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Buenas noticias

Una curación para nuestra iglesia

Del número de julio de 2024 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 28 de marzo de 2024 como original para la Web.


Hace años, como miembro bastante nuevo de una iglesia filial de la Ciencia Cristiana, me alegré de haber sido elegida para servir en su Administración Fideicomisaria; mi primera oportunidad de ocupar un puesto en la comisión directiva de la iglesia. Lo que no sabía era que los miembros estaban amargamente divididos sobre si mantener o vender el edificio de la iglesia, y que el trabajo en la comisión sería polémico y estresante.

El edificio de nuestra iglesia era una estructura histórica establecida en los primeros años de la Ciencia Cristiana, y muchos miembros querían honrar su historia manteniéndola. Pero su mantenimiento requería mucho dinero y tiempo; más de lo que los miembros actuales podían estar de acuerdo en gastar.

Al asistir a las reuniones regulares de la comisión directiva en las que el edificio era el tema principal, me enfureció la hostilidad de la que era testigo. Y con el tiempo, mis reacciones se convirtieron en parte de esa hostilidad. Pero en mi corazón sabía que era necesario resistir y vencer la combatividad y la justificación propia. 

La Ciencia Cristiana me había enseñado que Dios es el Principio que gobierna toda Su creación; que Él nos dota a cada uno de nosotros de Su bondad y amor sin medida; y que cualquier cosa desemejante a Él no tiene realidad ni poder para impresionarnos o influenciarnos. 

Al razonar desde esta base, comencé a negar que el resentimiento tuviera un lugar en mi pensamiento y en mi iglesia, y a reemplazarlo con la bondad y la compasión que les son naturales a los hijos de Dios. Al principio, esto parecía una batalla, y no vi muchos cambios en el tono de nuestras reuniones de la comisión. No obstante, optar por reconocer la presencia y el poder de Dios justo en medio de la disensión era tomar una posición a favor de la Verdad divina y una forma práctica de amar a mi iglesia. Otros miembros de la iglesia también estaban orando. Tratar de comprender a Dios y Su reino —y encontrar curación a partir de esta comprensión— es fundamental para la práctica de la Ciencia Cristiana.

Después de meses de celebrar sesiones preparatorias de la comisión, llegó la fecha de nuestra reunión especial de miembros de la iglesia. En el orden del día solo había un punto a tratar: la decisión sobre el edificio. Todos asistieron, incluso aquellos que no habían asistido a los servicios de la iglesia durante mucho tiempo debido al rencor que sentían o veían.

Cuando se abrió el debate, hubo un silencio breve. Luego, un miembro tras otro se puso de pie y dijo en esencia que lo que más les importaba no era lo que decidiéramos nosotros, sino que lo decidiéramos juntos, con amor y respeto hacia los demás.  

Después de la reunión, todos se abrazaron con alegría en los pasillos del auditorio. La votación que habíamos realizado se volvió casi irrelevante: nuestro verdadero “negocio” era expresar amor mutuo, sin tener en cuenta la historia, la opinión o las preferencias personales. 

Todavía estoy asombrada por la curación que todos presenciamos durante ese momento sagrado en nuestra iglesia. Ha sido la piedra angular para mi enfoque del trabajo de la iglesia —y muchas otras relaciones de trabajo— desde entonces. 

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