Hace años, como miembro bastante nuevo de una iglesia filial de la Ciencia Cristiana, me alegré de haber sido elegida para servir en su Administración Fideicomisaria; mi primera oportunidad de ocupar un puesto en la comisión directiva de la iglesia. Lo que no sabía era que los miembros estaban amargamente divididos sobre si mantener o vender el edificio de la iglesia, y que el trabajo en la comisión sería polémico y estresante.
El edificio de nuestra iglesia era una estructura histórica establecida en los primeros años de la Ciencia Cristiana, y muchos miembros querían honrar su historia manteniéndola. Pero su mantenimiento requería mucho dinero y tiempo; más de lo que los miembros actuales podían estar de acuerdo en gastar.
Al asistir a las reuniones regulares de la comisión directiva en las que el edificio era el tema principal, me enfureció la hostilidad de la que era testigo. Y con el tiempo, mis reacciones se convirtieron en parte de esa hostilidad. Pero en mi corazón sabía que era necesario resistir y vencer la combatividad y la justificación propia.
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