Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

Dolor interno sanado

Del número de septiembre de 2024 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 5 de febrero de 2024 como original para la Web.


Sentado rígidamente en el borde de mi sofá, oraba para encontrar alivio de un intenso dolor interno. Pero a medida que avanzaba la noche, el problema empeoró. Alrededor de la 1:00 de la mañana llamé a mi papá y le pedí que me recogiera y me llevara a la sala de emergencias.

Llegó en unos veinte minutos y estaba dispuesto a llevarme al hospital de inmediato. Yo estaba listo para irme, pero me preguntó si quería que me leyera algunos himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana antes de irnos. Le dije que sí. Sabía que él estaba orando mientras leía, y sabía que mi mamá estaba en casa orando.  

Después de unos veinte minutos, todavía sentía que necesitaba atención médica. Mi papá inmediatamente se puso su abrigo para ir al auto, preguntándome si quería llamar a un practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí. No tenía muchas esperanzas, pero tampoco pensé que estaría de más pedir ayuda.  

Fui a otra parte de la casa e hice la llamada, y mientras el practicista hablaba conmigo, sentí palpablemente su amor y bondad, expresiones de Dios, que es el Amor divino. Él sabía que yo estaba separado de mi esposa de muchos años y que íbamos de camino al divorcio. 

Él no sabía que yo también había estado luchando profundamente para aferrarme a algún sentido de que la Ciencia Cristiana pudiera ser realmente verdadera. Yo no podía reconciliar la enseñanza esencial de un Dios del todo bueno, todopoderoso y omnipresente con la fría indiferencia respecto al sufrimiento que había visto en tantas instancias en el mundo. Sentía que un Dios bueno estaba, o bien, ausente en ciertas situaciones, o era simplemente incapaz de proteger a los inocentes. Había decidido decirle a mi familia que no continuaría como Científico Cristiano, aunque aún no había tenido esa conversación. Así que, según mi opinión, esa noche yo no era un buen candidato para tener una curación en la Ciencia Cristiana.

El practicista me recordó el consejo de Mary Baker Eddy a los sanadores: “El pobre corazón sufriente necesita su legítimo nutrimento, tal como la paz, la paciencia en las tribulaciones y un inestimable sentido de la bondad del amado Padre” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, págs. 365-366). Estas palabras me llegaron con mucho y tierno cuidado. En ese momento sentí algo de “la bondad del amado Padre”, que atendía y se acercaba a mi corazón sufriente.

Al referirse a la parábola de Cristo Jesús sobre el hijo pródigo, y al estado del hijo antes de que comenzara su viaje de regreso a casa, el practicista me advirtió con firmeza, pero amablemente que no me “alimentara de las algarrobas” (véase Lucas 15:11-32). Entendí que eso significaba: “No contemples el dolor, la decepción, los fracasos y las pérdidas de tu vida. Haz tu mejor esfuerzo para absorber la misericordia y el amor con que Dios te está alimentando ahora. Deja de aferrarte a las algarrobas y vuélvete de todo corazón a Dios, el Amor. Deja que Dios te alimente”.

Cuando terminó la llamada, no pude decir más que un ahogado “Está bien, gracias”, porque estaba abrumado por el amor que sentía. Colgué y caminé hacia la sala de estar, donde mi papá me esperaba para llevarme al hospital. Cuando entré en la habitación, parecía estar iluminada, aunque todavía no había amanecido. Me escuché a mí mismo decir en voz alta: “Estoy bien. No necesito ir a la sala de emergencias, estoy bien. No tengo dolor”. Había un asombro, una quietud y una santidad en esos momentos que no sé cómo describir adecuadamente. Pero era real. Sabía que estaba completamente despierto, no soñando.  

Mi comprensión de lo que sucedió es que la realidad de la bondad y el amor de Dios que todo lo penetra atravesó la creencia mortal de que Dios podía estar ausente; y esto me liberó del problema físico que enfrentaba. Había descubierto, hasta cierto punto, la afirmación de Jesús: “El reino de Dios dentro de vosotros está” (Lucas 17:21, KJV).

En este reino, Dios, también conocido en la Ciencia Cristiana como Amor y Mente, está siempre presente y reina. En presencia de la Mente, las falsas convicciones acerca de la enfermedad y el sufrimiento simplemente no pueden perdurar, y son destruidas. Bajo el reino, o ley, del Amor, la enfermedad no tiene base, no tiene derecho a existir y se disuelve. 

Más o menos una semana después de esta curación, me di cuenta de que esa misma noche también había sido sanado de un dolor de estómago recurrente que había experimentado durante años y, de manera inesperada, la tendencia a usar blasfemias, especialmente en el trabajo, desapareció en gran medida. Desde estas curaciones, que ocurrieron hace veinte años, he enfrentado dudas y derrotas, y también he triunfado y he tenido otras curaciones maravillosamente alentadoras. Lo más importante es que la curación del dolor interno produjo un cambio importante en mí: me capacitó para seguir adelante sabiendo que puedo apoyarme en la perdurable gracia de Dios y no pensar demasiado en si creo o no que soy digno de experimentar la curación espiritual.

Cada vez que me he sentido alejado de Dios o de la posibilidad de sanar, he recordado esta curación. Lo que ocurrió esa noche fue real. La elevación espiritual, el amor, la iluminación y la liberación de la enfermedad y el dolor fueron todos ellos verdaderos e inolvidables. 

Todd Hollenberg
Lafayette, California, EE.UU.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / septiembre de 2024

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.