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Original Web

El fundamento de la oración sanadora

Del número de septiembre de 2024 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 8 de enero de 2024 como original para la Web.

Publicado originalmente en francés


Guy Gilbert es un sacerdote católico francés conocido por su compromiso con las poblaciones desfavorecidas. Es estudiante de la Biblia y hace unos años dijo algo que me conmovió: “Vive de tal manera que tu forma de vivir haga que la gente piense que es imposible que Dios no exista”.

El estudio de la Biblia y la oración en la Ciencia Cristiana nos capacitan para demostrar tangiblemente la presencia de Dios, el Amor. Su importancia radica en el bien que realmente traen —en hacer de uno un mejor hombre, mujer, niño— más útil, más amoroso, más generoso, más sabio.

¿No es esto a lo que Jesús alude cuando dice: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16)? Mary Baker Eddy, quien descubrió la Ciencia Cristiana, escribe en su libro sobre Dios, la oración y la curación: “¿Somos beneficiados mediante la oración? Sí, el deseo que parte hambriento de justicia es bendecido por nuestro Padre, y no vuelve a nosotros vacío” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 2).  

La oración es quizás la herramienta espiritual más antigua y —como he descubierto— la más natural, y trae soluciones modernas a todo tipo de problemas, lo cual permite la regeneración individual y colectiva. Hay miles de maneras de orar que afirman que la naturaleza de Dios es buena y que la identidad de todos es el hijo espiritual, íntegro y puro de Dios. Cada uno es tan valioso como la persona que está orando.

Con todo, podemos recurrir al ejemplo tan único de Jesús de la oración práctica y sanadora para que nos guíe en el camino. La oración de Jesús no era la verbalización de la esperanza de sanar, de la esperanza de encontrar una solución. Su oración no era incierta ni vacilante. Él sanaba completa y rápidamente, incluso en casos que se consideraban perdidos.

La Sra. Eddy, en su propia experiencia como seguidora de Jesús, demostró que él tenía razón cuando dijo, en esencia, que su forma de orar estaba al alcance de todos, y que todos podían sanar con eficacia como él lo hacía. Dijo específicamente: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12). Es poco probable que la mera creencia en el mensaje de Jesús mueva montañas, pero una comprensión informada, razonada e inspirada de sus enseñanzas estimula nuestra oración eficaz y sanadora.

Hace unos años, a una conocida le diagnosticaron un tumor canceroso en el pecho. Le dolía y tenía miedo. No podía imaginar dejar a sus dos hijos vivir sin ella. Oró, junto con un practicista de la Ciencia Cristiana. 

Durante los meses siguientes, se produjo una transformación, una regeneración en su pensamiento. Ella abandonó un desesperado sentido de la existencia para descubrir, cada día más, que Dios, la Vida, es la fuente y el sostén de la existencia. Y un día el dolor desapareció, el tumor desapareció. Ya han pasado diez años y esta mujer goza de excelente salud. Publicó un relato de su curación en El Heraldo de la Ciencia Cristiana, y fue publicado también en el Christian Science Sentinel (véase Florence Anika Lasnier, “My spiritual journey to healing”, March 2, 2015).

La oración que sana destruye nuestras creencias sobre la enfermedad, o cualquier problema que estemos enfrentando, y revela un claro sentido de Dios como el bien infinito, y de la omnipresencia de la armonía. Este cambio en nuestra consciencia inducido por la oración se manifiesta en nuestra vida como la restauración de la salud, como una resolución armoniosa del problema que ocupaba nuestros pensamientos.

Los seguidores de Jesús, impresionados por la eficacia de su obra sanadora, en una ocasión le pidieron que les enseñara a orar. Jesús les explicó cómo tratar la enfermedad, cómo mantener el mal bajo control, sin importar su apariencia. Esta forma de orar, explicada hace dos mil años, no ha perdido ni un ápice de su vitalidad y eficacia.

He encontrado que esta oración, llamada el Padre Nuestro —junto con su sentido espiritual que da Ciencia y Salud (véase págs. 16-17)— es muy útil en el tratamiento de la Ciencia Cristiana. He aquí algunas de las inspiraciones que me han venido a través del estudio y la aplicación de esta oración en el tratamiento:

Cuando comenzamos a orar, la tentación puede ser enfocarnos en el problema, mientras que la clave es buscar una mejor comprensión de nuestra relación con el Dios infinito, la Vida divina, nuestro Padre.

La Vida divina es la fuente de la armonía. La Vida jamás conoce ni envía el mal en cualquiera de sus formas. La armonía es mantenida por Dios, el bien supremo, la fuente de toda salud e inspiración.

A veces, en la quietud de la oración humilde, descubrimos un pensamiento o una acción que requiere corrección. El tratamiento mediante la oración es una oportunidad para hacer las correcciones necesarias en nuestro pensamiento y en nuestra vida.  

Nuestra tarea es defender nuestros pensamientos contra las sugestiones mentales de que Dios, el bien, podría estar ausente, y que hay un poder opuesto a la armonía natural. A medida que llegamos a ver, a través de la oración, que eso es imposible, esto tiende a evitar que el temor se afiance en nuestro pensamiento, facilitando así la curación.

La base de la oración en la Ciencia Cristiana es fundamentalmente tomar consciencia de Dios, el bien omnipresente e infinito, allí mismo donde parece estar el problema.

No hay una fórmula para la oración. Cada tratamiento, cada inspiración, es única y espontánea. Pero he descubierto que la oración nos ayuda a fomentar la costumbre de escuchar para recibir la inspiración que se presenta a nuestro pensamiento; no se trata simplemente de decir palabras, ya sea mental o audiblemente.

“Es posible —sí, es el deber y el privilegio de todo niño, hombre y mujer— seguir, en cierto grado, el ejemplo del Maestro mediante la demostración de la Verdad y la Vida, de la salud y la santidad” (Ciencia y Salud, pág. 37), escribe la Sra. Eddy, quien descubrió la naturaleza científica y demostrable de la oración; un poco como la forma en que una persona descubre un tesoro escondido en un campo durante muchos años.

Querido lector, tú que tienes esta revista en tus manos o estás leyendo este artículo en tu pantalla, estás invitado a probarla, a aplicar la Ciencia Cristiana a cualquier necesidad que ocupe tus pensamientos en este momento. ¡El tratamiento mediante la oración y su efecto bien pueden convertirse en tu tesoro!

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