Siempre que leo las Lecciones Bíblicas semanales de la Ciencia Cristiana, me siento inspirada por las historias de la Biblia que destacan las curaciones de Jesús. Casi todas las curaciones ocurrieron instantáneamente, y a menudo me he preguntado cómo una enfermedad —que para los sentidos materiales parece tan real— puede desaparecer en un instante.
Años atrás, tuve la oportunidad de ser testigo del poder sanador de Dios en mi propia experiencia. Por mucho tiempo, sufrí de intenso dolor de oídos cada vez que realizaba un viaje en avión y éste comenzaba el descenso. De hecho, incluso antes que el capitán del vuelo anunciara que comenzaríamos el descenso, los oídos me comenzaban a doler. Me sentía bien solo después de descansar varias horas en casa.
En una ocasión, cuando regresaba de unas vacaciones en Brasil, dos horas antes de aterrizar, comencé a sentir un dolor de oídos que, rápidamente, se tornó intenso y desesperante. Parecía que no había ninguna forma humana de mitigarlo. Comencé a orar con la primera cosa que me vino a la mente: “Yo soy hija de Dios”. A medida que la molestia aumentaba, me aferré a esa declaración de la verdad y no permití que nada más entrara en mi pensamiento. Aunque en la Ciencia Cristiana no oramos con fórmulas o con “vanas repeticiones” (Mateo 6:7), sabía que al aferrarme a este pensamiento cerraría la puerta a todo pensamiento contrario; aquel que no tiene base alguna en la realidad, la cual es espiritual.
Después de orar con esta declaración por unos momentos, de repente sentí un suave “ting” en mis oídos y el dolor desapareció de inmediato. La curación se produjo “en un momento, en un abrir y cerrar de ojos” (1 Corintios 15:52). Ese fue el fin de la dificultad. Han pasado varios años desde esta curación, y el problema no ha vuelto a repetirse en mis numerosos viajes en avión desde entonces.
Esta experiencia me dejó con valiosas lecciones, una de las cuales es que una verdad, aunque no sea completamente comprendida, neutraliza el error de la enfermedad o desarmonía que parece tan real para nosotros. Me he dado cuenta de que cualquier síntoma de enfermedad es irreal, una creencia falsa que trata de apartarme de la verdad de que estoy hecha a la imagen y semejanza de Dios. Y también, de la verdad de que, por ser la expresión o reflejo de Dios no puedo ser afectada por las pretensiones de las condiciones materiales, tales como cambios de altitud o atmósfera. Conocerme a mí misma de esta manera, como hija de Dios, me trajo una paz interior y la certeza de que no hay lugar donde Dios no esté, y que siempre puedo contar con Él.
Con respecto a la curación instantánea y cómo se produce, me ha resultado útil reflexionar sobre el pasaje en la página 14 de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, donde ella escribe: “Toma consciencia por un solo momento de que la Vida y la inteligencia son puramente espirituales —ni están en la materia ni son de ella— y el cuerpo entonces no proferirá ninguna queja. Si estás sufriendo por una creencia en la enfermedad, repentinamente te encontrarás bien”. La Sra. Eddy usa “Vida” como un sinónimo de Dios.
Mi gratitud es enorme al poner en palabras una experiencia tan maravillosa que me hace estar más consciente de mi inseparabilidad con nuestro Padre-Madre Dios: nuestra única Vida.
Ingrid Monsalve Hernández
Ñuble, Chile
