Joseph Mann había recibido un disparo accidental. Después de que los médicos concluyeron que no podían salvarlo, se permitió que un Científico Cristiano interviniera y orara por él. Más tarde, Mann declaró: “Unos quince minutos después de que la Ciencia Cristiana fue admitida en nuestra casa, de repente comencé a calentarme nuevamente bajo su tratamiento. … Recuperé la consciencia, abrí los ojos y supe que no debía morir, sino que viviría”. Y así lo hizo.
En un hospital, la jefa de enfermeras registró la muerte de Mary Belt debido a un cáncer. En ese momento, cuando uno de los hermanos de Belt, un Científico Cristiano que había estado orando por ella, se inclinó sobre ella y la llamó por su nombre, ella abrió los ojos y comenzó a respirar naturalmente de nuevo. Más tarde, Belt declaró: “Cuando... desperté de esa condición, sentí y supe que había sido sanada” (véase A Century of Christian Science Healing, pp. 25–28 and 59–62).
Tanto Mann como Belt despertaron y respondieron con la misma certeza de estar bien. ¿Cómo supieron que estaban bien? Y cuando enfrentamos circunstancias difíciles, ¿cómo podemos estar bien y saberlo?
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