Guy Gilbert es un sacerdote católico francés conocido por su compromiso con las poblaciones desfavorecidas. Es estudiante de la Biblia y hace unos años dijo algo que me conmovió: “Vive de tal manera que tu forma de vivir haga que la gente piense que es imposible que Dios no exista”.
El estudio de la Biblia y la oración en la Ciencia Cristiana nos capacitan para demostrar tangiblemente la presencia de Dios, el Amor. Su importancia radica en el bien que realmente traen —en hacer de uno un mejor hombre, mujer, niño— más útil, más amoroso, más generoso, más sabio.
¿No es esto a lo que Jesús alude cuando dice: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16)? Mary Baker Eddy, quien descubrió la Ciencia Cristiana, escribe en su libro sobre Dios, la oración y la curación: “¿Somos beneficiados mediante la oración? Sí, el deseo que parte hambriento de justicia es bendecido por nuestro Padre, y no vuelve a nosotros vacío” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 2).
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