Joseph Mann había recibido un disparo accidental. Después de que los médicos concluyeron que no podían salvarlo, se permitió que un Científico Cristiano interviniera y orara por él. Más tarde, Mann declaró: “Unos quince minutos después de que la Ciencia Cristiana fue admitida en nuestra casa, de repente comencé a calentarme nuevamente bajo su tratamiento. … Recuperé la consciencia, abrí los ojos y supe que no debía morir, sino que viviría”. Y así lo hizo.
En un hospital, la jefa de enfermeras registró la muerte de Mary Belt debido a un cáncer. En ese momento, cuando uno de los hermanos de Belt, un Científico Cristiano que había estado orando por ella, se inclinó sobre ella y la llamó por su nombre, ella abrió los ojos y comenzó a respirar naturalmente de nuevo. Más tarde, Belt declaró: “Cuando... desperté de esa condición, sentí y supe que había sido sanada” (véase A Century of Christian Science Healing, pp. 25–28 and 59–62).
Tanto Mann como Belt despertaron y respondieron con la misma certeza de estar bien. ¿Cómo supieron que estaban bien? Y cuando enfrentamos circunstancias difíciles, ¿cómo podemos estar bien y saberlo?
Ambas experiencias tuvieron lugar hace muchas décadas, sin embargo, la oración en la Ciencia Cristiana todavía sana en todo el mundo; aún brinda esa seguridad sólida y radiante, y la evidencia de que la vida de uno está intacta tal como fue creada por Dios.
La Ciencia Cristiana enseña que Dios es el Amor omnipresente y la Mente divina que todo lo sabe, y que nosotros somos las ideas amadas de la Mente, y expresamos perfectamente todas Sus cualidades, entre ellas inteligencia, estado de alerta, claridad, etc. Revela que somos, en realidad, los hijos inmortales de Dios, no los mortales atados a la materia y a menudo derrotados y pecadores que parecemos ser. La salud es también una cualidad o condición de la Mente divina, y expresamos salud a medida que llegamos a conocer mejor a Dios al abrir nuestro pensamiento y corazón para aprender acerca de la naturaleza de Dios: Su bondad y totalidad. Por lo tanto, la salud se puede encontrar a través del estudio serio de la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, y mediante el tratamiento de la Ciencia Cristiana.
Cristo Jesús demostró que es algo muy diferente a las ilusiones o a la voluntad humana lo que brinda la convicción espiritual y la autoridad que se requieren en el tratamiento de la Ciencia Cristiana, y que se obtienen a través de la oración y el estudio constante de esta Ciencia. Este algo es el Cristo, la activa y poderosa verdad salvadora y llena de amor de la Mente divina que animó a Jesús tan perfectamente. Y es el Cristo quien está borrando las creencias erróneas con respecto a la salud al revelar nuestra individualidad armoniosa y mantenida por Dios.
Esta revelación a la manera del Cristo nos libera de los temores, de las arraigadas tendencias materialistas y egoístas, y de los síntomas físicos preocupantes. Estos pueden parecer parte de nosotros, no obstante, jamás han pertenecido a la expresión de Dios, a la verdadera identidad de cada uno de nosotros. El temor y el pecado ceden su pretendida presencia y gobierno cuando se reconoce de todo corazón que el control divino y la preciosa bondad de Dios nunca estuvieron ausentes.
Al describir la atención y la autoridad cristianas que requiere la curación, la Sra. Eddy explica: “El sanador comienza con argumentos mentales. Mentalmente afirma: ‘Usted está sano, y usted lo sabe’; y apoya esta silenciosa fuerza mental con explicaciones audibles, testificaciones y precedentes. Sus argumentos mentales y orales se proponen refutar los pensamientos, palabras y actos del enfermo, en ciertas direcciones, y a encauzarlos hacia la Verdad. Persiste en este objetivo hasta que la mente del paciente cede, y el pensamiento armonioso ejerce completo dominio sobre esta mente respecto al punto en disputa. La meta ha sido alcanzada y el paciente dice y siente: ‘Estoy sano, y lo sé’”.
“Este practicista mental ha cambiado la consciencia de su paciente, llevándola de la enfermedad hacia la salud” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 220).
La Ciencia Cristiana nos muestra que podemos “saberlo”: es decir, conocer a Dios, el Espíritu, y que las ideas de Dios son espirituales, seguras y sanas, ahora y siempre. Aunque a menudo parezca lo contrario, todo el mundo expresa la omnisciencia de la Mente. Todo el mundo sabe cómo expresar la humildad, el servicio y la receptividad a semejanza del Cristo, la base de la fortaleza espiritual. En los Salmos leemos: “Oh Señor, tú me has escudriñado y conocido. … Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho; maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe muy bien” (139:1, 14, LBLA).
El mal, la falsa creencia de que algo además de Dios, el bien, existe y tiene poder, afirma que no sabemos lo que es espiritualmente verdadero, que somos débiles y que nuestras oraciones tienen pocas posibilidades de hacer que nosotros y los demás tomemos conciencia de lo que deberíamos saber. La Biblia se refiere al mal como “la mente carnal” (Romanos 8:7, KJV). Esta mentalidad fraudulenta trata de ocultar la curación. Es decir, ocultaría lo que sabemos al afirmar que las leyes materiales nos gobiernan, no la ley espiritual de Dios, la Ciencia Cristiana, a la cual trata de mantener fuera del pensamiento, especialmente cuando más se necesita. En consecuencia, es importante afirmar en oración que Dios es verdaderamente nuestra Mente y que estamos equipados para saber lo que es verdad y para conocer y glorificar a Dios a través de la curación.
¿Y si no estamos demostrando plenamente lo que sabemos? Entonces, con deseos humildes y rectos, una búsqueda diligente y una creciente madurez espiritual podemos comenzar a revertir las pretensiones del mal y, en un grado cada vez mayor, ser testigos de que la Ciencia Cristiana nos trae salud y paz a nosotros y a los demás.
El tierno, aunque poderoso Cristo de Dios está siempre operando en la Ciencia Cristiana. Aquellos que necesitan la ayuda de Dios pueden sentir tangiblemente la presencia sanadora del Cristo y pueden declarar con seguridad: “Estoy sano, y lo sé”.
Keith Wommack, Miembro de la Junta Directiva de la Ciencia Cristiana
