemos a volvernos a Dios cuando enfrentamos desafíos.
Estoy muy agradecida por esta rápida y hermosa curación.
Virginia Kerr
Carmel, Indiana, Estados Unidos
