Una tarde, mientras esperaba que le hicieran el servicio a mi coche en un concesionario local, decidí cruzar la calle y echar un vistazo a una tienda de muebles. Estaba comiendo pretzels, cuando de repente, en el estacionamiento, inhalé varios pretzels pequeños y mi tráquea se bloqueó.
Traté de tomar aire, pero eso empeoró la situación. Toser también era inútil. Incapaz de inhalar o exhalar, sabía que necesitaba calmar mi pensamiento y orar, ya que temía desmayarme.
El Salmo 46:1 dice: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. Sabía que mi ayuda era comprender que Dios, el Espíritu, tiene el control de mi vida y que ninguna circunstancia material es verdaderamente real o tiene control sobre mí. El miedo disminuyó y me sentí tranquila y no sola.
Al continuar orando, pensé en la totalidad de Dios y en Su amor por mí como Su hija. El apóstol Pablo dice que nada, ninguna tribulación o angustia, puede separarnos del amor de Cristo (véase Romanos 8:35, 37). Eso significaba que jamás podía estar en peligro. Y me vino a la mente la primera estrofa de un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana:
Ambiente de divino Amor
respira nuestro ser,
mas los sentidos en su error
no nos lo dejan ver.
(H., Nº 144, adapt., © CSBD)
También recordé el sentido espiritual del Salmo 23 que da Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. Ella interpreta el último versículo de esta manera: “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa [la consciencia] del [Amor] moraré por largos días” (pág. 578).
Razoné que no importaba lo que los sentidos materiales informaran, en realidad moraba en la consciencia del Amor en ese mismo momento, por lo que solo podía experimentar el bien que Dios da a Su imagen y semejanza. Nada podía bloquear la bondad y el amor que Dios tiene por mí.
Cuando llegué a la puerta de entrada de la tienda de muebles, pude respirar un poco. Entré y me senté en un sofá. Una mujer se acercó y me preguntó si necesitaba ayuda. No podía hablar, pero hice un gesto de que estaba bien. Aunque me dolían los pulmones de tanto jadear, ahora podía respirar lenta y superficialmente.
Me senté en silencio y agradecí por la Ciencia Cristiana y lo que significa en mi vida. La comprensión de que Dios siempre está con nosotros, nos ama y es una ayuda presente me hizo sentir mucha humildad. Muchas Iglesias de Cristo, Científico, tienen esta cita de Ciencia y Salud en la pared de su auditorio: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana” (pág. 494). Y el Amor divino, Dios, es supremo sobre toda sugestión falsa de que vivimos en un cuerpo material en lugar de en el Alma, el Espíritu.
En muy poco tiempo, el dolor en mis pulmones desapareció y pude respirar y hablar libremente. Regresé al concesionario con mucha alegría y gratitud a Dios por Su “pronto auxilio en las tribulaciones”.
Lori Kleski
Beverly Hills, Florida, EE.UU.
