Sentado rígidamente en el borde de mi sofá, oraba para encontrar alivio de un intenso dolor interno. Pero a medida que avanzaba la noche, el problema empeoró. Alrededor de la 1:00 de la mañana llamé a mi papá y le pedí que me recogiera y me llevara a la sala de emergencias.
Llegó en unos veinte minutos y estaba dispuesto a llevarme al hospital de inmediato. Yo estaba listo para irme, pero me preguntó si quería que me leyera algunos himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana antes de irnos. Le dije que sí. Sabía que él estaba orando mientras leía, y sabía que mi mamá estaba en casa orando.
Después de unos veinte minutos, todavía sentía que necesitaba atención médica. Mi papá inmediatamente se puso su abrigo para ir al auto, preguntándome si quería llamar a un practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí. No tenía muchas esperanzas, pero tampoco pensé que estaría de más pedir ayuda.
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